Lecturas en torno al Seminario X de Jacques Lacan. Hacia una perspectiva vigente para el tratamiento de la angustia subjetiva.

Texto producido en el marco del grupo de lectura y estudio del psicoanálisis en torno Seminario 10 de J. Lacan durante el año 2013-2014 en la ciudad de La Plata, Buenos Aires, Argentina.

Jorgelina Beatriz Farré*

  • Publicado en NODVS XLVII, setembre de 2016

Resum

El presente trabajo recorre los desarrollos de Jacques Lacan en torno al Seminario X de La angustia como texto-eje, en articulación con una serie de autores psicoanalíticos contemporáneos que retoman la cuestión desde el plano epistemológico y clínico, intentado establecer una lectura actualizada de los fenómenos subjetivos vinculados a la época. Se retoman las indicaciones desde la doctrina lacaniana en relación a los modos en que la angustia signa el encuentro constitutivo entre el sujeto y el deseo del Otro, en un más allá de la fenomenología del síntoma. Desde la angustia lacaniana, formula con la que J.-A. Miller designa lo novedoso de la redefinición de la angustia freudiana operada por Lacan, se cuestionan aquellos discursos científicos que intentan obturarla, taponarla, encubrirla en pro de un ideal de bienestar. Hacia el final, y en consonancia con el recorrido realizado se propone un abordaje clínico-ético de la angustia desde la praxis psicoanalítica.

Paraules clau

Psicoanálisis lacaniano- clínica- angustia- sujeto-deseo del Otro.

Palabras preliminares

A principios de la década del ‘60, Jacques Lacan dedicará todo un Seminario1 a establecer las coordenadas teórico-clínicas que permitiesen abordar el concepto de la angustia; operación a la que J.-A. Miller denominará con la metáfora “atraparla en la red de los significantes”. Es entonces como, a partir de esta lectura milleriana de Lacan, se podrá hablar de una red simbólica para atrapar al “pez de la angustia”2.

Miller señalará por su parte, acerca de la angustia lacaniana, que esta no puede ser considerada a la luz del Seminario X, meramente como un trastorno o un disfuncionamiento, al expresar que no sería la indicación precisa el hecho de que haya que curar la angustia de la que se trata, sino a lo sumo, de atravesarla. Por nuestra parte, intentaremos dar cuenta durante este recorrido, de los modos en los que la angustia signa ese encuentro frontal, a través del cual el sujeto es “afectado” por sus otros sucesivos.

Al comienzo de su décimo Seminario, Lacan apuntará a poner cierta distancia desde un marco significante. Enmarcar y encerrar a la angustia, será la indicación que Miller retome, en lugar de la tendencia a (des)angustiar y a taponar esa red. Paul-Laurent Assoun3, por su parte, nos presentará a la angustia como el “sitio material” donde se (entre) cruzan las líneas y mallas de esa red.  En este sentido, este autor francés expresara que “si la angustia es un punto de detención e inmovilidad, también es lo que hace funcionar los trenes, del deseo entrelazado a la muerte” (Assoun, 2003:9)

Lacan indicará desde sus primeras líneas, una formula en relación a la angustia frente al Deseo del Otro. Para ello utilizará la famosa metáfora de la mantis religiosa, presentando la doctrina del Che me voui?, esta famosa pregunta del ¿Qué soy para el Otro? Abriendo con ello toda una diferenciación entre la identificación narcisista y el deseo. Doctrina que consecuentemente, implicara una apertura hacia una restructuración del campo especular, es decir del campo imaginario, al permitir que la angustia sea pensada como la posibilidad de la hiancia que engendra un deseo y con ello la distancia entre a - a’, eje fundamental para la constitución de un sujeto deseante.

Con J.-A. Miller, pensamos que lo que dirige la lectura de este seminario-bisagra, es que el Otro es Otro porque hay un resto (objeto a). Es decir que hay algo en el Otro, y no es del significante. Dirá Miller en su texto, que este Seminario invita a no dejarse sugestionar por la imagen ni adormecerse por el significante utilizado en la palabra. Lo significable hasta aquí era lo imaginario por excelencia, presente en la enseñanza anterior de Lacan. Señal en lo real, de un cierto fracaso de la dialéctica [a]. 

Investiduras de la angustia lacaniana en la letra de Freud. De la fenomenología al plano estructural.

La angustia que Lacan elige para hablar en su seminario del ‘62, será una vía reggia al objeto a, es decir que será concebida como vía de acceso a lo que no es del significante. Un objeto que- según expresa- “no sería como los otros” ya que los otros serían objetos modelados sobre la imagen especular, prototipo del mundo imaginario. Lacan inscribirá en este lugar lo que sería la garantía: el Otro barrado  /A como lo que se constituye como inconsciente, el Otro en la medida en que no lo alcanzo, es decir el Otro como deseo.

Jacques Lacan reabrirá el problema de la angustia en y desde el texto freudiano, al punto de inscribirla en su programa de enseñanza de principios de los años ‘60. La recuperación de aquella concepción freudiana nos permitirá comprender desde donde es retomada y a intentar descifrarla, tras hacer de esta, en palabras de Assoun: “el afecto en el cual el sujeto vacila, bajo el ataque violento y ciego de su encuentro con el Otro”.

Para acceder a este resto -que no es del significante- Lacan va a “elegir” una vía freudiana, que es la del afecto, la angustia “clásica” en tanto señal. En sus palabras, será la angustia sentida en tanto vía de acceso a lo real. En y por la angustia, el sujeto se encuentra frente a frente a la vez con un real y con una verdad de la que ya no puede hacer caso omiso. Según la sugerencia de Lacan, un modo de estar confrontado con el Deseo del Otro.

Lacan tomará como cuerda orientadora el escrito de Freud redactado en 1925 titulado “Inhibición, síntoma y angustia” y los ubicará como términos que no están al mismo nivel. En la primera lección de su seminario del 14 de noviembre de 1962, construirá un esquema que terminará de completar recién al final del mismo (Lacan 1962-1963, 22) Guiado por el primer capítulo de la obra de Freud citada y por la función de la motricidad y la traba al funcionamiento producirá un armado que encuadre a la angustia dentro de una estructura precisa [b] 

J.-A. Miller explica, que Lacan construye una graduación del movimiento, que se libera desde la serie inhibición-emoción-turbación (en  línea vertical) y un grado en el que se alivia la dificultad desde el impedimento al embarazo (en línea horizontal) Este cuadro confeccionado por Lacan en su primera lección  será un esfuerzo por “encerrar a la angustia” ubicada precisamente como el último término del casillero y cuya  construcción esquemática nos  arroja cierta idea de que sería susceptible de ser “enmarcada”.

Lacan va a situar en primer lugar a la inhibición como estando en el orden del movimiento, en tanto detención del mismo. También así será pensada por Freud en su texto, es decir como inhibición de una función. Dirá: “Nuestros sujetos están inhibidos, pero también están impedidos como síntoma”. Impedimento que proviene de impedicare, como trampa, la trampa como captura narcisista en una imagen especular.

El tercer término que Lacan introducirá será el de embarazo, es el sujeto revestido con la vara, lo que deriva en la (barra), apuntando en dirección al Sujeto barrado (/S) y expresando que cuando uno no sabe qué hacer, busca algo detrás de lo cual ocultarse. Con la emoción se referirá etimológicamente al movimiento, es la reacción catastrófica de la angustia (aclarando que una crisis histérica, tanto como la cólera no es equivalente a la angustia) La turbación aclarará, no tiene nada que ver con la emoción, la turbación es caída de potencia (el émoi), la llamada al desorden, es el trastornarse más profundo en relación del movimiento. El embarazo será el máximo de la dificultad alcanzada en esta secuencia (Lacan, 1962-1963:18-22)

Luego de este sucinto recorrido tal vez podremos comprender, porque la angustia básica siempre se inicia clínicamente con una sensación de impotencia, quejas subjetivas de no poder llevar a cabo una tarea (cuestión que se refleja bastante bien en las fobias) o bien de encontrarse bajo la presión de una tarea imposible. Pero se comprende también, que ese peligro externo solo asumirá todo su poder en tanto y en cuanto pueda evocar un peligro interno (Assoun, 2003:22)

Todo sucedería como si Lacan recurriera a estas diferentes presentaciones clínicas de la angustia para colocar un detrás de escena, un telón de fondo situado en la función del Otro. Este Otro que se presentifica bajo diversas modalidades. Un más allá de la inhibición, un más allá del impedimento del sujeto por avanzar. Podemos captar cierto principio en las lecciones del Seminario X cuando indique que lo que constituye la angustia, corresponde a la función de la presencia en el sujeto, de la notificación en él, del deseo del Otro.

Un recorrido por la estructura de la angustia. La cuestión de lo unheimlich.

¿La angustia lacaniana posee una estructura? ¿Una estructura que puede recorrerse, en tanto articulación de una diacronía con una sincronía? Lacan ensaya una interpretación operativa, a través de las primeras lecciones de su Seminario, en relación a poder pensar una estructura-marco para la angustia. Es una forma particular de poder pensarla más allá de la lupa freudiana del afecto-señal. En su lectura nos propone una angustia que se presentaría clínicamente enmarcada. Esta afirmación entraría en filiación directa con la estructura del fantasma neurótico: (S ◊ a) En este sentido afirma en su sexta lección del 19 de diciembre de 1962 que “lo horrible, lo oscuro, lo inquietante, todo aquello con lo que traducimos […] el magistral unheimlich, se presenta a través de ventanillas. Es enmarcado como se sitúa el campo de la angustia”

Encontraremos, en sus palabras, indicaciones clínicas muy precisas sobre el momento de la entrada en el fenómeno de lo unheimlich. Lo cuestión de lo que “súbitamente irrumpe”, “lo que de golpe se manifiesta”, darán cuenta del encuentro con la escena que permite que surja aquello, que en el mundo “no puede” decirse.

Cuando Lacan -orientándose por la pluma de su maestro vienés- acuda a la cuestión de lo siniestro, de lo ominoso, de  la dimensión de lo extraño y lo familiar a la vez, de  aquello que debería haber quedado oculto y que sin embargo se manifiesta; expresara que todo parte de la castración imaginaria porque no hay imagen de la falta. Lacan propone que este sería el momento constitutivo en donde comience la angustia: cuando hay carencia de la falta. En efecto, dirá, una dimensión desencadenante de la angustia como siendo la de la falta de ciertos puntos de referencia (Lacan, 1962-1963:72)

Leemos con P.-L. Assoun, en consonancia con el Lacan del Seminario X, que la angustia no se va a situar en la simple falta, sino en el exceso de presencia de un objeto; que si hay afecto, es el del encuentro con el Otro, bajo cuyo efecto vacilen los fundamentos del sujeto. Y continúa: “El enigma de la angustia es el enigma del deseo del Otro […] La angustia nace del temor por lo que el Otro desea en sí mismo del sujeto” (Assoun, 2003: 113)

Desde los denominados ataques de pánico hasta los fenómenos imaginarios de despersonalización podrán ser pensados a partir de las ideas lacanianas como formas de encuadrar esa angustia, que permiten hacer surgir en ese marco lo que ya estaba ahí, mucho más cerca, demasiado familiar pero extraño a la vez.

Será el surgimiento de lo heimlich en el marco, lo que constituiría el fenómeno de la angustia, y por eso Lacan dirá (aquí contra Freud) que la angustia no es sin objeto. Aforismo que nos permitirá entender, que a partir de este decimo seminario se hablará de una clase de objeto distinto al de los demás que están en el mundo. El objeto de la angustia como algo que sería del orden de la causa. La apertura de la angustia aquí será elevada a la función de causa. Lo inesperado, la visita, la noticia, hasta la duda podrán ser pensadas en tanto señales, como siendo causadas por este objeto de la angustia, que se ubica así, entre la paradoja de lo familiar y lo extraño.

Lacan lo representara en su sexta lección como “lo que no engaña”, con la metáfora del telón (Lacan, 1962: 86), en ese breve momento angusti(ante), en un tiempo introductorio de la función de teatro -que según él expresa- será fundamental para que lo que está por advenir cobre un valor para el sujeto. La espera se ubicara aquí al servicio de la angustia. ¿Será por ello que nos confrontamos en la clínica, más de una vez, a irrupciones desde la inmediatez del consumo, del acting-out o del pasaje al acto por ejemplo, que obturan toda posibilidad o tolerancia a la espera y con ello queda elidida toda posibilidad de emergencia de la angustia?

Se desprende aquí una pregunta en torno al por qué Lacan llega a completar el cuadro de la angustia con dos modalidades del acto (o la acción) como lo son el acting-out y el pasaje al acto, precisamente como términos adyacentes al casillero extremo de la angustia. Podemos ensayar alguna respuesta, en tanto estas serían actuaciones en las que se escenifique la angustia subjetiva, pero en las que el sujeto quedaría expulsado de ese teatro (Lacan, 1962-1963:88)

En efecto, si el sujeto es la sede de este estado de displacer podríamos pensar que es allí, en la emergencia de angustia, en donde alguien puede “parapetarse” ante este i (a’), en donde se tiene algo para poner(se) o algo de que tomar(se) o algo que comer(se) velando esa intimidad ominosa que implica el quiebre de la distancia imaginaria entre a - a’, dando lugar al ataque de angustia y a otro tipos de fenómenos de disolución imaginaria.

La clínica de las toxicomanías por ejemplo, así como la de la bulimia y la anorexia, entre otras formas compulsivas de “salirse del paso del Otro” pueden “mostrarnos” este momento inaugural de la angustia, en el mismo lugar donde emerge la sensación del deseo del Otro, cuando el sujeto ya no sabe que “a” es para él, que objeto representa para este Otro. Aura de incertidumbre que oculta una certeza insoslayable, la de que el Otro está allí, amenazante. Perspectiva clínica inaugurada por Lacan que permitirá una operatoria descentralizante por ejemplo del objeto-droga, o del objeto-comida como “causas” y promueva una lectura de ese interjuego subyacente dado en el encuentro del sujeto con el deseo del Otro. Cuestión que nos puede aportar una dirección en el tratamiento de un goce mortífero evidenciado en ciertas presentaciones clínicas, ya que desde el hilo de Ariadna que nos conduce a esta Otra-escena, podemos intervenir dando un lugar activo al Sujeto.

Los objetos de consumo toxico y los objetos de intercambio mercantilizados permitirían obturar esa angustia emergente. El vacío se presenta allí, como lo que no engaña y por ello algunos sujetos intentarían obstruirlo con ciertos objetos de goce fetichista. Surgimiento de  una (pro)apuesta y una dirección desde el psicoanálisis en cuanto a poder bordear ese vacío que nos acerca al Otro a partir de la experiencia de la palabra, recorriéndolo con la vía del significante [c].

En el transcurso del Seminario X, Lacan retomará el concepto de significante en tanto huella borrada; oponiéndolo al signo por el hecho de que este representa algo para alguien, mientras que el significante será lo que represente a un sujeto ante otro significante. Axioma lacaniano que aquí será articulado con la angustia desde la fenomenología de la histeria y del comportamiento del obsesivo. Olvido histérico y tratamiento particular que del significante hace el neurótico obsesivo, ambos síntomas que serán pensados por este Lacan, como huellas del objeto perdido que permitan encubrir la angustia, en la medida que estas faltas sean desconocidas por el marco asegurador del fantasma.

La función del Padre como moderador de la angustia o La inscripción de la Familia en el Inconsciente

El desfallecimiento contemporáneo de la función del Nombre del Padre (N.P.) como operador de la castración muestra sus efectos; alterando el mecanismo de la represión, y a partir de esta alteración se pueden observar en la clínica actual, diferentes respuestas sintomáticas en la tramitación de la angustia, comprometiendo más bien el ser del sujeto (actos compulsivos) y situando el goce por fuera de la elaboración simbólica que enlazándolo a la Ley simbólica. [d]

La clínica nos aporta, en esta gama, también a las depresiones, las bulimias, las toxicomanías como respuestas de un sujeto “desbrujulado” de lo simbólico en palabras de J-A. Miller, y en algunos casos, reducido a un puro resto. Escuchamos a pacientes decir incesantemente que no saben lo que quieren, abrumadoramente desmotivados, ausentes de un proyecto identificatorio que los represente, que los nombre [e]

Podemos preguntarnos, a esta altura del recorrido, en torno a los desarrollos lacanianos clásicos de la angustia ¿Qué ocurre con el padre del sujeto contemporáneo? Con la noción de la declinación del Nombre del Padre no se pierde su función como Ideal, lo que permite que se arme la imagen narcisística, sino que se produciría una sustitución de esta función del padre por el Ideal de la madre. Existen casos que tienen un correlato clínico en los que el sujeto queda ligado al imaginario materno, en los que consecuentemente se produce una idealización cada vez mayor de la madre y así, una infantilización del amor con las consecuencias clínicas que de ello se derivan.

En el principio de su enseñanza, Lacan va a optar por el valor de un padre de familia cuyo “rumbo edípico” varíe según las condiciones socio-históricas del ejercicio de su autoridad. En este sentido, son notorios el alcance y la vigencia, que aun en nuestros días conserve aquello que Lacan diagnostica en sus escritos del ‘38 sobre “La Familia”, en relación a la clínica de los trastornos enumerados en la toxicomanía, la anorexia, las formas de suicidio no violento, como presentaciones clínicas a partir de las que se deduciría, según se expresa, un “querer morir de la especie” (pulsión de muerte freudiana) y el abandono a la nostalgia por la imago de la madre no sublimada, congruentes, tal vez, con un malestar actualizado.

Para la época del primer Lacan, el de los años ‘30, autor del texto “La Familia”4, un Lacan muy cercano a la letra de Freud; cierta constelación familiar permitiría crear las condiciones concretas de formación de síntomas, que particularizadas en un sujeto, en un momento determinado de su desarrollo psicosexual, y dentro de un campo concreto, ofrecerían objetos en forma de acontecimientos traumáticos, a los que un sujeto respondería de manera singular (Lacan, 1938:111-112) Lacan se refiere en aquellas líneas, al objeto que causa tanto un síntoma fóbico, como uno histérico o uno obsesivo, en relación a un cierto drama individual (Lacan, 1938: 111-120) Dramática de la trama edípica que propondrá las coordenadas para el advenimiento de un sujeto, represión mediante.

Jacques Lacan hacia el final de su enseñanza -bajo la rúbrica del goce y desde la perspectiva de lalangue- designará a la lengua familiar como el asunto de cada quien; que a su vez se comparte con aquellos parientes próximos que la han transmitido. Para el autor, en este momento de su enseñanza, este será el único traumatismo: El encuentro de un sujeto con lalengua5 Es decir, la relación con la lengua materna en una edad en la que aún no comprendemos su sentido. Pensamos esta lalangue como la manera que tuvo el infans de estar impregnado por el lenguaje. Los padres modelarán al infans, en tanto imprimen un modo de hablar, lo que llevará la marca del deseo bajo el cual ha sido aceptado por los padres en el seno de una familia. Inscripción de la familia en el inconsciente que representará la particular manera en que lalengua fue hablada y escuchada por cada quien. Asunto común del parentesco y marca imborrable, huella que evidencia el goce en los “asuntos de familia” que son transmitidos de una generación a otra por el parlêtre.

Pero también es una verdad que se constata en la clínica, la de que las funciones del padre lacaniano siempre se presentan fallidas y es por ello mismo que pueden producir un lazo sintomático, un modo de hacer con lo ominoso del deseo del Otro. El sostenimiento del padre como semblante, es aquello que permite al sujeto recubrir con el velo de la castración y de lo prohibido aquello que presentifica un goce materno insoportable. La encarnadura de este significante que representa una legalidad puede presentarse desde una multiplicidad de formas. De allí que el padre como nombre se sostenga en el padre de la per-versión (de las múltiples versiones) y esto mismo también haga posible que existan y operen intervenciones a lo largo de una cura, transferencia mediante.

La angustia como respuesta subjetiva en la actualidad de nuestra época

La clínica de la angustia puede funcionar como ordenadora y orientadora; desde las presentaciones más graves de la urgencia subjetiva en las que la irrupción pulsional deja al sujeto a la deriva de su propio goce y por fuera de una escena psíquica que lo enmarque, pasando por las inhibiciones donde se trata la angustia por la vía imaginaria, impidiendo poner en acto un deseo, hasta aquellas fallas paternas que se suplementan vía el síntoma.

Desde las primeras lecciones del Seminario X, la tesis que este Lacan propondrá, como se podría leer desde un Lacan “contra” Freud, será que la angustia no es la señal de una falta, sino de la carencia del apoyo que aporta la falta, es decir la falta de la falta. Sería el afecto producido por el Otro en el sujeto, cuando aquel se apodera frontalmente de éste (Assoun, 2003:116) Aun apoyándose en el Caso Juanito, Lacan dirá: “¿No saben ustedes que no es la nostalgia del seno materno lo que engendra la angustia, sino su inminencia? Lo que provoca angustia es lo que nos anuncia […] que volvemos al regazo. No es […] el ritmo ni la alternancia de la presencia-ausencia de la madre. Lo más angustiante para el niño se produce, cuando la relación sobre la cual él se instituye, la de la falta que produce deseo, es perturbada, cuando no hay posibilidad de falta, cuando tiene a la madre encima, en especial limpiándole el culo…” (Lacan, 1962-1963:64)

Lacan, llegara a decir en su segunda lección de este seminario, que el Otro concierne a mi deseo en la medida de lo que le falta. No habría otra vía para encontrar lo que me falta, en cuanto objeto de mi deseo, que pasar por el Otro. Este Otro es el lugar del significante diferente del otro como semejante pero también es presentado aquí, en tanto es el lugar del Otro de la diferencia singular. Dicho a la manera de Lacan, es una falta que el símbolo no suple. No es una ausencia que el símbolo pueda remediar.

¿Cabria entonces al psicoanálisis, el poder ofrecer un lugar para el tratamiento de la angustia que no sea solo el de obturarla o del taponarla con fármacos? Sabemos que en el deseo siempre hay falta, que es la falta precisamente la que lo engendra y por lo tanto en esa coyuntura habrá también lugar para la incertidumbre; pero lo que nos indica el surgimiento de la angustia es que ya no habría resto para el deseo, y el sujeto alcanza allí, la certeza aplastante del gran Otro.

Se expresan así, tres modos precisos de situar la angustia, a saber, el goce del Otro, la demanda del Otro y un tercero, como aquella clase de deseo que se manifiesta en la interpretación, cuya forma adopta el deseo del analista. Leemos en la letra del Lacan del Seminario X que la angustia cuya fórmula debemos aportar es una angustia que nos responde, una angustia que provocamos, una angustia con la que, llegado el caso, tenemos una relación determinante (Lacan, 1962-1963:69)

Durante la quinta lección del Seminario, Lacan planteará que la existencia de la angustia está vinculada al hecho de que toda demanda siempre tiene algo de engañoso respecto de preservar el lugar del deseo. El famoso “no es eso” del deseo. Lo que explicaría el lado angustiante que sobreviene cuando esa demanda es colmada. Dirá así, que el juego original del Fort-da observado por Freud en los niños, como ejercicio de dominio, está destinado a preservar un cierto vacío, una hiancia. Su colmamiento total (el de la demanda) hará surgir la perturbación que se manifiesta en angustia.

Angustia-señal, pero de la falta de una falta, de un intervalo en donde un Sujeto pueda advenir. Una angustia que va a ser pensada desde la perspectiva lacaniana, en un más allá de las consecuencias de la represión. En su lugar, con función significante, también se presentan en la clínica con niños algunos miedos infantiles y pesadillas como expresiones sintomáticas del goce atemorizante de ese Otro-mantis. Lacan las propondrá en este momento, como enigmas que a la vez interroguen a este Otro, y lo interroguen desde la pregunta fundamental expresada el che-voi?, cuestión que suscitará la angustia parental, escenificando preguntas dirigidas en tanto demandas de un sujeto neurótico en vías de estructuración.

Si la angustia lacaniana es “lo que no engaña”, la traducción en el sujeto de una presencia inminente del Otro, “la falta de la falta”, será tarea del psicoanálisis el horadar ese punto para que se filtre una hiancia en la que el sujeto, no solo pueda advenir sino fundamentalmente pueda desear. Experiencia de trabajo, al cabo de la cual, alguien pueda preguntarse qué quiere hacer, con lo que el Otro quiere de él.

Hacer pasar esa angustia subjetiva por el marco del significante, es esta la orientación lacaniana basal que se recorta en el fondo del Seminario X, es una invitación al sujeto a develar y revelar las formas en que este se convoca a si mismo bajo la máscara del pequeño otro. Máscara de desconocimiento inicial pero que sí es visible para el gran Otro. Opacidad de goce que puede recibir alguna luz vía el significante, siempre y cuando haya alguien dispuesto a escuchar [f]

Notamos en estos días, que la llamada “clínica del caso” que Lacan formulase hace poco más de setenta años, es decir desde sus primeros escritos sobre la familia; reúne muchos de los llamados “síntomas actuales” que se asocian al debilitamiento de la figura paterna como agente interdictor preponderante. Con ello, podríamos reconocer la importancia capital que Lacan le otorgue, desde los inicios, al lugar particular del Padre asignado en cada familia. En palabras de Markos Zafiropoulus, como instancia ajena a la fratria en la maduración subjetiva. Incidencia paterna que no será abandonada en el corpus lacaniano, aún en el recorrido por sus dos clínicas6.

En la clínica lacaniana actual, tomándonos de la cuerda del lenguaje y del Padre del Nombre podemos apuntar a que se cifre algo de este goce opaco y ensordecedor de los “nuevos síntomas en los que predomina una angustia muda” apelando a  rescatar la función de nominación, función radical del Nombre del Padre, el de dar nombre a las cosas, el de hacerle un nombre al sujeto, el de sostener un deseo en Nombre propio, con las consecuencias que ello puede comportar en la vida de cada quien.  

Notes

(*) Licenciada y Profesora en Psicología por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Docente de la Cátedra de Psicología Social de la Facultad de Psicología (U.N.L.P.) Investigadora en Proyectos de investigación institucionales acreditados.

[a] Según indica este autor, Lacan recurrirá a la angustia como una vía alternativa respecto de la aufhebung hegeliana, para captar lo que no sería significable, el resto de toda significación, aquello que no es captado en la imagen del otro, que no se refleja allí donde se espera, pero con las consecuencias que ello implique en la constitución subjetiva.

[b] Es necesario situar  a estos tres términos iniciales en diagonal y como serie escalonada del cuadro.

[c] Neologismo que implica equívocamente, apuesta y propuesta en una doble vertiente clínico-terapéutica.

[d] La importancia que Lacan le asigne en sus escritos iniciales, al grupo familiar, tanto para los primeros momentos de estructuración del sujeto como para la etiología de la enfermedad, será clave; así como también lo será la función preponderante que asuma en dicho grupo, el lugar del Padre, en tanto es aquel que nombra.

[e] Encontramos aquí un punto de alejamiento de Lacan con respecto a la metapsicología freudiana en relación al vínculo represión-angustia-formación de síntomas. La angustia por ser “lo que no engaña” signaría aquí la falta de la falta y sería el signo de que el fantasma ya no tiene seguridades sobre el objeto.

[f] Paul-Laurent Assoun señala en el texto de referencia citado, que aún hoy, más de un siglo después de la empresa freudiana de darle letra a la neurosis de angustia, constatamos la resistencia y expansión del modelo de la depresión, que hace hincapié en la abstemia, en detrimento de la actividad de la angustia (Assoun, 2003:124-125)

Bibliografia

[1] Lacan, J. (1962-1963) El Seminario, Libro 10, La angustia, Bs. As.-Barcelona- México: Ed. Paidós, [se sigue la paginación de esta edición] (E. Berenguer, trad.)

[2] Miller, J.-A. (2008) La angustia lacaniana, Ed. Paidós-Instituto Clínico de Buenos Aires, 1ra. Edición, Bs. As. (N. González, trad.)

[3] Assoun, Paul-Laurent (2003) Lecciones psicoanalíticas sobre la angustia, Ed. Nueva Visión, 1ra. Edición, Buenos Aires, (H. Pons, trad.)

[4] Lacan, J. (1978) La Familia, Ed. Argonauta, Buenos Aires/Barcelona [se sigue la paginación de esta edición] (V. Fishman, trad.) (Trabajo original publicado en 1938 con el Título original de La Famille, Encyclopédie Francaise, Ed. A. de Monzie, Paris)

 [5] Lacan, J. (1976-1977) Seminario XXIV “L’insu que sait de l’une-bévues’aile a mourre”, Clase del 19 de abril de 1977 “La variedad del Síntoma”- Texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? (Sherar S., Rodriguez Ponte R., trads.)Para la circulación interna de la EFBA.

[6] Zafiropoulus, M. (2002) Lacan y las ciencias sociales: La declinación del padre (1938-1953), Bs. As., Ed. Nueva Visión (Horacio Pons, trad.) (Trabajo original publicado en Press Universitaires de France, 2001)

Jorgelina Beatriz Farré

Lecturas en torno al Seminario X de Jacques Lacan. Hacia una perspectiva vigente para el tratamiento de la angustia subjetiva.

NODVS XLVII, setembre de 2016

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