Hipertexto o la lógica del infinito

Presentación realizada en el grupo Cruïlla de recerca: Creació i Psicoanàlisi durante el curso 2007-08

  • Publicado en NODVS XXIX, juliol de 2009

Resum

El texto que se presenta a continuación se divide en tres puntos fundamentales que permiten la profundización en el concepto de Hipertexto. El pimero hace referencia a los antecedentes históricos de dicho concepto, el segundo punto explica el funcionamiento del hipertexto en su aspecto fenomenológico y el último finaliza con un análisis de los pros y los contras de este invento.

Paraules clau

Hipertexto, texto, navegación, R. Barthes,link, nodos, fragmentación, Yo.

1. Una intertextualidad como marco

Para mejor navegar por los conceptos que engloba el hipertexto, practiquemos, desde el principio, una intertextualidad llamada a enmarcar nuestra interpretación.

Traigamos a colación un trío de alusiones visionarias, que linkan con el concepto de hipertexto, desde tiempos y autores bien distintos.

La primera procede del romántico Giacomo Leopardi (1798 - 1837) y dice así:

El no poder quedar satisfecho de ninguna cosa terrena, ni, por decirlo así, de la entera tierra; contemplar la amplitud incalculable del espacio, el número y la mole maravillosa de los mundos, y hallar que todo es poco y diminuto para la capacidad de la propia alma; imaginarse el número de los mundos infinito, y el universo infinito, y sentir que nuestra alma y nuestro deseo serían todavía más grandes que un universo así; acusar siempre a las cosas de insuficiencia y de nulidad, y sentir mancamiento y vacío, y además tedio, me parece a mí el mayor signo de grandeza y de nobleza que cabe ver en la naturaleza humana (1).

La segunda cita es de E. A. Poe (1809 - 1849). Sus propuestas científicas, hoy superadas, transforman su obra, Eureka, en un poema cosmogónico. En él hace referencia a la unidad y a la infinita divisibilidad de la partícula primordial:

"Imaginemos, pues, que la partícula no se agota absolutamente en su difusión en el espacio. Supongamos que de la partícula como centro se irradian esféricamente - en todas direcciones - , hasta distancias inconmensurables pero definidas, en el espacio antes vacío, cierto número inmenso, si bien limitado, de una pequeñez imaginable pero no infinita" (2).

Ada Augusta Byron (1815 - 1852), desconocida sobrina del autor inglés y pionera de la que casi nadie dice nada, se sitúa en el origen de lo que será el hipertexto contemporáneo. Escuchémosla:

La característica que distingue la máquina analítica es que incluye el principio que Jacquard concibió para regular la fabricación, por medio de tarjetas perforadas, de los más complejos brocados. Al capacitar los mecanismos para combinar entre sí símbolos generales, en sucesiones de variedades y de extensión ilimitadas, se establece una relación entre las operaciones materiales y los procesos mentales abstractos de la rama más teórica de la ciencia matemática, y se desarrolla un lenguaje nuevo, amplio y poderoso, para su futura utilización en el análisis, las verdades del cual se podrán mejorar de manera que su aplicación sea más práctica y precisa para la humanidad (3).

Este fragmento de Ada Augusta Byron, espejea el ansia de infinito de Leopardi y la infinita divisibilidad de la materia en Poe, hasta llegar a la era cibernética. Retengamos los conceptos que estos autores nos proporcionan resumiendo, en el mismo orden y con un solo vocablo, sus intuiciones: ansia, fragmentación e hipertexto.

2. Del hipertexto en lo formal

De los cambios en el hábito de la escritura/lectura, ejercidos por las nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación o TICS, resumamos el funcionamiento del hipertexto en su aspecto fenomenológico.

La página virtual, al modo de la impresa, también cuenta con su marco. Al contorno de la página, corresponde el fragmento de la pantalla interactiva, que puede ser navegada con las barras de desplazamiento vertical y horizontal. Barras que también han sido sustituidas por la rueda deslizante del ratón (4). Estamos pues ante una primera fragmentación en el seno de la página.

La tinta ha sido sustituida por píxeles, el texto se reconvierte en imagen y la página es una pantalla abierta al llamado caosmos (5) creado por la navegación hipertextual, que se caracteriza por la noción de infinito. Pues, en la Física de Aristóteles, el infinito es una dimensión cinética, ya que el sujeto del infinito es el recorrido, y que las cosas infinitas son las que por su naturaleza no se pueden recorrer. Pensemos, por ejemplo, en la abstracción en el espacio de un punto que nunca será recorrido, o en los caminos circulares también infinitos.

Como estructura el texto es secuencial y el hipertexto no secuencial o multisecuencial. El soporte de uno es el papel y el del otro, lo electrónico-digital. El dispositivo de lectura es en uno el libro y en el otro la navegación. En el primero contamos con un índice y en el segundo con un mapa de navegación. En la morfología del contenido, el texto contiene palabras e imágenes estáticas mientras que el hipertexto es cinético e interactivo. Finalmente, un texto puede leerse en cualquier sitio y un hipertexto precisa una estación multimedia.

¿Qué elementos conforman el hipertexto? Comparado con el texto impreso, el hipertexto se fragmenta en nodos, links y anclajes.

Los nodos son bloques de texto a los que conducen los links. Los links se pulsan y para saltar a la extrainformación, al abundamiento en el mismo tema o su diseminación. Si el link conduce al nodo, el anclaje es el destino del link. Por tanto, simplifiquemos, diciendo que el link abre el texto a otros textos. Si la página virtual ofrece una navegación vertical y horizontal, a través de las barras de desplazamiento, los links saltan a otros nodos o textos, ampliando contenidos de modo que la pantalla es como un pliegue infinito pero navegable. Esta división entre el texto y los links o pasillos a otros textos, supone una segunda fragmentación.

En la escritura secuencial del texto literario, mencionemos tan sólo a Cortázar, Borges o Calvino, como algunos de los narradores que han jugado a romper la secuencialidad del texto continuo, tratando de incorporar al lector como coautor de la obra. El hipertexto corporiza este afán por romper la secuencialidad, a través de la fragmentación. Pero sería demasiado fácil acusar al hipertexto de carecer de las unidades de principio, medio y fin tal como lo explicitó en su Poética Aristóteles, puesto que cada nodo o bloque de texto conserva esa división tripartita. Lo característico del hipertexto es que ofrece una enorme pluralidad de principios, medios y finales, permitiendo toda clase de combinaciones, a gusto tanto del autor como del lector.

La navegación lectora es una metonimia, una itinerancia ya apuntada por R. Barthes quien, como visionario neoestructuralista, apuntó a una textualidad infinita en literatura (abierta, inacabada y descentrada) que hoy se superpone como descripción idónea del hipertexto electrónico:

En este texto ideal las redes son múltiples y juegan entre ellas sin que ninguna pueda reinar sobre las demás; este texto no es una estructura de significados, es una galaxia de significantes; no tiene comienzo; es reversible; se accede a él a través de múltiples entradas sin que ninguna de ellas pueda ser declarada con toda seguridad la principal; los códigos que moviliza se perfilan hasta perderse de vista, son indecibles (el sentido no está nunca sometido a un principio de decisión sino al azar); los sistemas de sentido pueden apoderarse de este texto absolutamente plural, pero su numero no se cierra nunca, al tener como medida el infinito del lenguaje (6).

La división tripartita de la trama en Aristóteles (Poética), no se pierde, pero sí se vuelve cinética. Si la trama es un todo de principio, medio o clímax y fin o desenlace, estas unidades narrativas ya no aparecen como consecutivas o secuenciales. Ya no se siguen del gesto fenomenológico de ir pasando páginas. La trama es, con los links, una posibilidad infinita. Con la navegación el lector es cocreador escogiendo / escribiendo según el itinerario multidimensional, individualmente decidido, en el laberinto de links del caosmos.

La navegación, es por tanto, la clave del hipertexto. El conocimiento o la información se organizan en forma de trayectos, navegaciones o multilíneas sobre la base de fragmentos de textos o nodos unidos por links. Navegar entre textos supone entonces la máxima fragmentación posible, el viaje por el país de los multilinks, en el que se subsumen las anteriores divisiones: la página que hay que recorrer, la presión sobre el primer link que permite saltar a otro bloque de texto y, consecuentemente, esta misma operación repetida ad infinitum.

3. La dualidad inextricable

¿Qué significa navegar por el hipertexto ¿Quién, cómo, por dónde, hasta dónde lee? ¿Yo fragmentario o yo en libertad? ¿Opción fagocitada por el discurso único o posibilidad de nueva episteme global? Tratemos de contestar creando también puntos de fuga como links que nos lleven a nuevas preguntas. Porque, sin duda, entre las ventajas de la lectura navegable y la euforia de los links se juega la diferencia entre el Deseo y el Goce.

Ante todas estas inquisiciones podemos descentrar nuestro propio discurso y tratar de responder dual y alternativamente, en pro y en contra, conectado el ansia leopardiana y la infinita fragmentación de Poe con el hipertexto.

En pro tenemos que la ancestral dualidad del autor/lector se diluye en la cocreación de la experiencia del link, estimulando una interpretación descentrada, propia de la fragmentación no secuencial a la que impele la navegación. Si nos situamos en la ventaja de este descentramiento, que provoca la navegación entre textos, topamos con la oposición del discurso único y el alumbramiento de una nueva episteme. La diseminación, la apertura y el descentramiento rompen con la idea de verdad del logocentrismo o "discurso universal fijo e inamovible" (7). Sin duda, en este nuevo paradigma late una seria dimensión política en el reconocimiento del Otro. Por eso la red oscila entre este rizoma anárquico y subjetivo del navegante/usuario y las multinacionales, gobiernos e instituciones, que se afanan en conquistar el medio hipertextual por todos los medios.

Si proseguimos con la bondad del invento observamos que el hipertexto, con sus bases de datos y sus motores de búsqueda, permite acceder a una ingente cantidad de información. Su fenomenología, sin duda, puede facilitar la obtención de contenidos y coadyuvar a la interpretación, o sea, al significado creado por cada uno o una, en nombre del subjetivismo individual, capaz de crear sus propios centros. La posible acusación se nos metamorfosea. ¿Que la percepción así fragmentada impide o dificulta la creación de significado? Será por falta de conocimiento del medio, puesto que el historial del browser recupera para el navegante /lector los puntos, guijarros o fragmentos de textos visitados. De ese modo, se pueden almacenar/memorizar las distintas páginas en el mismo orden en que fueron leídas, y así renavegar será equivalente a releer. Si el significado es cosa del sujeto, lo primordial será quién lee, no cómo o por qué medios, más o menos fragmentados, lee.

Sin duda, la clave del hipertexto navegable se funda en el uso que demos a la nueva temporalidad que inaugura. El tiempo de la navegación no transcurre igual al de la lectura en soporte papel porque la vivencia es distinta. La interpretación individual se comparte con la máquina. Ya no es una operación lógica que sólo se ancla en el sujeto y el texto secuencial. Si el Yo es la experiencia del tiempo, este puede resultar infinitamente fragmentado en el hipertexto. Es decir, la euforia de navegar por los significantes se correlaciona con una más que posible y progresiva fragmentación del Yo. Pero, ¿no es esa la misma fragmentación que conforma la interpretación? Cuando leemos y no entendemos un texto, este se vuelve un todo denso, cifrado e inescrutable. Por tanto, la multiplicación de los vacíos o blancos, los frecuentes cortes o fragmentaciones del texto, deberían acrecentar la voluntad de interpretar, porque esos vacíos o pausas, al separar también ordenan la información, anclando los núcleos de pensamiento. Al igual que en el libro o la obra, a medida que leemos creamos nuestros propios anclajes o referencias individuales. De tal modo que a todo texto ajeno, superponemos un hipertexto, que es nuestra memoria de la lectura. Equivalente a la navegación personal que efectuamos para acceder a nuestra propia interpretación. Para corroborarlo volvamos a R. Barthes:

este `yo´ que se acerca al texto ya es en sí una pluralidad de infinitos textos o códigos (8).

En contra, si queremos demonizar el hipertexto, hablemos de la euforia de los significantes. La pulsión de pasar de significante en significante a toda velocidad y, navegando, perder la operación del significado, la operación lógica de la interpretación. O sea, pasar de link a link sin detenerse a operar significativamente. Resulta así una borrachera, una adicción, una mera ludopatía metonímica. El ansia de avanzar sin memoria cortocircuita la eclosión del significado. Propicia ser consciente sólo del link en sincrónico gesto. Lo cual lo relaciona con el ahistoricismo, como un rasgo de la posmodernidad. Estamos ante el Yo fragmentado, incapaz de interpretar o dotar de significado a la lectura.

En vez de ordenar el conocimiento en prolijas hileras, la sociedad de la información ofrece cascadas de signos descontextualizados más o menos conectados entre sí (…). Se hace (así) cada vez más difícil generar relatos, órdenes, secuencias de desarrollo. Los fragmentos amenazan con convertirse en la norma. Y esto tiene consecuencias directas en nuestras maneras de relacionarnos con el conocimiento, el trabajo, y nuestro estilo de vida en un sentido amplio (9).

En la posibilidad de acceder a una ingente cantidad de información y combinarla a través de la interpretación con el buen uso del tiempo, que separa los links en pos del conocimiento, tenemos el Deseo de lo posible encarnado en el archinavegante. Al otro lado, se sitúa el Yo fragmentado perteneciente al Goce de lo imposible y su ansia de infinito, quien, por deslizantes derroteros metonímicos, prefiere la euforia de los links a toda interpretación.

De hecho, la dualidad que brinda el hipertexto, entre detenerse para significar o dejar de hacerlo, deslizándose de link en link, es la misma que alumbra todo ingenio revolucionario tendente a cambiar la episteme o forma de interpretar y conocer.

Notes

  1. Leopardi, G., Pensamientos, Valencia, Pre-textos, 1998, p. 115
  2. Poe, E.A., Eureka, Madrid, Alianza Editorial, 1982, p. 35.
  3. Byron, A.A., "La máquina analítica de Babbage"
  4. Lamarca Lapuente, Mª J., Hipertexto: El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen, Tesis Doctoral, UCM, www.hipertexto.info
  5. Deleuze, G. y Guattari, F., Rizoma, Valencia, Pre-textos, 1976, p. 15
  6. Barthes, R., S/Z, Barcelona, Paidós, 2001, p. 3. En J.M. Rubio, El lenguaje virtual. Del texto al hipertexto, www.ugr.es/ jmrubio/LH/IIC_TEXTO_HIPERTEXTO.htm
  7. Vasquez Rocca, A., El hipertexto y la lógica del laberinto: Textualidad, redes y discurso excéntrico, Instituto de Filosofía Pontificia, Universidad Católica de Valparaíso, en Revista Latinoamericana de Filosofía Aplicada (RLFA).
  8. Barthes, R., op. cit., p. 10.
  9. Hylland E., Thomas, Tyranny of the Moment: Fast and Slow in the Information Age, en Z. Bauman, Vida de consumo, Madrid, FCE, 2007, p. 64.

Bibliografia

Barthes, R., S/Z, Barcelona, Paidós, 2001. En J.M. Rubio, El lenguaje virtual. Del texto al hipertexto, www.ugr.es/ jmrubio/LH/IIC_TEXTO_HIPERTEXTO.htm

Byron, A.A., "La máquina analítica de Babbage"

Deleuze, G. y Guattari, F., Rizoma, Valencia, Pre-textos, 1976

Hylland E., Thomas, Tyranny of the Moment: Fast and Slow in the Information Age, en Z. Bauman, Vida de consumo, Madrid, FCE, 2007.

Leopardi, G., Pensamientos, Valencia, Pre-textos, 1998.

Lamarca Lapuente, Mª J., Hipertexto: El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen, Tesis Doctoral, UCM, www.hipertexto.info

Poe, E.A., Eureka, Madrid, Alianza Editorial, 1982.

Vasquez Rocca, A., El hipertexto y la lógica del laberinto: Textualidad, redes y discurso excéntrico, Instituto de Filosofía Pontificia, Universidad Católica de Valparaíso, en Revista Latinoamericana de Filosofía Aplicada (RLFA).

Sara Fernández de Azcárate

Hipertexto o la lógica del infinito

NODVS XXIX, juliol de 2009

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