En el relato del caso del Hombre de los Lobos, Freud busca algo nuevo sobre la neurosis infantil, a partir de su observación en el adulto. Una zoofobia, núcleo infantil de la neurosis del Hombre de los Lobos, le permite descubrir la organización pulsional entorno al padre. Pero, en su lucha por esclarecer el caso desde la lógica de la neurosis, enseguida surgen las dificultades. El sujeto refiere fenómenos cuyo contenido escapa a esta lógica. Y, junto a la represión, Freud se ve forzado a introducir un concepto en el que nadie, antes de Lacan, no había reparado: el de Verwerfung, forclusión. Freud aplica este término a la alucinación del dedo cortado, que aparece como algo singular y totalmente descontextualizado. También al recuerdo del aleteo de la mariposa negra y amarilla, desligado de toda cadena asociativa. Más allá del padre, esas alas que se abren y se cierran, escriben la letra V. Esa cifra, en su valor de goce, es lo que sobrevuela en el relato de la escena originaria. Una escena causal en tanto que deja un rastro de escritura, llena de goce, que el Hombre de los Lobos acaba tomando como sigla de su nombre: Wolfsman.
Bibliografía:
Freud, S., “De la historia de una neurosis infantil”, Obras Completas, vol. XVII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1984.
Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Escritos 2, Méjico, Siglo XXI Editores, 1984.
Miller, J.-A., El Hombre de los lobos. Un seminario de investigación psicoanalítica. Editorial Gredos, Madrid, 2011.
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