Lectura del artículo de Karen Horney Sobre la génesis del complejo de castración en la mujer

Trabajo presentado el 29 de mayo de 2002 en la mesa de lectura conducida por Rosa Calvet

  • Publicado en NODVS III, juliol de 2002

Resum

Este trabajo de lectura del artículo de Karen Horney Sobre la génesis del complejo de castración en la mujer está dividido en tres secciones. En la primera, Àngels Domingo ha reunido las diferentes referencias clínicas contenidas en el artículo.  En la segunda, Francisco Amella realiza un resumen del mismo. Finalment, Nicanor Mestres nos acerca a las referencias contenidas en la pág. 295 del cap. XVI del Seminario V (Las formaciones del inconsciente) de Jacques Lacan, acerca de las insignias del Ideal, donde se mencionan explícitamente los trabajos de K. Horney y de H. Deutsch.

Paraules clau

complejo de castración, Ideal del Yo, envidia del pene, identificación, homosexualidad femenina

Este trabajo, con un contenido más extenso que el que ahora muestra, fue presentado el día 29 de mayo en la mesa de lectura conducida por Rosa Calvet. Lo hemos dividido en tres secciones:

- en la primera, Àngels Domingo ha reunido las diferentes referencias clínicas contenidas en el artículo de manera que cada caso (denominados por Karen Horney como «X», «Y» y «Z») pudiera seguirse por separado (en el texto original, las referencias a estas tres pacientes femeninas van apareciendo a tenor de las cuestiones que, vez por vez, Karen Horney aborda);

- en la segunda, Francisco Amella resume el contenido del artículo; dado que las referencias clínicas han sido tratadas en la sección precedente, el resumen se limita a señalar dónde van insertas dichas referencias en el texto original;

- por último, Nicanor Mestres nos acerca a las referencias contenidas en la pág. 295 del cap. XVI del Seminario V (Las formaciones del inconsciente) de Jacques Lacan, acerca de las insignias del Ideal, donde se mencionan explícitamente los trabajos de K. Horney y de H. Deutsch.

Sección 1ª: Los casos expuestos por Karen Horney en Sobre la génesis del complejo de castración en la mujer (Àngels Domingo)

Manifestaciones sintomáticas y asociaciones:

Paciente Y

Presenta una neurosis obsesiva.

- Manifiesta una conexión entre el erotismo uretral y el instinto escoptofílico. En análisis expresó un deseo de la época de su niñez: “Yo también quisiera tener un genital que pudiera mostrar, como mi padre, cada vez que orino”.
- Practica la masturbación de una forma peculiar, que representa su deseo de orinar como su padre.
- Tiene sentimientos muy intensos de angustia como consecuencia de la idea que los demás la ven cuando se masturba (instinto escoptofílico).
- Asociaba la idea de que a los varones se les permite sostener su órgano genital mientras orinan como un permiso para que se masturben.
- Aparecen fantasías de violación, como un hecho real para la paciente, relacionadas fundamentalmente con su padre.
- Sus fantasías de castración se revelan a través de imaginar que no estaba constituida normalmente en la zona genital y sentía como si hubiera sufrido algún daño en sus genitales.
- Duda sobre la realidad de sus fantasías y violación. (Esta duda, también en otros casos, tiene su origen en la duda del propio sexo).
- Antes del análisis la paciente insistió en someterse a seis operaciones de laparotomía; algunas se realizaron a causa de sus dolores.

 

Paciente X

 

- La relación de amor por el padre le parecía muy real: Evocó cómo su padre le había cantado una canción de amor y con el recuerdo brotó un grito de desilusión y desesperanza: “Y, sin embargo, todo era mentira”.
- A veces se sentía impulsada compulsivamente a comer gran cantidad de sal. (Su madre se había visto obligada a comer sal a causa de unas hemorragias pulmonares ocurridas cuando la paciente estaba en la primera infancia; ésta había interpretado dichas hemorragias inconscientemente como señales del intercambio sexual entre sus padres).
- Sentía la necesidad de confesarse ante todo nuevo objeto de amor: se consideraba inconscientemente una prostituta por su anhelo de sufrir la misma experiencia por la que había pasado su madre con su padre.
- Expresaba fantasías en las que imaginaba haber sido poseída sexualmente por su padre, sobre una base de identificación con su madre.
- Esta fantasía se presenta en la imaginación como un hecho real.
- Solía deleitarse con los recuerdos infantiles, a los que llamaba el paraíso de su infancia. Esta desilusión estaba relacionada en su memoria con un castigo injusto que recibió de sus padres a los 5 o 6 años. En análisis salió a relucir una relación de esta injusticia con la coincidencia del nacimiento de su hermana, donde ella se sintió suplantada respecto al cariño paterno. Pero detrás de los celos hacia la hermana se hicieron evidentes los celos terribles hacia su madre, relacionándolo con “Mi madre siempre tenía bebés”.
- Aparece en análisis el sentimiento reprimido de que su padre le era infiel.
- En su vida adulta se enamoraba, ante todo, de un sustituto paterno y después encontraba que el hombre le era infiel.
- Manifiesta sentimientos de culpa.
- Aparecía un intenso deseo de tener un hijo (con el padre).

 

Paciente Z

 

- Presenta síntomas de neurosis obsesiva.
- Aparecía un intenso deseo de tener un hijo (su madre tuvo un hijo varón cuando la paciente tenía dos años); la paciente cree haber observado el coito parental.
- Presenta un terror vívido al embarazo y al parto.
- Manifiesta alardes de masculinidad.
- Aparece la envidia y la ira hacia el hermano por haberla desalojado de su posición de hija única.
- Manifiesta actitudes de venganza hacia los hombres con fantasías de castración intensas.
- Manifiesta repudio de las tareas y funciones femeninas, en especial las del embarazo.
- Manifiesta una fuerte tendencia homosexual inconsciente.
- Siguió la misma profesión que su padre.
- Después de la muerte de su padre, adopta con la madre actitudes de marido exigente que da órdenes.
- En análisis, la paciente manifiesta haber exclamado con satisfacción “Igual que papá” en cierta ocasión en que había dejado escapar un eructo.
- Aparece la duda en la confusión entre realidad y fantasía. Siente una angustia intensa cuando un hombre parece atraído hacia ella, por el temor a la confusión entre imaginación o realidad. La misma duda aparece en el momento de casarse, por si ello fuera sólo producto de su imaginación.
- Aparece un sueño donde imagina que es atacada por un hombre, lo derribaba dándole un golpe en la nariz y después le pisoteaba el pene con el pie. Deseaba acusar al hombre pero se abstenía de hacerlo por temor a haber imaginado la escena.
- No llegó a la elección objetal completamente homosexual. A través del análisis la paciente se liberó de la envidia del pene y del deseo de ser hombre y “se convirtió en una verdadera mujer que deseaba tener hijos”

 

Sección 2ª: resumen del contenido del artículo (Francisco Amella)

En las conclusiones del artículo de K. Horney encontramos resumido el desarrollo y las tesis de su trabajo:

«Me preocupaba el problema de determinar si el descontento con el papel sexual femenino como resultado de la envidia del pene es realmente el principio y el fin del complejo de castración de las mujeres. Hemos visto que la estructura anatómica de los genitales femeninos tiene en verdad una gran importancia en el desarrollo mental de las mujeres. Es indiscutible, asimismo, que la envidia del pene condiciona esencialmente las formas en que se manifiesta en ellas el complejo de castración, pero deducir por eso que el repudio de su femineidad está basado en esa envidia del pene me parece inadmisible. Por el contrario vemos que la envidia del pene no impide de ningún modo una vinculación afectiva profunda y completamente femenina con el padre y que, sólo cuando esta relación sufre un quebranto a causa del complejo de Edipo (exactamente como en las correspondientes neurosis masculinas) la envidia del pene conduce a la revulsión del papel sexual propio del sujeto. […] el temor de castración del hombre neurótico (detrás del cual acecha un deseo de castración cuya importancia, en mi opinión, nunca se recalcó suficientemente) corresponde en forma exacta al deseo neurótico de la mujer de poseer un pene. Esta similitud sería mucho más notable si no fuera porque la actitud íntima del hombre hacia la identificación con la madre es diametralmente opuesta en dos aspectos a la de la mujer respecto de su identificación con el padre: en el hombre, el deseo de ser mujer no sólo está reñido con su narcisismo consciente, sino que es rechazado por una segunda razón, o sea, que la idea de ser mujer implica al mismo tiempo la realización de todos sus temores de castigo que están centrados en la zona genital. En la mujer, por otra parte, la identificación con el padre es confirmada por antiguos deseos orientados en la misma dirección y no lleva consigo ningún tipo de sentimiento de culpa, sino más bien un sentido de absolución. No obstante, se llega, debido a la relación que existe según creo entre las ideas de castración y las fantasías incestuosas respecto del padre, al resultado ominoso —opuesto al de los hombres— de que el hecho de ser mujer entraña un sentimiento de culpabilidad. » (p. 18 - Todas las citas corresponden a la traducción española de este artículo, publicada en "El Buscón, referencias bibliográficas", n. 1)

Tendríamos, pues, las siguientes cuestiones:

 

- relación del complejo de envidia del pene con el de castración en las mujeres: ¿son reductibles el uno al otro?;
- relación del complejo de envidia del pene con el repudio de la femineidad: ¿son reductibles el uno a la otra? Cuestiones implicadas: la posición femenina, la relación con el padre, la intervención del complejo de Edipo y el rechazo del papel sexual femenino;
- importancia de la estructura genital femenina en el desarrollo psicológico de las mujeres;
- relación entre el complejo de castración, las fantasías incestuosas y la identificación con el padre;

 

De entre estas cuestiones podemos entresacar, y a nuestros efectos adelantar, las siguientes conclusiones:

 

- el complejo de castración y el de la envidia del pene no son equivalentes el uno al otro;
- el rechazo a la femineidad en las mujeres tampoco puede considerarse equivalente al complejo de envidia del pene, pues éste no impide una vinculación plenamente femenina con el padre;
- cuando dicha vinculación se quiebra, la envidia del pene interviene conduciendo al sujeto al rechazo del papel sexual de su sexo;
- en el desarrollo psicológico del sujeto femenino se llega al sentimiento de inferioridad porque las ideas de castración despiertan sentimientos de culpa que están asociados a los deseos incestuosos hacia el padre (identificación con el padre y complejo de Edipo).

 

Habiendo resumido muy sucintamente los contenidos del artículo, podemos ahora trazar el esquema de su desarrollo.

La autora comienza señalando que la abundancia de datos clínicos no ha tenido un reflejo en el perfeccionamiento de la teoría sobre el complejo de castración en las mujeres, por lo que parece recomendable «problematizar» la cuestión. De hecho, la tesis dominante (nos remite a los trabajos de Abraham) reduciría el problema a señalar que muchas mujeres se sienten a disgusto con el sexo que les ha correspondido y que dicho malestar obedece a la envidia del pene: el carecer de algo «tan fundamental» las conduciría, en algún momento de su desarrollo psicológico, a elaborar bien fantasías pasivas de castración, bien fantasías activas que delatarían una actitud vengativa frente al varón injustamente favorecido con la posesión del órgano viril (pp. 8-9). Horney declara científicamente insatisfactoria la formulación «axiomática» de este principio y la atribuye al narcisismo masculino.

Horney plantea, pues, el siguiente interrogante: «¿Es posible realmente que las formas del complejo de castración que encontramos en las mujeres —preñadas como están de consecuencias, no sólo para el desarrollo de las neurosis, sino también para la formación del carácter y el destino de muchas mujeres que para todos los propósitos prácticos son normales— estén basadas únicamente en una insatisfacción, debido a que envidian el órgano genital masculino?» (p. 9) Para Horney la cuestión ha sido planteada de manera sesgada, lo cual no sólo habría tenido consecuencias teóricas, sino que a menudo vendría a complicarse por un uso equivocado de la terminología: «De acuerdo con la concepción prevaleciente, el complejo de castración en las mujeres está centrado por completo en el complejo de la envidia del pene; de hecho, el término complejo de masculinidad es utilizado prácticamente como sinónimo».

En este punto Horney plantea la posibilidad de abordar el problema desde otros ángulos, y se refiere a su experiencia clínica, en un intento de reducir el alcance universal (filogenético) de la concepción prevaleciente mediante la exposición de casos concretos (ontogénesis) de desarrollos psicológicos femeninos («El punto más importante parece ser el de plantear la pregunta, ya que una vez formulada, las respuestas surgen casi espontáneamente del material con el que estamos suficientemente familiarizados»).

Horney parte del análisis del complejo de envidia del pene a partir, en primer lugar, del deseo generalizado de orinar como un hombre, deseo que puede descomponerse en tres factores:

 

- erotismo uretral: sería el factor más obvio. La intensidad del sentimiento de envidia del pene que se desarrolla a partir de este factor se comprende si se tiene en cuenta la sobreestimación narcisista infantil del proceso excretorio (fantasías de omnipotencia, por ejemplo);
- Horney afirma que «atribuir a este factor [erotismo uretral] todo síntoma y toda fantasía [femeninos] cuyo contenido sea el deseo de orinar como un hombre, es exagerar el papel desempeñado por ese factor», y atribuye mayor relevancia al segundo de estos factores, la escoptofilia activa y pasiva (que satisface la curiosidad sexual infantil) [-> referencia a casos: «Y»];
- deseos onanistas reprimidos («regla profundamente oculta pero sin embargo importante»): la “prerrogativa” masculina de sostener el órgano al orinar sería interpretada por la niña como la autorización a que se masturben. Para Horney (referencia a los trabajos de Van Ophuijsen) este factor constitutivo del complejo de la envidia del pene demostraría la «conexión íntima entre el complejo de masculinidad, las masturbación infantil del clítoris y el erotismo uretral»; es decir, que la envidia del órgano reforzaría estos rasgos de identificación con lo masculino: rechazo de la femineidad, masturbación clitoridiana (clítoris = pene) y erotismo uretral (sobreestimación del genital masculino) [-> referencia a casos: «Y»]

 

En este punto, Horney expone su primera batería de conclusiones acerca de la premisa teorética de la que partía (generalidad del fenómeno de la envidia del pene): la envidia del pene es, efectivamente, un fenómeno universal en el desarrollo psicológico femenino, fenómeno «casi inevitable» y que necesariamente dificulta dicho desarrollo; la envidia del pene consistiría en la desventaja real de la niña respecto al niño en lo que se refiere a sus posibilidades de gratificación pulsional: «el sentido de inferioridad de la niña no es de ningún modo primario (como lo señaló también Abraham en un pasaje de su libro), pero la niña cree que en comparación con los varones está sujeta a restricciones en lo que respecta a la posibilidad de gratificar a ciertos componentes instintuales que tienen enorme importancia en el periodo pregenital. En realidad, creo que expresaría el problema aún con mayor precisión si dijera que, como un hecho, real, desde el punto de vista de un niño en esta etapa del desarrollo, las niñas pequeñas están en desventaja en comparación con los varones respecto de ciertas posibilidades de gratificación. En efecto, a no ser que percibamos claramente la realidad de esta desventaja, no comprenderemos que la envidia del pene es un fenómeno casi inevitable en la vida de las niñas y que, al mismo tiempo, no puede dejar de complicar el desarrollo femenino.» (p. 11)

Aceptada, pues (en términos de dificultad de satisfacción), la premisa de que la envidia del pene es un factor universal del desarrollo psicológico femenino, Horney pasa ahora a plantearse un segundo interrogante: ¿puede decirse que el complejo de castración descansa, para las mujeres, únicamente sobre la envidia del pene?

Al efecto de responder a esta pregunta, Horney se interroga sobre las posibilidades reales de superar, de forma «más o menos satisfactoria», dicho complejo de envidia del pene y sobre las condiciones que hacen que éste se refuerce regresivamente adquiriendo los rasgos de una fijación para el sujeto femenino. El examen de todas estas posibilidades, pasa, según K. Horney, por el examen de las formas que reviste la libido objetal en uno y otro caso (superación de la envidia del pene / fijación a ella) durante la etapa del complejo de Edipo [= ¿complejo de castración? Querría señalar que la propia Horney, quien más arriba denunciaba el uso inapropiado de la terminología, incurre ella misma en un uso tal de estos tres conceptos (complejo de envidia del pene, de castración y de Edipo) que los hace aparecer como sinónimos, sin que quepa colegir, directamente de la letra del texto, qué diferencias puedan existir entre uno y otro complejo)]

Horney afirma que son dos las maneras que tiene el sujeto femenino de vencer el complejo de envidia del pene de manera satisfactoria: o bien por el deseo del hombre (del padre) a través de una identificación con la madre, o bien por el deseo de tener un hijo (con el padre). Ambos desenlaces, se apresura a precisar la autora, poseen un carácter narcisista (nacen de una pulsión autoerótica) y una naturaleza posesiva. [-> referencia a casos: «X», «Z»], (p. 13)

La superación de la envidia del pene por estos dos caminos (deseo por el padre; deseo de un hijo habido con el padre) parecen revestir un desarrollo «femenino y maternal muy marcado» (sobre la base de una identificación «hostil o afectuosa» con la madre; p. 12), y en numerosos casos están asociados a la elaboración, por parte de la niña, de fantasías de coitos con el padre, fantasías que a menudo presentan tales coitos como violaciones. Dichas fantasías poseen un aspecto tan vívido que en ocasiones inducen a las pacientes a creer que se trata de hechos reales.

Estas «fantasías de amor» en torno al padre se ven desmentidas por los hechos. En aquellos sujetos en que el complejo de castración se convierte en rasgo dominante de la personalidad («En los casos que son dominados subsiguientemente por el complejo de castración…», p. 12; p. 15: «En mi opinión, este tipo de desarrollo del complejo de Edipo es típico de los casos en los que predomina el complejo de castración») la frustración que produce la no realización de las fantasias del coito con el padre dejan huellas profundas que es posible rastrear en las neurosis. [-> referencia a casos: «X», «Z»] (pp. 13, 14 y 15).

Tras la referencia a estos casos (y en relación con estos) K. Horney plantea una serie de conclusiones que parece posible generalizar (es decir, convertir en principios teoréticos de sus tesis):

- la aparición de sentimientos de culpa está vinculada al «desengaño amoroso» en relación con el padre: el «abandono», la «traición» del padre se traduce en una serie de reproches dirigidos a él que más tarde el sujeto dirige a sí misma; existen, asimismo, fuertes deseos de «eliminar» y «suplantar» a la madre, que producen también intensos sentimientos de culpa que crean en el sujeto el temor fantasioso a una calamidad [-> referencia a casos: «X»];
- la profunda relación entre el complejo de envidia del pene y el deseo de tener un hijo (con el padre): por un lado está el carácter autoerótico que vincula dicho deseo maternal al deseo de tener un hijo («refuerzo libidinal inconsciente»), habida cuenta además de que el deseo de un hijo, cuando ya no sea con el padre, puede ser satisfecho con más facilidad que otros deseos sexuales; por otro, el restablecimiento del deseo de tener un hijo tras el desengaño amoroso con el padre se logra regresivamente por medio de ideas pertenecientes a la fase anal y por el antiguo deseo de tener un pene, anhelo infantil que vendría a reforzar, regresivamente, el deseo del hijo;
- la envidia por el pene (aceptada como tal por K. Horney) en algunos casos se traduciría, durante el Edipo, en envidia del hermanito, esto es, del hijo que la madre tiene del padre;
- cuando la frustración amorosa se produce, la identificación con la madre puede ser abandonada (quedando entonces abandonado el padre como objeto de amor) en favor de una identificación con el padre: en los sujetos dominados por el complejo de castración, esto suele traducirse en alardes de masculinidad [= ¿complejo de masculinidad?] [-> referencia a casos: «Z»]; en algunos casos comporta una elección objetal homosexual. La identificación con el padre es señalada por K. Horney como una de las raíces del complejo de castración en las mujeres;
- para Horney, a diferencia de Freud, la identificación con el padre conduce necesariamente al complejo de castración y no a la homosexualidad femenina, la cual sería, en todo caso, un desarrollo o manifestación posterior de dicha identificación con el padre (se trataría, específicamente, de una cuestión de grados: la identificación con el padre comportaría, en buena lógica, el deseo libidinal por la madre, pero según una gradación de aproximación al objeto de amor femenino en cuyo último extremo, y sólo ahí, encontraríamos la homosexualidad femenina manifiesta);
- la clínica de la que K. Horney da cuenta demostraría que no es necesariamente la envidia del pene, ni siquiera cuando ésta es muy intensa, la que produce la identificación con el padre, aun cuando pueda favorecerla. Por el contrario, una poderosa envidia del pene no impide una identificación con la madre ni la consiguiente elección del padre como objeto de amor. Por el contrario, el abandono por parte del padre y la consiguiente identificación con él hacen que la envidia del pene reviva con toda su fuerza;
- la identificación con el padre es posible sólo si, merced al sentimiento de abandono, comienza a operar en la niña el sentido de la realidad (la ausencia del pene como preocupación real): la tendencia de las cavilaciones de la niña sigue esta secuencia: vínculo amoroso no dominado con el padre -> sentimientos hostiles (ira y venganza) contra él por la traición cometida -> sentimientos de culpa asociados a las fantasías incestuosas «que despiertan violentamente bajo la presión de la carencia del órgano genital masculino»: se trata, en suma, de fantasías que giran, todas ellas, en torno al padre;
- la frecuencia generalizada y la importancia fundamental de las fantasías de violación por parte del padre inclinan a Horney a considerarlas la segunda raíz de todo el complejo de castración en las mujeres: «la femineidad reprimida está íntimamente ligada a las fantasías de castración o, si la consideramos desde el punto de vista de la sucesión temporal, [...] la femineidad herida es la que da lugar al complejo de castración y es este complejo el que deteriora (no primariamente, sin embargo) el desarrollo femenino.»;
- a pesar de que la envidia del pene se ponga de manifiesto mucho más fácilmente que la fantasía que atribuye la pérdida del genital masculino en la niña a un acto sexual con el padre, son éstas y no aquélla las que explican la actitud vindicativa frente a los hombres de muchas mujeres dominadas por el complejo de castración.

Todas estas conclusiones se resumirían en las que la propia autora señala al final de su trabajo (p. 18) citadas al comienzo de esta exposición.

Sección 3ª (Nicanor Mestres): Las insignias del Ideal (Seminario V de Jacques Lacan, Las formaciones del inconsciente, Cap. XVI, “Las insignias del Ideal”, p. 295)

Se debe acentuar que este capítulo se inscribe en el desarrollo de la significancia del falo, es decir, la economía significante en la que se implica el falo. El deseo ha de pasar por este sistema (el significante “falo”) para hacerse reconocer: es por ello un significante encrucijada y fundamental.

Lacan inicia la reflexión apuntando que la salida del Edipo (represión del deseo edípico) trae un Ideal del yo. En el sujeto se produce una identificación, respecto a la cual tiene una relación ambigua.

El Ideal del yo es una función tipificante en el deseo del sujeto, y vinculado a la asunción del tipo sexual. Se trata de las funciones masculinas y femeninas.

El complejo de masculinidad permite observar, al manifestarse superficialmente, de qué se trata. De la privación del pene captado como real y esperado, se da la transformación del amor en identificación. Aparecen así las insignias del ideal: los significantes de la identificación. Se hace uso de estas insignias ante lo que ocupa el lugar que ocupaba la madre.

¿Y qué le ocurre al deseo? Se produce un intercambio: el deseo primario libidinal queda reprimido y transformado en su fondo (se transforma en función de significante para el sujeto, Ideal del yo) y su deseo pasa a otro plano, es sustituido por el plano del deseo de aquello con lo que se ha identificado.

¿De qué deseo se trata ahora? Para concretarlo hemos de analizar el concepto de privación, teniendo presente que en todo este asunto no se trata ni de padre ni de madre, sino de relaciones con el objeto.

1º.- Lo que constituye la privación del deseo no es que apunte a algo real, sino a algo que puede ser pedido. La privación ocurre cuando lo privado puede ser simbolizado por el sujeto. Si se produce lo que ocurre en el nivel de las identificaciones de que tratamos, es en la medida en que el pene paterno puede ser simbolizado y pedido (no es la prohibición del goce fálico).

2º.- El objeto ha de hacer frente a lo que hemos llamado privación en tanto que se trata de un deseo negativo, es un objeto que puede ser pedido, es en el plano de la demanda donde el sujeto ve rehusado su deseo. El vínculo entre el deseo en cuanto deseo rehusado y objeto, esto es lo que se encuentra en el punto de partida de la constitución del objeto como cierto significante que ocupa cierto lugar, sustituye al sujeto y se convierte en una metáfora del sujeto.

Esto se produce en la identificación con el objeto del deseo en el caso en que la niña se identifique con su padre. Este padre a quien ella ha deseado y que le ha negado el deseo de su demanda, ocupará su lugar. La formación del Ideal del yo tiene por lo tanto un carácter metafórico, y al igual que en la metáfora, su resultado es la modificación de un deseo que no tiene nada que ver con el deseo interesado en la constitución del objeto, un deseo que está en otra parte, el que había unido a la niña con su madre (d minúscula).

Toda la aventura anterior de la niña con su madre viene a ocupar un lugar aquí en la cuestión, y sufre las consecuencias de esta metáfora a la que queda vinculado el deseo.

De ello resulta un cambio de significación en las relaciones establecidas hasta entonces en la historia del sujeto.

Es la instauración en el sujeto de la función del Ideal del Yo.

Francisco Amella Vela, Àngels Domingo, Nicanor Mestres

Lectura del artículo de Karen Horney Sobre la génesis del complejo de castración en la mujer

NODVS III, juliol de 2002

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