Sobre “la segunda muerte”

Referencia del Seminario VII: Sobre “la segunda muerte” en Juliette, vol. II, del Marqués de Sade, en Colección Espiral/ficción, Ed. Fundamentos, Madrid.

  • Publicado en NODVS III, juliol de 2002

Resum

La presente referencia del Seminario VII: Sobre “la segunda muerte” en Juliette, vol. II, del Marqués de Sade, comienza ubicando las referencias que Lacan hace a Sade en su obra. Luego desarrolla el tema del “Sistema del Papa Pío VI”: el problema de la segunada muerte, una larga disertación con la que se concluye la cuarta parte de Juliette. Finalmente, retoma el Seminario VII y la propuesta de Lacan en relación a la cadena significante y a la pulsión de muerte.

Paraules clau

crimen, ética, lo bello, segunda muerte, das Ding, la Cosa, goce, pulsión, Papa Pío VI, Ser-supremo-en-maldad, Ser-supremo-en-bondad, deseo, ley moral, prohibición, Sade, Lacan, Freud, Kant, Hegel, San Agustín, tragedia

1.- Sade en Lacan:

La primera referencia de Sade que he encontrado en la obra de Lacan, está en la Clase 28, titulada “Tú eres ese a quien odias”, del 2 de Julio de 1958 del Seminario V1 . Allí Lacan convoca a Sade para ilustrar un punto oscuro de la relación entre el deseo y la naturaleza que sitúa como el trasfondo no sólo de toda la filosofía de la Ilustración sino también de la literatura llamada erótica.

Pero de un modo muy particular, apela a Sade para ilustrar el lugar y la función del Otro como lugar de la demanda: “... Si esta demanda es demanda muerte, es que las primeras relaciones del obsesivo con el Otro, como nos enseñan Freud y la teoría analítica, han consistido esencialmente en esta contradicción- que la demanda dirigida al Otro del que todo depende tiene como horizonte la demanda de muerte”...

La siguiente referencia está ya en el Seminario VII, en la primera clase, la del 18 de Noviembre de 1959, titulada “Nuestro Programa” 2 : “Dios, como autor de la naturaleza, es conminado para dar cuenta de las anomalías más extremas cuya exigencia nos proponen el marqués de Sade, Mirabeau y Diderot, (...) Quien se somete a la ordalía y vuelve a encontrar, en último término, sus premisas; a saber, el Otro, ante el cual esa ordalía se presenta, el Juez, al fin de cuentas de la misma. Es esto lo que da su tono propio a esta literatura que nos presenta la dimensión del erotismo de una manera quizá nunca hallada de nuevo, inigualable.”

El comentario de Lacan que sigue a esta primera aparición de Sade en el texto, añade, a esa función de ilustrar el lugar del Otro, la de servir de contrapunto para volver a situar la originalidad de Freud y para sustraer al psicoanálisis de la inercia complaciente que se sigue de la ética de los bienes. Una y otra vez Sade va a ser convocado por Lacan para ilustrar bajo esta forma de contrapunto alguno de los temas centrales de este Seminario.

Sade vuelve a ser convocado en la clase 6, “De la Ley Moral” 3 , para servir, con su Filosofía en el tocador, de contrapunto, a la Crítica del Juicio de Kant. A la pretensión de fundamentación de la ley moral en Kant, Sade responde con la “inversión” de los imperativos morales; a las leyes del Decálogo, Sade responde con su “exacto revés”.

En suma, “Kant es de la opinión de Sade”, dice Lacan, porque para “alcanzar absolutamente das Ding, para abrir todas las compuertas del deseo, ¿qué nos muestra Sade en el horizonte? Esencialmente, el dolor. El dolor del prójimo y también el propio dolor del sujeto, pues en este caso no son más que una única y misma cosa. No podemos soportar el extremo del placer, en la medida en que consiste en forzar el acceso a la Cosa”.

Se trata de explorar el problema ético que ha quedado planteado en los términos de la relación de la Cosa con la Ley: “La relación dialéctica del deseo y de la Ley hace que nuestro deseo sólo arda en una relación con la Ley, por la cual deviene deseo de muerte”

La referencia a Sade desaparece completamente del conjunto de capítulos agrupados bajo el epígrafe “El problema de la sublimación” (capítulos VII al XII), pero vuelve, ahora ya como una referencia central, en los capítulos agrupados bajo el epígrafe “La paradoja del goce” (capítulos XIII al XVIII) y en los capítulos agrupados bajo el epígrafe “La esencia de la tragedia (capítulos XIX al XXI) 4 .

Nos volvemos a encontrar aquí con esa función de “ilustrar por contrapunto”, cuando ponemos en relación los temas tratados en los capítulos sobre “El problema de la sublimación”, con las referencias a Sade que aparecen en los capítulos sobre “La paradoja del goce”: así, el problema de creación, el problema del bien supremo, la función central del vacío en relación con el deseo, etc. En este sentido, los capítulos sobre la sublimación son una preparación para “distinguir bien la función del significante de la creación de significación mediante el uso metonímico y metafórico de los significantes” 5 . Esta distinción es la que construye Lacan para permitirnos transitar el estrecho nudo del deseo y de la Ley en su genealogía histórica y reconocer su lugar y su función en el texto de Freud.

Efectivamente, Sade vuelve a ser convocado por Lacan como contrapunto a Freud, como elemento tercero entre El malestar en la cultura y Más allá del principio del placer, para pensar el problema de mal y el problema de la interdicción del goce y sus consecuencias, para pensar ese infierno interior que forma el núcleo del problema ético. Es en este contexto en donde Lacan hace referencia por primera vez al “Sistema del Papa Pío VI”, p.2386 . Curiosamente, Lacan no habla aquí de la doctrina sobre “la segunda muerte”, núcleo central del sistema del Papa Pío VI, si no de elementos previos que sostienen la tarma de la novela: el goce de la destrucción, la virtud propia del crimen, el mal buscado por el mal, el ser-supremo-en-maldad; pero, sobre todo, la visión de la Naturaleza como una inmensa máquina ciega en su determinismo, que tiene como primera ley restablecer el equilibrio: “vasto sistema de atracción y de repulsión del mal por el mal (...) en una suerte de armonía invertida” dirá Lacan.

Lacan hace una mención particular al personaje de Saint-Fond que aparece en la novela de Juliette, como el único de entre los libertinos que cree en Dios, que sostiene su existencia y la omnipotencia del poder creador, como condición necesaria para la realización absoluta del mal. Su discurso7 es una inversión del ser-supremo-en-bondad propuesto por San Agustín. Efectivamente, Sade que parte de una concepción hobbesiana del estado natural del hombre por el cual la maldad es consustancial a su naturaleza, hace en la disertación que da Saint–Fond una inversión de la concepción agustiniana del bien. Para San Agustín8 , como fue dicho en la última sesión del seminario, el mal no es concebido como categoría positiva, es decir, no tiene existencia si no que es una excepción a un bien hipostatizado.

La disertación de Saint-Fond, es una réplica a otra disertación sobre el dogma del infierno en la que se niega la existencia de Dios y del castigo eterno. Saint-Fond, una especie de Ministro del Interior del Antiguo Régimen, defiende la necesidad de un Dios creador y eterno y la existencia eterna del alma humana:
“Levanto mis ojos sobre el universo, y veo el mal, el desorden y el crimen reinar por todas partes (...) ¿qué ideas surgen de este examen? Que lo que nosotros llamamos impropiamente el mal no lo es realmente, y es tan necesario para las intenciones del ser que nos ha creado, que dejaría de ser dueño de su propia obra si el mal no existiese universalmente sobre la tierra (...) una mano cualquiera ha creado necesariamente todo lo que veo, pero no lo ha creado más que para el mal, sólo se complace en el mal, el mal es su esencia y todo el mal que nos hace cometer es indispensable para sus planes (...) ha creado el mundo en el mal; lo sostiene por el mal; lo perpetúa desde el mal; debe existir impregnado en el mal; y vuelve al seno del mal después de su existencia”...

Lacan prosigue puntualizando qué nos enseña Sade con esa tentativa de franquear los límites del otro como el semejante desde “un juego simbólico”, el texto. Además puntualiza dónde situar la obra de Sade y subraya dos rasgos bien evidentes del texto sadiano: el primero,“el desafío a la sensibilidad” con el efecto de estupefacción que es su consecuencia; el segundo, el aburrimiento que acompaña su lectura que Lacan lo coloca del lado de “la respuesta del ser” cuando se aproxima a un territorio “psíquicamente irrespirable”.

Lacan concluye mostrando las dos consecuencia que se siguen de la versión del imperativo sadiano que se articula en el texto de Juliette como ley fundamental: “présteme la parte de su cuerpo que pueda satisfacerme un instante y goce, si eso le place, de la del mío que pueda serle agradable”. Por un lado el cuerpo del prójimo se fragmenta; por el otro, la víctima sobrevive y ni siquiera se degrada.

Es en la clase 16, “La Pulsión de Muerte”, 4 de Mayo de 1960, donde Lacan, tras una nueva vuelta a la función del deseo y el problema del goce a partir de contraponer los textos de Kant, Marx, y Hegel con el de Freud, apela a Sade, “a la fábula de Sade” para ilustrar que la pulsión no puede ser entendida sólo en su dimensión energética sino que entraña una ”dimensión histórica” 9 en su funcionamiento. Para ilustrar este punto Lacan vuelve a introducir la referencia al “Sistema del Papa Pío VI” y lee un largo párrafo en el que aparece el problema de la segunda muerte10 .

2.- El sistema del Papa Pío VI: el problema de la segunda muerte

El “Sistema del Papa Pío VI” 11 es una larga disertación con la que se concluye la cuarta parte de Juliette.

La novela Juliette o las prosperidades del vicio fue publicada en 1797 en seis volúmenes y es la obra más extensa de Sade. Como en el resto de sus obras, aquí también, el libertino sadiano se dedica al vicio como el santo a la virtud: en cuerpo y alma; de eso se trata, del arte de hacer de la vida la reunión completa de práctica y teoría. Las escenas eróticas y las disertaciones filosóficas sobre cuál es el sentido de lo creado y cuál es el límite del acto, se suceden acumulando detalles y peripecias como modos de reunir las dos fuentes que rigen la acción humana: el interés, bajo la forma de lo útil; y lo que llama “el goce moral” o el goce de la trasgresión que como tal, es independiente del goce producido por los sentidos y al que se añade sin confundirse con él.

El encuentro entre Juliette y el Papa viene precedido de una serie de recomendaciones en las que el mediador aconseja a Juliette sobre el comportamiento a seguir: “... siente horror por el artificio y ama lo natural”, así es descrito el Papa Pío VI en el texto. Y lleva, desde su inicio, la marca del combate entre espíritu libre e ilustrado, por un lado, y el oscurantismo, por el otro. Su tono es el de una disputa filosófica: “¡Obispo de Roma! –exclama Juliette– acabad ya con esa altanería insolente con una mujer lo bastante filósofa para apreciaros”. Juliette prosigue con una larga disertación de sobre la naturaleza del poder, sobre las pretensiones de la Iglesia y sus Papas que concluye diciendo: “te asombras al ver que sé tanto; ... así es como se educa ahora a todos los niños de mi patria: se han desvanecido los siglos de error” 12 .

Por tanto, una Juliette librepensadora, defensora de la luz de la razón contra el oscurantismo de la fe, convencida del poder de la educación en la lucha contra la esclavitud de la creencia, convoca a Pío VI a que abandone el confort del engaño que la religión le da y se atreva a presentarse ante ella como filósofo y no como Papa. Cuatro son las condiciones que Juliette le pone al Papa para entregarse, la “disertación filosófica sobre el asesinato” es la segunda de las cuatro.

Tras un breve dialogo en el que el Papa enuncia la primera de las leyes: “ la autoconservación ... sin importar a expensas de quién.” 13 , y Juliette ubica el núcleo de la satisfacción de la que se trata: no sólo del “antagonismo del dolor y del placer” sino sobre todo de “la excitación moral”, el gusto por el asesinato va a ser considerado como una de las leyes de la naturaleza en una larga disertación que el propio Sade nombra como el Sistema del Papa Pio VI.

Resumen del sistema:
1ª parte:
la civilización contraviene a la naturaleza o las virtudes de los hombres son vicios para la naturaleza.

El punto de partida es la observación de ese peculiar rasgo de la naturaleza humana que consiste en creerse “el favorito del cielo” y no una criatura más allí donde en realidad no es sino una débil e informe producción de las manos de esta madre ciega que es la naturaleza. Los seres son el resultado de leyes ciegas. Son efecto y como tales no pueden afectar a la causa.

La naturaleza ha producido a pesar de ella; el hombre ha sido producido a pesar de él. ¿Qué relación queda entre el productor y el producto una vez la operación se ha producido? Ninguna. “Una vez lanzado, el hombre no le debe ya nada a la naturaleza; una vez que la naturaleza lo ha lanzado, ya no puede nada sobre el hombre; todas sus leyes (las del hombre) son particulares (...) esas leyes son las de su conservación personal... de su multiplicación, leyes que sólo le afectan a él que dependen de él pero que de ningún modo son necesarias para la naturaleza” 14 .

A los ojos de la naturaleza todo cambia. Si el hombre se multiplica, se equivoca, porque le quita a la naturaleza el honor de un fenómeno nuevo, “(la naturaleza) jamás hace nada inútil (...) nuestra multiplicación, que sólo es ya una de las leyes inherentes a nosotros, perjudica pues decididamente a los fenómenos de los que la naturaleza es capaz. De esta forma, lo que nosotros consideramos virtudes se convierten en crímenes a sus ojos. Al contrario, si las criaturas se destruyen, tienen razón respecto a la naturaleza, porque entonces dejan de usar una facultad recibida (...) y vuelven a poner a la naturaleza en la necesidad de desarrollar una de sus más hermosas facultadas, que mantenía encadenada por su inutilidad (...)”15.

La civilización contraría a la naturaleza al castigar la destrucción y proteger la procreación. Las guerras, las hambrunas, las epidemias, la crueldad de los tiranos, los crímenes del malvado... su persistencia en el tiempo “¿no nos prueban de una forma incontestable que todas nuestras leyes son contrarias a las suyas y que ella? La conclusión es clara: las virtudes sociales son vicios para la Naturaleza y la razón exige de acuerdo a las leyes naturales.

Pero, como dice Sade, “Vayamos más lejos. Ese asesino que cree que destruye, (...) probémosle por hechos (...) que ni si quiera hay honor que destruir; que la destrucción de la que se vanagloria (...) o con la que estremece (...) es enteramente nula y desgraciadamente le es imposible lograrla” 16 . Pues con su acto no hace sino colaborar con la Naturaleza en sus nuevas creaciones.

“El principio de la vida, en todos los seres, no es otro que el de la muerte; recibimos y alimentamos dentro de nosotros los dos a la vez. En ese instante que llamamos muerte, todo parece disolverse; lo creemos así por la excesiva diferencia que entonces encontramos en esa porción de materia que ya no parece animada; pero esta muerte es tan solo imaginaria, no existe más que figuradamente y sin ninguna realidad. La materia, privada de esa otra porción sutil de materia que le comunicaba el movimiento, no se destruye por eso; no hace mas que cambiar de forma, se corrompe y aquí tenemos ya una prueba del movimiento que conserva...”

Por último, no hay una diferencia esencial entre esta primera vida, la que recibimos, y esa segunda que es a la que se llama muerte: “Porque la primera se hace mediante formación de la materia que se organiza en la matriz de la hembra, y la segunda es igualmente materia que se renueva y se reorganiza en las entrañas de la tierra (...) la primera necesita una especie de materia corrompida, la segunda la materia putrefacta. Y esta es la única causa de esa inmensidad de creaciones sucesivas” 17 .

Los vicios y las virtudes de nuestro sistema social, como ya ha sido dicho, no son nada. Ahora bien, los vicios son más necesarios que las virtudes, pues son creadores, mientras que las virtudes sólo son creadas o, si así se prefiere, ellos son causas mientras que ellas no son más que efectos.

El puro impulso de naturaleza es obstruido por sus propias formas como lo demuestra la existencia del caos y del conflicto, este desorden tiene que ser restituido al orden y “son pues los crímenes del hombre los que (...) mantienen el universo en ese perfecto equilibrio” 18 . Nada nace, nada perece en esencia, todo es sólo acción y reacción de la materia.

2ª parte: Llegados a este punto, vayamos más allá: la necesidad de la segunda muerte.

“Para servirla (a la naturaleza) mejor todavía sería preciso poder oponerse a la regeneración resultante del cadáver que enterramos. El asesinato no quita más que la primera vida al individuo que abatimos; sería necesario poder arrancarle la segunda para seguir siendo útil a la naturaleza; porque lo que ella quiere es la destrucción: está fuera de nuestro alcance el darle a nuestros asesinatos toda la extensión que ella desea” 19 . Este es el punto culminante del Sistema: por mor del poder de la palabras se abre ante el lector un espacio nuevo resultado de la tensión entre la necesidad y la imposibilidad.

Tras la demostración del sistema por los hechos, Pío VI se consagra a mostrar su completa concordancia con los autores, con las ideas de Montesquieu y Voltaire, a los que cita, y también con las de Rousseau (al que no cita). Para concluir su disertación mostrando que es falaz el razonamiento que afirma que el asesinato ofende a la naturaleza porque el que lo comete al cometerlo se estremece a pesar suyo, pues como señala Sade, la causa de ese trastorno está en la prohibición, “solo de la prohibición, nace el terror sentido” 20 .

La naturaleza carece de voz; la que suena dentro de nosotros no es más que la del prejuicio, y el prejuicio se elimina con educación y voluntad. Pero en cualquier caso, “esa voz tampoco nos dicta que no hagamos a los otros lo que no queramos que nos hagan a nosotros: si queremos escucharla encontraremos justamente todo lo contrario.

“Recuerda, nos dice la naturaleza, en lugar de eso, sí, recuerda que todo lo que no quieras que te hagan, es precisamente lo que tienes que hacer para ser feliz (...); porque en mis leyes está que os destruyáis todos mutuamente; y la forma de lógralo es lesionando a tu prójimo” 21 .

Y concluye con un lamento, el lamento por la imposibilidad de darle a nuestros actos la extensión que la Naturaleza desea: “¡Oh tú!, debemos decirle, tú, fuerza ciega e imbécil cuyo resultado involuntario soy, tú que me has echado sobre este globo con el deseo de que te ofendiese y que sin embargo no puedes promocionarme los medios, inspira entonces a mí alma encendida algunos crímenes que te sirvan mejor que los que dejas a mi disposición. (...) Cuando haya exterminado de la tierra a todas las criaturas que la cubren, estaré muy lejos de mi fin porque te habré servido... ¡madrastra!... ¡y porque no aspiro más que a vengarme de tu estupidez o de la maldad que haces sentir a los hombres al no ofrecerle jamás los medios de entregarse a las más espantosas inclinaciones que tú le inspiras!” 22

3ª y última parte: la historia del crimen es la historia natural de la humanidad.
Tras las pruebas por lo hechos, y las pruebas según las opiniones autorizadas, concluye con la prueba mediante ejemplos que muestra como en todos los tiempos y en todas la civilizaciones, al hombre le encantó destruir y a la naturaleza permitírselo. “En una palabra, el asesinato es una pasión como el juego, el vino, los hombres, las mujeres (...) es imposible hartarse de él23 ”.

3.- La *la segunda muerte* en el Seminario 7

Volvamos a Lacan. ¿Qué subraya? Que es por la cadena significante que se constituye como posibilidad ese lugar y que es también por ella, que podemos representarnos ese más allá del retorno de lo inanimado dónde ubica la pulsión de muerte. “No es que la pulsión que Freud nos aporta –dice Lacan- sea una noción científicamente injustificable, sino que ella es del mismo orden que el sistema del Papa Pío VI, la noción de la pulsión de muerte es una sublimación creacionista, vinculada con ese elemento estructural que hace que, desde el momento en que tenemos que vérnosla en el mundo con cualquier cosa que se presente bajo la forma de la cadena significante, hay en algún lado (...) el más allá de la cadena, el ex nihilo sobre la que se funda y se articula como tal.” 24

Ese lugar estructural resultante de la acción misma de la cadena significante, por el que somos afectados pero del que somos ignorantes, respecto de cual somos efecto sin causa, ese lugar, ese más allá de la muerte y la putrefacción nos es indicado por la experiencia de lo bello. Lacan convoca a la tragedia antigua para mostrarlo, para mostrar de dónde toman los héroes clásicos esa mezcla de fascinación y de temor con las que nos atrapan. La segunda muerte imaginada por Sade, es utilizada por Lacan como contrapunto de la tragedia antigua, para mostrar lo que “a los cristianos” ya no nos resulta accesible sino es por la torsión excéntrica de la obra del Marqué de Sade, cierto espacio libre “donde la muerte se insinúa en la vida”, “como la sincronía opuesta a la diacronía”.

Notes

  1. El Seminario de Jacques Lacan. Libro V: Las formaciones del inconsciente,1957-1958, Paidós, Buenos Aires, 1999,p. 504
  2. El Seminario de Jacques Lacan. Libro VII: La ética del Psicoanálisis, 1959-1960, Paidós, Buenos Aires, 1988, p. 13
  3. Op. Cit.,Clase 6,De la Ley Moral. 23 de Diciembre de 1959, p.95-100
  4. La referencia a Sade y de un modo particular al tema de “la segunda muerte”, seguirá siendo central en los dos seminarios siguientes 1960-1961 y 1961-1962, así la volvemos a encontrar en el Seminario VIII, “La transferencia”, en la Clase 1 del 16 de Noviembre de 1960, en la Clase 3 de 30 de Noviembre de 1960, en la Clase 6 de 21 de Diciembre de 1960, en la Clase 7 del 11 de Enero de 1961, en la Clase 9 del 25 de Enero de 1961, y en la Clase 20, “Le nom de Sygne”, de 3 de Mayo de 1961; también la encontramos en el Seminario IX, La Identificación, en la Clase 1 del 15 de Noviembre de 1961, en la Clase 15 del 28 de Marzo de 1962, en la Clase 21 del 23 de Mayo de 1962, en la Clase 22 del 30 de Mayo de 1962, y por último, en la Clase 26 del 27 de Junio de 1962.
    Este lugar central concluye con su gran texto sobre Sade, “Kant con Sade”, publicado en la revista Critique, núm. 191, abril de 1963 (Escritos 2). A partir de aquí, silencio, un largo silencia hasta la última referencia que he encontrado al tema de la segunda muerte, en el Seminario XVII. El reverso del psicoanálisis, en la Clase 6,’Verdad, hermana del goce’. De 21 de Enero de 1970.
  5. El Seminario de Jacques Lacan. Libro VII: La ética del Psicoanálisis, 1959-1960, Paidós, Buenos Aires, 1988,Clase 13, La muerte de Dios. 16 de marzo de 1960, p.204
  6. Op. Cit., Clase 15, El goce de la trasgresión. 30 de Marzo de 1960
  7. Marqués de Sade: Juliette, vol. I, Editorial Fundamentos, Madrid, 1984, p. 444-452.
  8. Neus Carbonell, Referencia al texto de San Agustín Confesiones, libro VII, cap.XII, presentada en el S.C.F. de Barcelona el 20.4.2002
  9. El Seminario de Jacques Lacan. Libro VII: La ética del Psicoanálisis, 1959-1960, Paidós, Buenos Aires, 1988, p. 253
  10. Op. Cit. p.: 254-255.
  11. Marqués de Sade: Juliette, vol. 2, Editorial Fundamentos, Madrid, 1984, p. 405-444.
  12. Marqués de Sade, Op. Cit., p. 394.
  13. Marqués de Sade, Op. Cit., p. 396.
  14. Op. Cit., p. 407
  15. Op. Cit., p. 408
  16. Op. Cit., p.410
  17. Op. Cit., p.412
  18. Op. Cit., p.413
  19. Op. Cit., p.414
  20. Op. Cit., p.423
  21. Op. Cit., p.424
  22. Op. Cit., p.425
  23. Op. Cit., p.426-444
  24. El Seminario de Jacques Lacan. Libro VII: La ética del Psicoanálisis, 1959-1960, p. 257.

Bibliografia

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Georges Bataille:
“Sade” en La littérature et le mal, Folio Essais, Gallimard, 1957, pp.:77-96
Simone de Beauvoir:
El Marqués de Sade, (título original: “Faut-il brûler Sade?”), Ediciones Siglo XX, Buenos Aires, 1975.
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Sade et Lautremont, Les Editions de Minuit, París, 1963.
Neus Carbonell,
“Referencia al texto Confesiones, libro VII, cap.XII de San Agustín”, (reseña bibliográfica), NODVS (Revista Digital de la Sección Clínica de Barcelona), Abril del 2002.
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Marqués de Sade:
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Los crímenes del amor, Editorial Babilonia, Madrid, 1991.
Julio Seoane Pinilla
La Ilustración heterodoxa: Sade, Mandeville y Hamann, Editorial Fundamentos, Madrid, 1998.
Xavier Giner Ponce

Sobre “la segunda muerte”

NODVS III, juliol de 2002

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