El amor como errancia

Trabajo de cartel express presentado en las noches preparatorias hacia las XV Jornadas de la ELP “Mujeres. Un interrogante para el psicoanálisis”, en la sede Barcelona de la ELP-Catalunya el 4 de octubre de 2016.

  • Publicado en NODVS XLVIII, febrer de 2017

Resum

Este texto es una primera exploración de algunas de las coordenadas en la obra de Lacan de lo que Jacques-Alain Miller llama, en El partenaire-síntoma, un amor real; opuesto a las concepciones imaginarias o simbólicas del amor que encontramos en el Lacan más temprano. Basándose en las primeras dos clases del Seminario XXI: Les non dupes errent (Los no incautos yerran/Los nombres del padre), el artículo explora esta concepción del amor por medio de la idea de la errancia, la cual Lacan opone -con consecuencias clínicas que el artículo concluye definiendo- a la lógica del homo viator que discierne en tanto que gobernando la mayor parte de la obra de Freud.

Paraules clau

Amor real, Errancia, Ser incauto, Homo víator.

El título de mi presentación es “El amor como errancia”; y quisiera explorar un poco el modo en que Lacan articula esta idea en el Seminario XXI: Les non dupes errent.[i]

He tomado como brújula de mi trabajo el capítulo séptimo del curso de Miller El partenaire-síntoma, el cual se llama, precisamente ‘Revaloración del amor’.[ii]

Orientándose esencialmente hacia el Seminario XX, Miller distingue aquí, en la obra de Lacan, entre un amor imaginario, narcisista, un amor simbólico – la ‘demanda de amor’ que Lacan elabora en el Seminario IV y, podríamos añadir, la definición del amor como ‘dar lo que no se tiene’ en el Seminario VIII – y en tercer lugar – en relación con la definición de Lacan del amor en el Seminario XX no como significante, sino como signo – un amor en lo real. Claramente, es este amor en lo real el que más me interesa.

Vinculando lo que dirá con una definición previa que dio del amor en un texto de 1988, ‘Charla sobre el amor’[iii] – una definición de la función del amor como haciendo pasar el goce al deseo – Miller pregunta, en relación al Seminario XX, ‘¿cuál es la estructura que lo sostiene?’

La perspectiva de este seminario, dice, es la pulsión; una pulsión concebida como profundamente autoerótica, autista. Y teniendo esto en cuenta, una de las preguntas centrales de Lacan es ¿cómo, y a qué nivel, puede establecerse una relación con el Otro?

Vemos surgir aquí, dice Miller, el amor en una función inédita; como aquello que se introduce para establecer la conexión con el Otro. Es un amor que está pensado a nivel de lo real de la pulsión. Lacan pregunta cómo puede el goce pulsional admitir ser descompletado, carecer de algo, para verse embarcado en los asuntos del deseo. La respuesta, como dice Lacan en el Seminario XX, es que ‘lo que suple [la ausencia] de relación sexual es precisamente el amor’.[iv] Esta es una metáfora que opera al nivel de lo real, diría yo, y que podemos añadir a la metáfora simbólica del amor esbozada en el Seminario VIII.

Crucialmente para nosotros, este nuevo amor está atado de manera explícita al goce femenino. Sabemos por Freud, por ejemplo, hasta qué punto las mujeres invisten el amor libidinalmente, y hasta qué punto puede asumir para ellas la castración la forma de su pérdida. Por el lado femenino de las fórmulas de la sexuación podríamos decir, pues, hay un nexo, un nudo, entre el amor y el goce, un nudo que alude a Otra forma de satisfacción. Yo preguntaría incluso si este nudo puede limitarse a lo femenino. Es decir, ¿puede la relación del hombre con el amor ser reducida a la perversión polimorfa que encuentra en su acto? El último Lacan, creo, piensa que no.

Bueno, podríamos decir muchas cosas sobre el Seminario XX a partir de lo que Miller propone aquí. Porque creo que Lacan está permanentemente luchando consigo mismo en este seminario en cuanto a si definir el amor en términos imaginarios, simbólicos o reales.

Dejaré todo esto de lado, sin embargo, para concentrarme en el Seminario XXI. Me limitaré a comentar las dos primeras sesiones.[v]

En las páginas finales de la primera sesión, entonces, Lacan está hablando de la figura del incauto; y deberíamos recordar aquí que el seminario entero – como su título ya deja claro – es una defensa de esta figura.

De forma interesante, Lacan se interroga sobre el género del incauto. En francés es definitivamente ‘la dupe’. ¿No hay algo de lo incauto, pregunta, que es específicamente femenino? Algo que dice al margen sugiere una respuesta afirmativa. Citando a Chamfort, Lacan define el matrimonio como un ser incauto recíproco, y el matrimonio, dice, ‘es el amor’. Tenemos, entonces, una primera definición del amor con el añadido, como dice Lacan, de que en el matrimonio, la mujer nunca yerra. Esta es la razón por la que la función de esposa no tiene nada de humano.[vi]

Si pasamos ahora a la figura del ‘non dupe’ (no incauto), Lacan dice que él - ¡en masculino! – erra (ça erre). Bien, lo que es realmente interesante para nosotros es que este verbo, ‘errar’ (errer), proviene históricamente de una confusión lingüística: de la convergencia de ‘error’ (erreur) con algo que no tiene en absoluto que ver con ello, y que es similar a ‘erre’ – que significa en francés el ímpetu continuado de algo cuando lo que lo impulsa se para. Este algo es la relación con el verbo ‘iterare’, de ‘iter’, para el viaje. Este es el motivo por el que el caballero errante significa caballero itinerante.

Después de todo, dice Lacan, ‘errar’ (errer) proviene de ‘iterare’, pero, crucialmente, esto no tiene nada que ver con un viaje, puesto que significa ‘repetir’, de iterum.

 Esta distinción entre viaje y repetición (o iteración) es fundamental en todo el Seminario XXI, y Lacan ahora define al no incauto a partir de ella.

Los no incautos son aquellos que rechazan ser capturados por el espacio del ser hablante (Lacan dice aquí ‘parlant’, todavía no ‘parlêtre’). Ellos se lavan las manos con respecto a este espacio y acaban necesariamente en el error. Hay una invención, dice Lacan, que sustenta a aquellos que quieren ser no incautos de la estructura, la invención de que su vida solo es un viaje, que la vida es la del homo viator, de ése – ¡aquí de nuevo descubrimos el masculino! – que en este mundo inferior se encuentra en una tierra extraña.

Lacan se refiere aquí a una frase de Freud del último párrafo de La interpretación de los sueños.[vii] Freud pregunta sobre ‘el valor del sueño para el conocimiento del futuro’. No está hablando del valor adivinatorio, dice Lacan, sino del valor del sueño para el conocimiento de lo que resultará de él en este mundo, es decir, del discurso que se extrae del descubrimiento del inconsciente. Y Freud dice que este futuro que el soñador toma como presente es ‘gestaltet’, formado, ‘estructurado’, dice Lacan , por su ‘Wunsch’ (deseo) indestructible en la medida en que siempre es el mismo. En el presente, el sueño moldea el futuro como un ‘Ebenbild’ (un retrato fiel y eterno) del pasado:

 

 

Se supone que eso es, dice Lacan, un viaje puntuado entre el nacimiento y la muerte. Y pregunta: ¿qué nos indica Freud a partir de la emergencia del inconsciente? Que en cualquier punto en el que uno esté en este así llamado viaje, la estructura – la relación a cierto saber – nunca le abandona; que el deseo, a lo largo de toda la vida, es siempre el mismo:

 

 

Esto es, en el adentrarse de un ser particular en las relaciones de un mundo en el que ya reina el discurso, su deseo está completamente determinado de principio a fin.

No es totalmente claro, en una primera lectura, que Lacan esté criticando radicalmente aquí a Freud. El soñador, si leemos entre líneas el texto de Lacan, es Freud mismo (y también, podríamos decir, el primer Lacan). Esto se hace mucho más claro en las páginas finales de la segunda sesión del Seminario XXI.

Lacan está hablando aquí del texto de Freud ‘La significación ocultista del sueño’, el cual por razones en las que no puedo entrar ahora no está incluido en las Obras Completas, pero se puede encontrar en la revista Imago de 1925.[viii] Lo que le interesa a Lacan es el caso de una paciente que Freud cuenta. Cuando tenía 27 años, un adivino le dijo que cuando tuviera 32 se casaría y tendría dos hijos. Freud está perplejo porque, aunque no se cumplió la predicción, el sujeto está, en palabras de Lacan, ‘absolutamente encantada’, en un ‘estado absolutamente expansivo de satisfacción’ con ella. La interpretación que hace Freud de esta satisfacción es que el adivino le había suministrado ‘el presagio que le prometía compartir el destino de su madre’. Aparentemente, esta interpretación se correspondía con los hechos, pero no obstante – o precisamente por ello – Lacan la rechaza sin ambigüedades y apunta a un campo más allá de los límites de la interpretación. Lo así llamado ‘oculto’ no puede ser interpretado o explicado en términos edípicos. Más bien, sencillamente ocurre, irrumpe o, más exactamente – como el amor en el Seminario XX – viene al lugar de la ausencia de la relación sexual.

El edipismo de Freud, podemos concluir en términos más generales, interpreta las manifestaciones del amor según la lógica del homo viator. Pero el psicoanálisis, dice aquí Lacan, debería ser guiado por una ética completamente diferente, que esté fundada en el rechazo de ser no incauto, y que siga el ‘camino’ de ser siempre de manera más fuerte el incauto del saber inconsciente. Si, como Lacan también nos enseña, el amor siempre tiene una relación con este saber, aquí tenemos una orientación para la exploración del amor como errancia que Lacan continúa en todo este seminario, y que yo quiero continuar investigando.

Notes

[i] Lacan, J., Seminario XXI: Les non dupes errent (Los no incautos yerran/Los nombres del padre), no publicado.

[ii] Miller, J.-A., ‘Revaloración del amor’, en El partenaire-síntoma, Buenos Aires: Paidós, 2008, pp. 147-69.

[iii] Miller, J.-A., ‘Una charla sobre el amor’, en Introducción al método psicoanalítico, Buenos Aires: Paidós, 1997, pp. 151-85.

[iv] Lacan, J., Seminario XX: Aún, Buenos Aires: Paidós, 1981, p. 59.

[v] Las sesiones del 13 y 20 de noviembre, 1973.

[vi] En su conferencia en las XV Jornadas de la ELP, Mujeres, ‘Un objeto tan raro’, Marie-Hélène Brousse identificó esta inhumanidad con una de las posibles salidas de la femineidad por el lado del superyó.

[vii] Freud, S., La interpretación de los sueños (segunda parte), en Obras Completas V, Buenos Aires: Amorrortu, 1979, p. 608.

[viii] Freud, S., ‘Die Okkulte Bedeutung des Traumes’, en Imago II, 1925.

Howard Rouse

El amor como errancia

NODVS XLVIII, febrer de 2017

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