Posibilidades del psicoanálisis en la sociedad de control

La autora es doctoranda en filosofía en el Instituto Científico de la Academia Eslovena de Artes y Ciencias, y en la Universidad de Nova Gorica. Se formó en la Sección Clínica de París VIII (Vincennes – Saint Denis) en 2010 y 2011.

  • Publicado en NODVS XLI, desembre de 2013

Resum

El artículo trata la posición del psicoanálisis en la sociedad de control, la cual niega la subjetividad con la implementación de los métodos científicos mediante la biopolítica. En la época de la democracia y el capitalismo, el psicoanálisis se enfrenta al neurocognitivismo que, con el pretexto del control, reduce al sujeto a su cuerpo, subordinándolo así a la universalización. El objetivo del presente artículo es, por lo tanto, investigar las causas y consecuencias de dicho fenómeno, y, además, formular la pregunta sobre cuáles son las posibilidades del psicoanálisis, no solo en el mundo del liberalismo nominal, sino también en las sociedades donde el psicoanálisis avanza, a pesar de la represión política, o justamente gracias a ella.

Paraules clau

Sociedad de control, ciencia, política, psicoanálisis, neurocognitivismo, sujeto.

 

No es ningún secreto que el psicoanálisis ha sido desde su creación un discurso que se enfrenta a toda tentativa política de homogeneización. Tanto Freud como Lacan lo han testificado en reiteradas ocasiones. La política es un discurso que pretende subordinar al sujeto bajo el imperativo ''para todos'', mientras que el psicoanálisis es un discurso que pone en primer plano el inconsciente como la modalidad lógica de la singularidad. ˝Cualquiera es una canción˝, dirá Lacan para enfatizar la diferencia de cada sujeto que se resiste a la universalización y al control político. El discurso analítico y el discurso del Amo, en tanto que formas modificadas del discurso Universitario, derivan así en una inevitable contradicción.

 

Delimitaciones políticas

En los países donde el psicoanálisis todavía no tiene su Magna Carta los analistas se enfrentan a formas directas de represión. Donde no hay libertad de expresión y donde gobierna una política de agresiva homogeneización el psicoanálisis es frágil, dadas las circunstancias. Allí, el analista debe convertirse en alguien que luche por la autorización de la clínica y por la singularidad del sujeto y su deseo. ¿Hay, entonces, cabida para el psicoanálisis en los países donde actualmente acontecen cambios políticos más o menos abruptos, así como también en los países donde no existe el principio de la libertad, y donde la gente es víctima de los regímenes autoritarios? Al otro extremo, queda abierta la pregunta en torno a las posibilidades de acción del psicoanálisis en los países que proclaman la democracia nominal y el liberalismo, puesto que allí el sujeto está sometido a novedosos  métodos del control, mucho más sutiles: los métodos científico-tecnológicos de tratamiento, en conjunción con el capitalismo, introducen la universalización de los sujetos. Son una forma de gobierno que encubre la tendencia al control, bajo la promesa del bienestar. Las principales pruebas de esa política utilitarista son la psiquiatría, la neurociencia o el cognitivismo que niegan fundamentalmente la singularidad del sujeto. En este contexto, es preocupante que su influjo esté aumentando rápidamente, puesto que dicha percepción del ser hablante queda impuesta en todos los campos sociales. Es más, algunos ya predicen que la cuarta herida narcisista de la humanidad (además de las ya ocasionadas por los descubrimientos de Copérnico, Darwin y Freud) será causada por las neurociencias cognitivas.[1] Por eso es necesario oponerse al discurso que construye su imperio tecnológico bajo el nombre de la ˝psicocirugía del cerebro˝ ya que no admite la singularidad.

 

Sueños científicos, pesadilla del sujeto

Ya en el año de 1966 Lacan habló de los efectos del progreso científico sobre el cuerpo. En sus tiempos la industrialización del cuerpo estaba en sus inicios; sin embargo eso le bastó para plantearse lo siguiente: ˝… La cuestión es, si por la ignorancia del sujeto de la ciencia, en derecho podemos cortar el cuerpo para el canje.˝[2]

Mediante el discurso analítico Lacan percibió el momento en el que la industria biológica transformó al sujeto. Si para Freud los sueños eran la vía regia hacia el inconsciente, para la ciencia dicha vía está representada por el cuerpo y el manejo racional del síntoma. Ese es el sueño del neurocognitivismo, de la totalización; la ˝posibilidad real˝, para, finalmente, abarcarlo todo. Pero todo esto es una verdadera pesadilla en relación con la singularidad de cada ser humano, ya que se busca producir un sujeto sin subjetividad.

 

La desnuda vida

Hay que reconocer que la eliminación científica del sujeto es una solución elegante, puesto que posibilita el control. Ahora bien, eso solo ocurre a cierto precio. Su consecuencia es lo que Agamben llama ˝las identidades sin persona˝, o sea, ˝la desnuda vida˝.[3] La nuda vida significa la vida desubjetivada, el reduccionismo biológico, puesto que se disminuye al sujeto al mero estatuto de lo real de la ciencia, es decir, a su organismo. De ese modo la biopolítica produce una existencia separada de la subjetividad. El sujeto es definido por su anatomía, los códigos genéticos y sus datos biométricos. Por eso el enfoque científico no es nada más que la versión empírica del deconstruccionismo, en tanto que su búsqueda se centra en destacar que no existe un sujeto único, el sujeto singular, sino una multitud de procesos dispersos.[4] Así pues, la ciencia introduce la universalización entre los sujetos, siendo ésta la base en la que se legitiman los enfoques médicos y las terapias psicologizadas. El anti-subjetivismo se convierte en la forma inevitable de la subjetividad, por lo que el sujeto resta homogeneizado en la masa, y ello posibilita tenerle bajo control. Así,  la vida resulta más fácilmente expuesta al poder y a la potencia política, y, en consecuencia, a la muerte – que en este caso no concierne a la muerte del cuerpo sino a la muerte subjetiva. El sujeto empieza entonces a ser políticamente relevante solo al ser reducido al nudo bios, a la muda manipulación, que implica procesos mentales propagados por algunos autores notables, como por ejemplo Noam Chomsky.

 

Entre lo bueno y lo malo

Sin embargo, si en las sociedades democráticas gobierna el liberalismo, ¿cómo es posible entonces controlar al hombre sin su consentimiento? Como lo sabían ya en la Antigua Grecia, el hombre fácilmente se deja seducir por la promesa de la felicidad. El bienestar es siempre el punto de partida de la autoridad introducida por la biopolítica, a fin de amplificar su poder y establecer el orden. La biopolítica es un poder privilegiado desde el siglo XVIII, pero la cuestión de su legitimidad es de una actualidad dramática en nuestros días. La biopolítica hace referencia al cuerpo individual como objeto anatómico-político, de manera que consigue transformar incluso lo que entendemos por “político”. Pero el hombre no es solo su cuerpo biológico (constituyente del cuerpo universal), sino que es, principalmente, un sujeto del inconsciente que asume la responsabilidad de su síntoma, de modo que la preocupación por “la felicidad del sujeto” y su “bienestar” está siempre en función de las metas pragmáticas del control. El sujeto alcanzaría la felicidad, la salud y la armonía, si solo creyera en la diagnosis, siguiendo, sin duda alguna, las instrucciones de la medicina y la psicología. La ciencia posee supuestamente esa fuerza misteriosa, debido a su papel mesiánico de poder liberar al hombre de todas sus preocupaciones. Es evidente que eso es una respuesta completamente política. La segregación de las terapias pragmáticas en sujetos sanos, normales, así como también en pacientes enfermos, valoriza y estigmatiza, de modo que el sujeto se convierte en una presa fácil de la política. En el discurso analítico la cuestión de la libertad no es sencilla. Su origen es siempre revolucionario. Sin embargo, dicho fundamento queda inmediatamente afectado cuando sabemos que “la felicidad” es una respuesta política. Para que esa abstracción de la felicidad se conservara, existe, por una parte, la represión de los regímenes totalitarios, y por otra parte, la relajación del requerimiento naturalista de Bentham. Ambos experimentos fracasaron en la historia, mientras, al prometer la felicidad, el utilitarismo conquistó el mundo. ¿Cómo es posible, entonces, que el psicoanálisis se enfrente en ese contexto a las promesas de recuperación, racionalidad, e incluso felicidad? Si el psicoanálisis tiene cabida es a causa de la imposible armonía absoluta, inherente a la existencia humana.

El analista debe renunciar al humanismo que promete la armonía, para así encarnar ˝la escoria del humanismo˝.[5] El psicoanálisis no es utilitarismo. El discurso analítico es hoy definido como un proyecto intelectual cuyo idealismo abstracto supuestamente rechaza las pruebas científicas y no ofrece respuestas ni constataciones generalizadas. Las frecuentes referencias basadas en el reproche que Paul Ricoeur hiciera al discurso del psicoanálisis de Lacan, calificándolo de ˝inútilmente exigente y perverso˝, no sorprenden. La valorización y el utilitarismo se expanden por todos los campos y obligan al psicoanálisis a comprobar su pertinencia, a introducir procedimientos de evaluación y a obtener el reconocimiento del gobierno en lo que respecta a la estimación de los costos y beneficios. La pretensión es clara: se busca que el discurso analítico sea sometido al régimen científico, es decir, que se les asocie. En ello se muestra claramente la voluntad de dominio oculta, cuyo objetivo es integrar al discurso analítico dentro del marco científico.

 

Conocimiento-poder

En el mundo actual la ciencia se ha convertido en el método paradigmático a través del cual la política afirma el control, pues la primera transformó la vida de tal modo que ha reducido al sujeto a su cuerpo bajo las promesas de salud y bienestar. La nueva fuerza es la fuerza de las nuevas tecnologías mediante las cuales sobreviene la desubjetivación. Según Foucault: ˝No el derecho sino la técnica, no la ley sino la normalización, no el castigo, sino el control.˝[6] Aquí hablamos por supuesto del dispositivo "conocimiento-poder." Las teorías científicas consideran tener la autoridad para ofrecer respuesta a todas las preguntas existenciales, negando así  la singularidad y la libertad. Lo más paradójico es que, como dice Clotilde Leguil[7], tal vez en toda la historia se considere precisamente esta época como la época en la que se pone de lado la libertad del individuo. Pero, ¿por qué se rechaza la subjetividad precisamente en el sistema de la libertad formal, es decir, en el de la democracia y el liberalismo? La libertad produce ansiedad e implica responsabilidad. El éxito de la ciencia viene dado por el hecho de que responde a la ansiedad de la época, caracterizada por la caída del Nombre del Padre y, en consecuencia, la caída de las identidades tradicionalmente determinadas. El sujeto se deja seducir por esta nueva forma de autoridad. La ciencia equipa al sujeto para que no le sea necesario soportar la responsabilidad de su síntoma, mostrándose así tranquilizadora. De esa manera el liberalismo y la democracia producen un individuo indiferente a su propia verdad. Todo ello con la intención de crear un mundo donde no existan ni la contradicción ni la ansiedad, un mundo que estaría gobernado por los ideales de la democracia propios de la Antigua Grecia – la armonía, la simetría y la esférica totalidad a las que el individuo se sacrifica. Un lugar donde cada contingencia se pueda someter al determinismo y a la totalización. Entonces, la democracia de nuestro tiempo, a diferencia de la antigua, se aproxima en algo a lo que el término de “totalización científica” nombra: El totalitarismo. De esta manera se garantizaría la entrada en una sociedad sin riesgo, en la que todo se pude calcular de antemano y predecir hasta el punto en que los sueños eternos de la racionalización y progreso se realizarían.

No obstante, como ya sabía Freud, el avance de la ciencia significa el avance de la humanidad de un fracaso tras otro. Pues, cuanto más aumentan las capacidades del hombre, más degradado queda el sujeto. El pesimismo de Freud y de Lacan provienen de que el cambio es muchas veces un cambio hacia lo peor (ou pire), por lo demás, garantizado. El discurso analítico no se define progresista, y no compite con lo que las ideologías o el progreso científico han acumulado a lo largo de los siglos. Sin embargo ha sido capaz de detectar la aparición de lo que Freud llamó ˝el malestar en la cultura˝; Lacan lo descifró como los impases que dejan a la civilización en un callejón sin salida. Tales impases abren el espacio a lo que Foucault formuló como los pasajes de la época ˝del control y el castigo˝ a los de la época ˝del control y la suposición.˝[8] La época, con el imperativo de lo supuesto, está destinada a borrar lo más imprevisible en el sujeto y, al mismo tiempo, lo más propio de él. De modo que el psicoanálisis, en tanto es el discurso donde el analizante corre el riesgo absoluto, lucha en contra de esa objetivación de lo humano, pretendida en el determinismo científico.

 

Un Prometeo contemporáneo

¿Cuáles son, entonces, las posibilidades del psicoanálisis en ese contexto? ¿Cuáles son las posibilidades para preservar el sujeto? El capitalismo neoliberal contemporáneo no impone solo la racionalidad instrumental, la estandarización, la sacralización del número, la predicción y la planificación… sino también, y por encima de todo, el autocontrol. Por esta razón, el psicoanálisis se resiste a la lógica del control, con el fin de preservar al sujeto del inconsciente y su singularidad. Como lo ha ilustrado Marguerite Duras: ˝ ¿Qué es el dolor sin el sujeto?˝ ¿Qué sería el sujeto si fuera sólo el efecto de las funciones cerebrales y procesos cognitivos? El sujeto actual encarna al Prometeo contemporáneo que ha querido traer la luz de la razón, sin embargo lo que ha conseguido ha sido la pérdida del estatus privilegiado de su singularidad, por medio del enfoque tecnológico-científico. Por tanto, en nuestros tiempos, cuando las instituciones psiquiátricas, psicoterapéuticas, e incluso también, desafortunadamente, algunas psicoanalíticas, permiten utilizar métodos que tienen la intención de controlar y excluir al sujeto, el valor del psicoanálisis lacaniano es fundamental. Radica en su propuesta de relativizar y cuestionar dichos métodos, confrontándolos ante un espejo que refleja la horrorosa imagen que muestra los verdaderos objetivos científicos y políticos ocultos bajo la aparente preocupación por el bienestar. Y, en ese contexto, se puede confirmar nuevamente el descubrimiento de Lacan de que todo lo bueno es siempre una máscara de lo malo.

 

El presente artículo es fruto de los estudios de doctorado cofinanciados en la convocatoria pública ˝Programa innovador de la cofinanciación de los estudios de doctorado para la colaboración con la economía y la solución de los desafíos sociales actuales – generación 2010 Universidad de Nova Gorica˝, que es parcialmente financiado por el Fondo Social Europeo.

Notes

[1] Véase por ejemplo O. Flanagan, The Problem of the Soul: Two Visions of the mind and How to Reconcile Them. New York: Basic Books. 2002; E. Nahmias, When Consciousness matters: A Critical Review of Daniel Wegner's The illusion of conscious will in Philosophical Psychology, XV (4), 2002, p. 527-541.

[2] J. Lacan, La place de la psychanalyse dans la médicine, in Cahier du Collège de médicine de la Salpêtrière, Paris: Expansion scientifique française, 1966, p. 761-774. Traducción del traductor del presente texto.

[3] G. Agamben, Homo sacer. Il potere sovrano e la nuda vita, Torino: Einaudi, 1995

[4] S. Žižek, Organs without Bodies: Deleuze and consequences, New York, London: Routledge, 2004 ; Lacan Between Cultural Studies and Cognitivism, in Umbr(a): Science and Truth, , 2000, p 9-32

[5] J. Lacan, Note italienne, in Autres écrits, Paris: Seuil, 2011

[6] M. Foucault. (1994). Histoire de la sexualité: La volonte de savoir. Paris: Gallimard.

[7] C. Leguil. (2006). Être ou ne plus être. En: L'Anti-livre noir de la psychanalyse. Paris: Seuil. pp. 241-255.

[8] M. Foucault. (1975). Surveiller et punir. Paris: Gallimard.

Nina Krajnik

Posibilidades del psicoanálisis en la sociedad de control

NODVS XLI, desembre de 2013

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