La femineidad como una máscara

Comentario al texto de Joan Riviere, presentado en el Seminario de Logociencias de la SCB a cargo de Vicente Palomera, curso 2001-02

  • Publicado en NODVS II, abril de 2002

Paraules clau

complejo de masculinidad, máscara, femineidad, figura paterna

He puntuado este artículo en el marco del Seminario de Logociencias a cargo de Vicente Palomera. He hecho un recorte del mismo sobre lo que consideré pertinente a los temas que en el Seminario se tratan. Este artículo, que contiene muchas riquezas más, se lo puede encontrar en el libro “Perversión y fetichismo”, Editorial “Horme Colección, Psicología Hoy”.

Joan Riviere trabaja en este artículo lo que dice podría ser un nuevo aporte al análisis del desarrollo femenino: “La femineidad puede llevarse como una máscara”.

Dice: “Lo que me propongo demostrar es que las mujeres que tienen anhelos de masculinidad pueden llevar una máscara de femineidad a fin de eludir la ansiedad y el tan temido y justo castigo de los hombres”.

Para dar cuenta de esto va a trabajar a lo largo del texto un caso clínico, que Vicente Palomera ha comentado que se trata de ella misma.
El caso: Se trata de un tipo particular de mujer intelectual. Tenía una excelente relación con el marido, con un vínculo muy estrecho y una satisfacción frecuente y plena entre ambos. Hacía gala de su habilidad como ama de casa y había practicado su profesión con notable éxito durante toda su vida. Exhibía un considerable grado de adaptación a la realidad y tenía buena relación con casi todas las personas que conocía.
Pero ciertas reacciones a lo largo de su vida revelaron que su estabilidad no era tan perfecta como parecía.
Comenta que el trabajo de la paciente consistía en escribir y hablar en público. Toda su vida había experimentado cierto grado de ansiedad después de cada actuación pública. A continuación se pasaba la noche entera en un estado de excitación y desasosiego. En un primer momento, el análisis revela que tal actitud se debía a sus dudas acerca de si habría hecho algo incorrecto y a su obsesión por la necesidad de reaseguración.
Lo que hacía la paciente era, una vez finalizado el acto público, procurar atraer la atención de uno o varios hombres allí presentes, para convertirse en objeto de sus cumplidos.
Nos aclara que era evidente que los hombres escogidos para tal fin eran figuras paternas.
En el análisis de esta conducta después de la actuación, se demuestra que en el fondo lo que buscaba era que ese tipo particular de hombres le hicieran proposiciones de tipo sexual.
Le resultaba enigmática la incongruencia entre esta actitud y la actitud impersonal que exhibía durante su desempeño intelectual.
Pero en un segundo momento, el análisis revela que el origen de su compulsión a coquetear a los hombres era: “un intento inconsciente de eludir la ansiedad que sobrevendría debido a las represalias que ella anticipaba de parte de las figuras paternas después de su despliegue intelectual”.
Interpreta Joan Riviere que el hecho de exhibir en público su capacidad intelectual significaba exhibirse ella misma en posesión del pene paterno, o sea, haberlo castrado. Era por esta razón por la cual, luego de finalizada cada exhibición, se apoderaba de ella un espantoso horror frente al merecido castigo que le impondría su padre. Entonces, su empeño por ofrecerse sexualmente era una forma de “aplacar al vengador”.
En consecuencia, la meta de la compulsión no era solamente obtener reaseguración haciendo que los hombres se sintieran atraídos hacia ella, “su objetivo principal era ponerse definitivamente a salvo, para lo cual se disfrazaba de mujer inocente y pura”.

También menciona algunos sueños y fantasías de la paciente, como por ejemplo: “Ella estaba sola y aterrada en la casa; entonces entró un negro y la encontró lavando ropa, con la blusa arremangada y los brazos desnudos. Ella le hizo frente, con la secreta intención de atraerlo sexualmente, y él comenzó a admirar sus brazos y a acariciarlos, lo mismo que a sus senos”.
El significado que se le atribuye a este sueño es: ella había matado a su padre y a su madre quedando como única dueña de todo. Luego comenzó a espantarle la idea de ser justamente castigada por sus progenitores y se defendió adoptando un papel servil (lavando ropa), eliminando la suciedad y la culpa que había obtenido a través del acto, disfrazándose de mujer castrada.
Otro sueño: “Una torre de considerable altura, edificada en lo alto de una colina, comenzaba a desplomarse sobre los habitantes de una aldea situada más abajo; pero todos se pusieron máscaras y salieron ilesos”.

Dice: “En consecuencia, la femineidad muy bien podría ser algo simulado, aplicado y utilizado como una máscara, con una doble finalidad: ocultar la posesión de la masculinidad, y eludir las represalias que fatalmente se tomarían contra ella si esto se llegara a descubrir”.
“Tal vez el lector se pregunte a esta altura cómo definiría yo la femineidad, o cual es el punto preciso en el que trazo una línea divisoria entre la auténtica femineidad y la que es sólo una “máscara”. Sin embargo, yo no he querido dar a entender que tal diferencia exista: tanto en lo fundamental como en lo superficial, son una misma cosa”.

De sus relaciones con las mujeres dirá: Experimentaba rivalidad hacia toda mujer que tuviera buena figura o aspiraciones intelectuales. Sus relaciones con sus inferiores siempre fueron excelentes. Le encantaba ayudar o asistir a mujeres más débiles o indefensas. Creía que lo que deseaba que se le reconociera era su abnegación, pero inconscientemente, lo que reclamaba era el reconocimiento de su supremacía en tener el pene para poder devolverlo.

También se incluyen ejemplos de la vida cotidiana donde se puede observar formas que adopta esta máscara de femineidad.
- Por ejemplo, el de una ama de casa, mujer sumamente hábil y capaz de arreglárselas sola en cuestiones habitualmente consideradas como propias del hombre. Por ejemplo cuando llama a un constructor o tapicero, se siente en la obligación de ocultarle todos sus conocimientos técnicos. No puede adoptar abiertamente una actitud firme y decidida, se siente como “desempeñando un papel”, finge ser una mujer tonta, poco educada, pero al final se sale con la suya.
- Otro caso extraído de la observación cotidiana: inteligente mujer, esposa y madre, catedrática de la universidad en una signatura que rara vez atrae a las mujeres. Cuando tiene que dar una conferencia a sus colegas, elige un atuendo particularmente femenino. Ella debe tratar la situación que entraña desplegar su masculinidad frente a los hombres como un “juego”, como no real, como una broma. No puede verse a misma en un plano de igualdad con los hombres.

Para finalizar dice: “Estas conclusiones nos obligan, una vez más, a enfrentarnos a esta pregunta: ¿cuál es la naturaleza esencial de la femineidad perfecta? ¿Qué es das ewig Weibliche? El concepto de la femineidad como una máscara, tras el cual el hombre intuye la existencia de algún peligro oculto, aclara un poco el enigma”.

Marina Feldman

La femineidad como una máscara

NODVS II, abril de 2002

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