Piedra de memoria

Texto escrito por la autora durante un viaje de Trabajo en Toulouse, Francia.

  • Publicado en NODVS XXXVIII, gener de 2013

En el número 52 de la allée des Demoiselles, en Toulouse, hay un pequeño museo*. Yo lo encontré por internet. En realidad lo primero que encontré no fue un sitio, sino una palabra: “Resistencia”. Y sin saber muy bien porqué me encontré agarrada a ella como a un salvavidas. Dados los tiempos que corren me ha parecido que la historia de este pequeño salvavidas podía interesar también a otros.

En Barcelona sorteamos días nocturnos. El PP acababa de ganar las elecciones y como quien dice en cuatro días había librado de la cárcel a uno de los políticos más corruptos de la España berlusconiana, mientras condenaba al juez Garzón, y con él a los derechos y las esperanzas de muchos ciudadanos.

Por eso, cuando me preparaba para pasar unos breves días de trabajo en Toulouse, pensé que estaría bien buscar algún rincón amable para visitar. Un pulmón. Pero en lugar de buscar en internet y elegir un pulmón tranquilo de la ciudad tipo el Jardín de plantas o el Grand Rond, encontré otra cosa y fui a parar al Museo de la Resistencia y la Deportación. De esta manera se producen muchas veces los encuentros.

El museo está en un edificio de cemento, no muy grande, detrás de una verja y de un jardín escaso. Lo encontré cerrado, eran días complicados en la ciudad**, pero llamando con insistencia al final alguien vino a abrir. La entrada resultó ser amable y gratuita. Tres pisos, pequeños en superficie, invitaban a hacer la visita a tu aire.

Al principio solo ví los paneles. Muchos paneles, con fotos, mapas, gráficos, recortes de periódicos… Explicaciones en vertical. En horizontal objetos, vitrinas con restos de material de guerra y de la vida escondida de los hombres y mujeres de la resistencia y de los maquis. Herrumbre.

En una de las vitrinas me llamó la atención una piedra. Era una piedra granítica, gris moteada de blanco y negro, del tamaño de un puño. Tenía al lado un cartelito, escrito a máquina con letras mayúsculas y recuadrado en rojo: “Pierre provenant de la carrière de Mathausen, dont l’accès se faisait par les 186 marches de l’escalier construit par les déportés. Don de Serge Giorgetti, déporté”.

En esa misma vitrina había un par de fotos, una familia, una niña pequeña, y también una taza grande de metal, una escudilla, un reloj de bolsillo roto. La piedra me llamó la atención por su humildad y su aparente sinsentido, ¿qué hacía allí esa piedra tan normal y corriente? Pero lo que más me extrañó fue lo limpia que parecía, a diferencia de todos los demás objetos, era como si la hubieran acabado de coger de la calle. Parecía nueva.

Seguí la visita. Mapas de una Europa completamente acribillada por los puntitos amarillos de los campos de concentración y los puntitos rojos de los campos de exterminio. Me sorprendió la cantidad de nombres de campos de los que no había oído hablar nunca. Nunca antes había percibido esa amplitud, esa extensión…

Con todo, la parte más dura fue la referente a la Resistencia. Grandes paneles colgados recordaban vidas de gente normal y corriente que se encontraron con la bestia de la ocupazión cruzándose en su camino. Vidas entregadas a la lucha, vidas de hombres y mujeres que eligieron no bajar los brazos y resistir. Fotografías que eran el testimonio de las torturas, de los suplicios… Tuve que sentarme. El cuerpo decía basta.

En otra de las vitrinas, cerca ya de la salida, se exponían diferentes modelos de cartillas de racionamiento, algunas usadas parcialmente, con una cartulina que explicaba que esas cartillas fueron de uso común en Francia hasta el año 1949. Solamente siete años antes de que yo naciera… Entonces me acordé de la piedra que había visto al principio. Y entendí. Me acordé de las veces que de niña, y no tan niña, había guardado alguna piedra en un intento de conservar el recuerdo de algún hecho con un significado especial. Eran piedras de memoria.

El gesto de Serge Giorgetti se me volvió entonces intensamente familiar y sentí con él una solidaridad orgánica, mineral. Es el gesto de tomar una piedra para atar a la realidad aquello que va a volverse enseguida irreal (por demasiado horrendo o por demasiado bello), el gesto de usar algo sólido para agarrar lo que sabemos que va a irse... Una piedra contra el olvido.

Es por esto que el Museo Departamental de la Resistencia y la Deportación de Toulouse me parece una guía para los tiempos que corren. En sus vitrinas hay ideas que pueden servir, para cada uno, como un salvavidas. Por ejemplo, hoy nos es imprescindible actualizar el término de “resistencia”. Resistencia significa que a la pulsión de muerte se le puede y se le debe hacer frente. Se puede no ceder.

Para eso están, entre otras cosas, las piedras. 

Barcelona, marzo 2012

Anna Aromí

Piedra de memoria

NODVS XXXVIII, gener de 2013

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