Nuestra pragmática

Contribución del Grupo de Investigación "Clínica del Sinthome" al eje "la realidad psíquica es la realidad social" de PIPOL4.

  • Publicado en NODVS XXVII, febrer de 2009

Resum

La realidad psíquica y la realidad social no son dos realidades diferentes para el Psicoanálisis. La diferencia para Lacan es entre Real y realidad; la realidad es un montaje simbólico e imaginario siendo el fantasma su marco. Por lo tanto en nuestra práctica no se trata de que el sujeto se adapte a la realidad sino que de lo que se  trata es de ver en cada caso en qué consiste su imposible de soportar, para así orientar adecuadamente nuestra intervención.

Paraules clau

Relidad psíquica, realidad social, Real.

Las prácticas terapéuticas que tienen por fin la adaptación de los sujetos a la realidad, parten de una suposición: una separación nítida entre la realidad psíquica de los sujetos y su realidad social. Sin embargo, el psicoanálisis lo ha puesto en cuestión desde sus orígenes, es decir, desde Freud. Muy pronto se reveló que no había conflicto entre los denominados "principio del placer" y "principio de realidad", y que por el contrario, existía una continuidad entre ellos: los dos estaban al servicio de la obtención de una satisfacción. Lacan demostraba cómo la realidad de cada uno se construye como un montaje simbólico e imaginario siendo el fantasma su marco. En síntesis, no es con la realidad donde se juega un real franqueamiento. Freud lo encontró en ese "más allá del placer" y Lacan diferenciando "realidad" de "real". Ésta es la razón que orienta y diferencia nuestra práctica: abordamos la situación subjetiva de cada uno sabiendo que las realidades psíquica y social están estrechamente vinculadas, y hasta tal punto, que se vuelve superfluo tratar de diferenciarlas.

Entonces, ¿de qué se sostiene la realidad psíquica? Lacan mostró que la estabilidad subjetiva estaba condicionada por la articulación de tres registros netamente diferentes y que él nombró "real, imaginario y simbólico". Nada garantiza que ellos se sostengan juntos asegurando una consistencia. Es lo que revela nuestra época en la que desaparece el Nombre del Padre y el anclaje y protección que brindaba. También para nosotros, en nuestra práctica, ya no podemos ampararnos en él. Por lo tanto, conviene ser pragmáticos advertidos de ese real siempre en juego, prestemos atención a lo que no funciona.

En algunos sujetos la "desinserción" social es consecuencia de la desconexión de alguno de los registros haciéndose difícil franquear el abismo. En estos casos, no se trata tanto de "estar identificados con…" sino que por el contrario, la dificultad reside en que el sujeto no puede representarse por un significante para los otros. El sentido y la significación se encuentran así comprometidos y con ellos el sentimiento de realidad. En estos casos la inserción pasa por un significante, por posibilitar la producción de un S1 que pueda entrar en cadena. Algunos sujetos muy frágiles se presentan bajo un significante que implica "exclusión", "desinserción", etc., y luego comprobamos que han logrado con ese nombre hacerse representar y que paradójicamente han conseguido así organizar su mundo. Es por eso que conviene ser prudentes y precisar bien en cada uno en qué consiste su imposible de soportar, para así orientar adecuadamente nuestra intervención.

Para otros sujetos, los fenómenos de exclusión social, están más bien referidos a otro ante el que no pueden responder. En los casos más graves, sufren de un Otro que no pueden limitar y entonces los objetos de ese Otro -voz o mirada- resultan invasivos. No es de extrañar entonces el recurso al aislamiento, al rechazo de cualquier lazo. Insistir en insertarlos sin tener en cuenta ese sufrimiento sólo puede agravar su malestar. Más bien convendría orientarnos por "desinsertar al Otro"1, es decir, ponerlo fuera de juego, aislarlo o acotarlo según las posibilidades. Es entonces que el sujeto tendrá la oportunidad de establecer alguna relación con los otros, aunque sea bajo la forma de un ritual mínimo de significantes o de usos mucho más complejos.

En el mejor de los casos, nos encontramos con sujetos que sufren de los lazos y vínculos sociales ya establecidos, es decir, que disponen de un anclaje subjetivo -ya sea síntoma o fantasma2- que estructura su realidad. Entre éstos, los neuróticos son los que sufren verdaderamente, es decir de la verdad de sus vínculos y relaciones sociales, en sus angustias, inhibiciones o síntomas. Según el caso, se pueden poner en juego tanto las identificaciones del sujeto como el Otro construido, "formateado" a la medida de los objetos de goce. Tocar la primacía de una o la consistencia del otro, tendrá efectos reales en su mundo.

Hemos comprobado, en no pocas ocasiones, que cuando los sujetos producen una nueva nominación, así sea mínima o transitoria, se abre la posibilidad de variar esos lazos y vínculos. Si el significante del Nombre del Padre ha perdido su privilegio, en su lugar puede existir el recurso singular de una nominación. Es la orientación que Lacan da a nuestra pragmática, "pasar del padre a condición de servirse de él".

Pero también se trata de nuestra inserción. No nos referimos ahora al ámbito social en general. Se trata de cómo nos insertamos en cada caso, de cómo nos convertimos en el partener adecuado para cada uno, con la presencia y las palabras que convienen. Siempre es una apuesta, a renovar una y otra vez.

Notes

  1. Expresión usada por Jeanette Valinas en "Rencontre clinique du 8 septembre", Les feuillets du Courtil nro. 28
  2. Jacques-Alain Miller ha destacado que la escritura "sinthome" que Lacan privilegia en su última enseñanza es un mixto de síntoma y fantasma.
Esthela Paskvan

Nuestra pragmática

NODVS XXVII, febrer de 2009

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