El semblante y sus (d)efectos

Trabajo presentado en el Taller de estudios sobre "práctica entre varios" de la Sección Clínica de Barcelona a lo largo del curso 2019/2020 en el que se trabajó alrededor de la categoría de semblante.

  • Publicado en NODVS LVIII, juny de 2020

Resum

Se propone una breve interrogación acerca de la categoría de semblante tomando algunos conceptos de Jeremy Bentham y Lacan. El texto propone un recorrido alrededor de la pregunta: ¿cómo se instaura la categoría del semblante en la primera infancia? ¿Que ocurriría en relación a este en el caso del sujeto autista? ¿Desde qué lugar trabajar este tema en la práctica entre varios?

Paraules clau

Semblante, primera infancia, autismo, práctica entre varios

El semblante es una categoría muy compleja en la enseñanza de Lacan. La traducción de la palabra semblante del francés al castellano a bien seguro no contribuye demasiado a su esclarecimiento. Quizás más bien todo lo contrario. Se tiende, a menudo, a “imaginarizar” este concepto y a confundirlo con un “hacer semblante de”, con un hacer “como si”, una suerte de fingimiento, de engaño. Pero creo que Lacan con este término escapa claramente de entender el semblante des de ese lugar y nos propone otra lectura. Así lo señala Miquel Bassols: "no se trata tanto entonces de faire semblant, expresión que en francés se acerca al "hacer comedia", sino de alojarse, de estar en la categoría del semblante como lugar inherente al discurso". En el uso lacaniano del término, como recordaba nuestro colega Patrick Monribot recientemente en Barcelona, no se trata tanto del "hacer como si", del fingir o del engañar escondiendo la verdad, sino del être dans le semblant, y desde ahí hacerse pasar por lo que, en realidad, se es"1

El de semblante es un término que Lacan empieza a desarrollar –más explícitamente al menos– a partir de su seminario 17: El reverso del psicoanálisis y, en paralelo, a la construcción de la noción de discurso que elaborará a lo largo de este seminario.

El curso de Jacques-Alain Miller De la naturaleza de los semblantes es un extenso recorrido por la obra de Lacan sobre este concepto que va desde los semblantes  de la naturaleza como el arco iris (después nos detendremos en este pasaje muy orientador para entender la noción de semblante), pasando por el de los animales como el pavo real con su abanico en donde resalta el orden de lo imaginario, hasta la inclusión de este imaginario por el orden simbólico para constituir el semblante de los seres hablantes con todas sus declinaciones2. Cabe añadir que la noción de semblante tendría varias resonancias a lo largo de la enseñanza de Lacan. Diría que las tiene y van muy a menudo de la mano del utilitarista inglés Jeremy Bentham y de cómo este teórico entiende las ficciones.

¿Cómo entiende Bentham el término ficción o cómo se formarían, según él, estas ficciones? Para Bentham una entidad es un elemento, materia o sujeto de discurso que desde el punto de vista gramatical llamamos sustantivo. “Una entidad está designada por un sustantivo que siempre esta relacionada con una sustancia real”.3 Las entidades pueden distinguirse en "perceptibles" e "inferenciales". Esta primera división de la “sustancia” nos sirve para dividir en dos grupos las entidades: las “entidades ficticias” y las “entidades reales”. Según Bentham una entidad real es aquello que percibimos, las cosas a las que le reconocemos una existencia real dada por las percepciones. Los humanos las reconocemos por los sentidos; es aquello de lo que hablamos porque constatamos su presencia. Bentham la ejemplifica del siguiente modo: una entidad real es un cuerpo.

Una "entidad ficticia", en cambio, es aquella que en la forma gramatical del discurso se le asigna una existencia –nombrándola– pero no quiere decir que ella exista como tal, está implícita en el lenguaje, pero no hay materialidad donde contenerla. Cada una de las entidades ficticias tiene relación con una entidad real, de las reales podemos demostrar su presencia, de las ficticias sólo las podemos referir en el discurso, podríamos decir, nombrándolas. El ejemplo utilizado por Bentham es: sí, hablo de movimiento y de reposo (e.f.) como si existieran, pero es dentro de un cuerpo (e.r.) que se produce el movimiento en relación con el reposo de otro cuerpo.4

“La verdad tiene estructura de ficción”, es una definición estructural que atraviesa gran parte de la enseñanza de Lacan. Los seres hablantes se sostienen en las ficciones, como Jeremy Bentham lo advirtió anticipando el axioma lacaniano5. Así, para el utilitarista inglés, no se trata tanto de distinguir entre entidades ficticias y otras que no, sino señalar que el lenguaje mismo es creador de la realidad y las entidades que la pueblan. Ahora bien, no se puede apelar únicamente a estas ficciones como si fueran la apariencia de las cosas.

Antoni Vicens en su libro No todo es política en la orientación lacaniana, nos indica mientras habla de James Joyce, lo siguiente: “Esa lalangue será el instrumento de su política, esto es de su savoir y faire, de su ingenio, o su discreción en el uso de aquello que compone la realidad del sinthome: aquello que, siendo patente, apelando a una dimensión en contraste con la verdad, está más cerca de la mentira o de la fábula. No se le puede llamar la apariencia de las cosas, porque ello apelaría inmediatamente a una esencia que no está. Se trata de las ficciones en el sentido de Jeremy Bentham. Algo para lo que Lacan utilizó el término de semblante, que en francés se opone a lo vrai, a lo verdadero”.6

Para intentar entender un poco mejor esto, Vicens, nos remite al ejemplo del arco iris que Lacan menciona en la última lección del Seminario III y mucho más tarde en el Seminario XXIII. Para Lacan los fenómenos de la naturaleza no podemos considerarlos como lo real, sino como semblantes. Esto no quiere decir, como nos dice Vicens, “que la ciencia no tenga consecuencias reales, las tiene, por supuesto, y tanto para nosotros como para la naturaleza misma”7.

El arco iris, pues, es un fenómeno natural; de él decimos “es esto”, “está ahí” o incluso “es lo que hay”. Lacan nos dice en el Seminario III: “Por definición el meteoro es eso, es al mismo tiempo real, es ilusorio. Sería totalmente errado decir que es imaginario. El arco iris es eso. Dicen que el arco iris es eso o aquello y luego lo buscan”. (…) “Si el arco iris existe, es precisamente en relación al eso es. Esto hace que lo hayamos llamado arco iris, y que, cuando se habla de él a alguien que todavía no lo vio, hay un momento en el que se dice: El arco iris es eso. (…) Observen bien que lo que se caracteriza desde el origen al arco iris y al meteoro, y todo el mundo lo sabe pues es por eso que se lo llama meteoro, es que, precisamente, detrás nada se oculta. Está enteramente en esa apariencia. Lo que lo hace subsistir empero para nosotros, al punto que no paramos de hacernos preguntas sobre él, se debe únicamente al eso es del origen, a saber, la nominación en cuanto tal del arco iris. No hay más que ese nombre”8.

Así pues, con este ejemplo, creo que podemos captar un poco mejor que el arco iris, como dice Lacan, es un meteoro, lo que quiere decir que dentro no hay nada”9. Su estructura proviene del juego de los semblantes en la naturaleza: pero lo interesante es que no se trata de un fenómeno natural, sino de lo que denominaríamos, siguiendo a Antoni Vicens, “subjetivo”. ¿En qué sentido? “En el sentido de que hace falta que alguien esté ahí, o una mirada, incluso reducida a un objetivo fotográfico, para que se presente”10. Estas reflexiones le sirven a Lacan para situar el falo en relación con el deseo de la madre, que por este procedimiento hace del padre su portador. Vicens nos dice: “digamos que El Nombre del Padre es un semblante cuya particularidad es la de ligar el lenguaje con la procreación y, por ende, con la existencia”11

Vicens nos indica muy bien que cuando hablamos de semblante tenemos que tener claro que “la base del semblante la da la escritura misma” y es por esto que “estamos en un nivel conceptual inferior al significante”12.

En la naturaleza tomada como objeto de la ciencia lo que encontramos es el “puro significante”13. A ese significante puro, Lacan lo llama también el significante que no significa nada, con lo que quiere referirse a un significante que no remite a otro significante, o al Otro. Este significante puro, al que se refiere aquí corresponde al semblante, aquello que nos permite “tener el mundo en la palma de la mano”14. El significante comienza cuando un sujeto se sirve de este semblante para significar”15.

“Si estos semblantes entran en un discurso, se convierten en significantes y se produce un sujeto”. “El discurso entonces, hace del semblante un significante: lo hace circular, no como comunicación, sino como relación social. Es decir, hace circular a los sujetos”16.

Así pues, siguiendo a Bentham y a Lacan podríamos decir que una ficción, y por extensión podríamos hablar de semblante, se trata de lo simbólico y lo imaginario juntos enfrentados a lo real, siendo lo real de la categoría de lo imposible. 

Hay un goce imposible para los seres hablantes. La ficción, el semblante, a lo que viene es a ocultar, a mentir sobre ese goce imposible. No se puede gozar de la Cosa pero se puede gozar de otra manera, hablando. Se entiende entonces que las ficciones de Bentham están indisolublemente unidas al discurso, al lazo social.

Ahora bien, ¿qué ocurre si tratamos de pensar el semblante en el campo que nos ocupa en el Taller de Estudios sobre la Práctica entre varios? Cuando digo el campo que nos ocupa propongo pensarlo desde: la primera infancia, el autismo y la práctica entre varios. Creo que el recorrido que he propuesto hasta aquí nos daría, quizás, una primera clave para intentar elucidar algo de la categoría de semblante: podemos entenderlo como una función del significante que podemos caracterizar como ligada al nombrar las cosas, es decir lo que está en juego es el tema de la nominación o el hecho de nombrar las cosas.

En primer lugar cabría hacernos una pregunta: ¿cómo se instaura la categoría del semblante en la primera infancia? ¿Y que ocurriría en relación a este en el caso del sujeto autista? Cabe aclarar, de entrada, que no se puede pensar este tema como una generalización, y tendremos que guiarnos siempre en el caso por caso. Así que me gustaría que se tomara lo que voy a exponer simplemente como una posible aproximación para pensar este tema y no como una receta a aplicar en cada caso.

En la primera infancia es de vital importancia la instauración de lo que llamamos el semblante, entiéndase a este como una categoría en oposición a lo real, es decir, siguiendo a Enric Berenguer, se trataría de “una dimensión del semblante, en la que aún no están diferenciados lo simbólico y lo imaginario, pero en la que éste –el semblante– ya funciona como barrera frente a lo real”17.

Lo que Enric Berenguer desarrolla es que lo que permitiría en esa primera infancia diferenciar eso que es propio a cada registro es la producción de la demanda. “Por eso, puede decirse que en los niños, la función del significante que podemos caracterizar como ligada al nombrar las cosas se produce de entrada de un modo indisociable de la función del pedirlas. Así, lo que el niño nombra es lo que pide, y si nombra al Otro es solicitando su presencia. Pero pedir introduce la falta, o como mínimo su vía”18.

Llegados a este punto, cómo podemos pensar esta cuestión en el campo del autismo, es decir, en aquellos casos de niños en los que, por el motivo que sea, este circuito específico de la demanda fracasa y por ende, “no disponen del mismo instrumento para la diferenciación rápida y en cascada entre lo imaginario y lo simbólico en el campo del semblante”19. Es decir, “tampoco disponen de un instrumento fundamental que les permitiría subjetivar algo de la falta y del agujero lo que nos permitiría hablar de lo simbólico como un campo plenamente constituido y diferenciado”20.

Así, los niños con dificultades en los primeros años de vida nos permiten observar que durante un tiempo indefinido, a veces largo, en lo que se centra su trabajo es en el intento de constituir la dimensión del semblante como única barrera frente a un real que, nos dice Enric, “paradójicamente, a medida que el semblante se constituye, se define más claramente como una exterioridad absoluta. Exterioridad ésta cuyos índices de subjetivación pueden ser fenómenos de miedos y de angustias de una gran variedad, incluso imprecisión, pero que en todo caso no alcanzan el tipo de estructuración altamente simbolizada que constituye, por ejemplo, una fobia”21.

Esta indicación de Enric creo que nos da una clara orientación o una guía muy precisa para el tratamiento posible con estos niños. En primer lugar que la construcción o diferenciación de los registros de lo imaginario y lo simbólico, que vendrían a ser análogos a lo que llamamos el estadio del espejo, no corresponden a una fase o no se puede pensar desde una óptica del desarrollo, como pretendería la psicología y como quizás en algún momento podemos deslizarnos nosotros también, sino de una serie de operaciones que se pueden dilatar en el tiempo y no corresponden ni a edades ni a supuestas etapas del desarrollo.

Por otro lado que lo que sí podemos hacer es colaborar con estos niños, acompañarlos, en la instauración de la dimensión del semblante como barrera contra lo real. En toda una serie de casos, el sujeto habrá de servirse de otras vías para la producción de las funciones específicas de lo imaginario y lo simbólico, respectivamente, y así, constituirlos como tales, como registros propiamente dichos o si hablamos específicamente del autismo, sus posibles remiendos o sustitutos.

En esta orientación, precisamente nos sitúa también Antonio Di Ciaccia, cuando, nos comenta que “en el niño autista falta una base simbólica. O, para ser más precisos, lo simbólico no produce en él más falla que en otro sujeto: también él está, en efecto, en el lenguaje. Aun así debemos constatar que, en su caso, lo simbólico no es operatorio para tratar lo real”22.

Pero ¿por qué lo simbólico no tiene este poder? Di Ciaccia comenta que con Lacan podemos responder: “porque la palabra se le revela, al niño autista, en toda su crudeza. La palabra no está vestida de semblante. Es real”23.

De este modo la palabra para el niño autista, “en lugar de significar para el sujeto su distancia en relación al goce, por el contrario, es ella misma aquello por lo que el sujeto autista se encuentra confrontado al goce mortífero, al goce en exceso, al goce no regulado y no normalizado. El niño autista se encuentra por lo tanto enfrentado al hecho de que la palabra no sirve tanto para decir como para gozar”24.

Como estamos viendo pues, esta función del significante como nominación, nos muestra claramente que hay una separación entre el decir y el gozar. Pero que esta separación es un efecto del Nombre del Padre. Es, nos dice Di Ciaccia “como si normalmente el Nombre del Padre nos distrajera del hecho de que el lenguaje y el goce hacen una sola cosa. Intentamos que, a través del Nombre del Padre, el lenguaje y el goce sean dos. El niño autista no forma parte de este engaño: para él tan solo hay uno”25.

Eric Laurent en La Batalla del autismo, nos hace una indicación también muy lúcida para pensar esta función de la nominación en el caso del sujeto autista: “una palabra pronunciada, dirigida al niño, somete a este a un horror particular, como lo indicó el doctor Lacan en su Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. El acto de nominación, pensado como acto de nominación de un estado exterior, hace olvidar que la nominación traumática es la que apunta al sujeto. ¿Quién es el cuerpo al que se le intima de este modo que responda? El índice que designa un “Tú” es mucho más amenazador que el dedo que apunta a un “Eso”. La nominación del “Tú eres…” deja al sujeto autista indiferente, hostil, amenazado… presa de afectos indefinibles, pero sobretodo sin recursos. Ese “en otra parte” radical es la marca de una huella sobre el cuerpo que es imposible de tratar – salvo extrayéndola”26.

Así, como sabemos y constatamos con estas orientaciones, es que toda atención o toda demanda dirigida al niño autista es “inoperante o es pura agresión. Siendo uno lo simbólico y lo real, el primero no sirve para frenar el goce en exceso. Al contrario, lo simbólico es un medio de goce”27

Di Ciaccia nos orienta diciendo que el niño autista es un trabajador incansable que por un lado trabaja en una operación de autodefensa, la que tiene que ver con protegerse ante Otro al que se siente totalmente pegado y que le resulta amenazante; y a la vez trabaja en una operación de autoconstrucción.

Me interesa destacar esta para poner un poco de luz al tema que nos ocupa. Se trata de intentos, por parte del niño autista, sin ningún otro recurso que el sí mismo, para instaurar un mínimo de vida. Porque la vida –toda vida humana- está regida por lo simbólico: “ciertamente no se trata de un mundo regido por el Nombre del Padre, sino que se trata de un mundo regido por la estructura elemental de lo simbólico”28.

¿Pero de qué manera se introduce este mínimo ajuste simbólico? Di Ciaccia nos dice que se introduce a través de un cierto movimiento que el niño autista hace a partir de sus objetos. En concreto se trata de una serie de intentos de construcción realizada por el niño autista en los que aquello que pertenece al orden del significante –el más y el menos, el ir y el volver, el abrir y cerrar, es decir, un latido en dos tiempos– se aplica de forma automática al objeto que le es propio a su cuerpo o bien a un apéndice cualquiera que funcionalmente forma parte del cuerpo. Esta aplicación proporciona una mínima, pero eficaz, regulación del goce. Este trabajo entonces –puesto que se trata de trabajo- se produce a través de toda una serie de manipulaciones o adaptaciones del cuerpo. Pero el medio de la operación no es el significante que se sirve del cuerpo sino, por el contrario, el medio de la operación lo constituye el cuerpo mismo, o un objeto que se añade al cuerpo, y que se regula sirviéndose de ciertas propiedades –un latido, una alternancia binaria, por ejemplo- en lo que nosotros reconocemos una estructura que se desprende del orden del significante, pero que se presenta, ante el observador, como una estereotipia.

Las dos operaciones del niño autista (autodefensa y autoconstrucción) nos ofrecen un panorama sobre las dos caras de lo simbólico. Como nos dice Di Ciaccia, normalmente hay una cara que aparece en primer plano, que es la cara que frena el goce, y hay una cara escondida que es de goce. Para el niño autista –y probablemente toda psicosis– estas dos caras se invierten: la que aparece en primer plano es la cara del goce, mientras que la otra cara es relegada a un nivel de pura sucesión de significantes que no se encadenan aunque se repiten. 

Así, Di Ciaccia creo que nos propones una inmersión o una propuesta para que el niño se introduzca en la dimensión del semblante a partir del trabajo que como intervinientes podemos hacer con los sujetos autistas. Nos introduce en la dimensión del semblante a partir de: por un lado, la distinción que ofrece Miller entre el Otro de la palabra y el Otro del lenguaje, con la que se perfila una posición desde donde poder hablar y escuchar al niño autista; “se trataría de una posición creada por otros imaginarios (los intervinientes) y del Otro simbólico (no conectado al goce)”29

Por otro lado, el partenaire del niño autista en la práctica entre varios debe cumplir unas condiciones, entre las cuales “está recurrir a otros partenaires a través de un juego permutativo y calculado (un eso, no un tu), que pone en movimiento una cadena de intereses y de deseos, con la finalidad de que el niño autista pueda captar el beneficio de cambiar el real por el semblante”30.


 

Notes

1.Bassols, Miquel. ‘Algunas observaciones acerca del semblante’. Consultable en: https://miquelbassols.blogspot.com/2009/06/algunas-observaciones-acerca-del.html

2. Castro Álvarez, Eugenio. "Las ficciones de Bentham y el psicoanálisis", en Teoría de las ficciones de Bentham, Jeremy. Ed. Marcial Pons. Madrid, 2005. Pág. 41.

3. Ferrari, Adriana. "Las viejas palabras". Consultable en: http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=92

4. Ibid.

5. Bentham, Jeremy. Teoría de las ficciones. Ed. Marcial Pons. Madrid, 2005.

6. Vicens, Antoni. No todo es política en la orientación lacaniana. Editorial Gredos. Barcelona, 2018. p. 213.

7. Ibid., p. 215.

8. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 3: Las psicosis. Paidós. Madrid, 2015, pp.451-452. 

9. Vicens, Antoni. No todo es política en la orientación lacaniana, op, cit., p. 216.

10. Ibid., p. 216.

11. Ibid., p. 217.

12.Ibid., p. 214.

13. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 3: las psicosis. Op. Cit., p.263. 

14.Ibid., p. 263.

15. Vicens, Antoni. No todo es política en la orientación lacaniana, op, cit., p. 216.

16. Vicens, Antoni. No todo es política en la orientación lacaniana, op, cit., p. 215.

17. Berenguer, Enric. La instauración del semblante en la infancia temprana’. Inédito. Leído en el Seminario Interno de Formación del CDIAP de Sant Boi curso 2009 2010. 

18.Ibid.

19.Ibid.

20.Ibid.

21.Ibid.

22. Di Ciaccia, Antonio. ‘Una práctica al revés’. En Desarrollos actuales en la investigación del autismo y psicosis infantil en el área mediterránea. Barcelona, 2001. p. 85.

23.Ibid., p. 85.

24.Ibid., p. 85.

25.Ibid., p. 85.

26.Laurent, Éric. La batalla del autismo. Grama Ediciones. Buenos Aires, 2013. p. 107.

27.Di Ciaccia, Antonio. Una práctica al revés, op, cit., p. 86.

28.Ibid., p. 86.

29.Ibid., p. 94.

30.Ibid., p. 94.

Marta Berenguer

El semblante y sus (d)efectos

NODVS LVIII, juny de 2020

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