"Tratar al nombre propio como un nombre común": Lacan precedido por Joyce

Texto presentado en la ELP de la Comunidad de Cataluña en 2016, en el espacio preparatorio hacia el Xº Congreso de la AMP sobre el Seminario XXIII: El sinthome.

  • Publicado en NODVS LI, març de 2018

Resum

En el texto se propone una lectura en tres partes de una frase de Lacan sobre Joyce en el Seminario XXIII: El sinthome: "trata al nombre propio como un nombre común". Siguiendo el hilo de diferentes momentos en la enseñanza de Lacan, se interrogan primeramente las relaciones entre metáfora, insulto y nombre propio; segundo, las homologías y divergencias entre lo que Lacan y Saul Kripke dicen del nombre propio; y, tercero, ese agujero del nombre propio mismo que, en palabras de Jacques-Alain Miller, "convoca siempre un complemento" de goce, el complemento de los nombres comunes.

Paraules clau

Lacan. Joyce. Kripke. Nombre propio. Nombre común. Metáfora. Insulto.

 

El pasaje que he escogido para trabajar en este espacio se puede encontrar en la p. 86 del Seminario XXIII: El sinthome. Lacan dice aquí que, confrontado con una “dimisión paterna”, una “Verwerfung de hecho”, Joyce encuentra la “compensación” de sentirse “imperiosamente llamado”. Lacan extrae esta palabra – “llamado” – de una lectura de la obra de Joyce, y dice que es por este sentimiento que “el nombre propio es en él algo extraño”. Joyce valoriza su nombre propio “en detrimento del padre”, y demanda para él un “homenaje” que siempre se negó a dar a otros. El que los sujetos tengan dos nombres propios claramente es, dice Lacan, una invención histórica. Pero los dos nombres de Joyce, James y Joyce – de forma importante los nombres de pila de un hombre y una mujer – ceden en su obra al uso de un “sobrenombre”. James Joyce se convierte en Dedalus. Pero Joyce también acumula en su obra muchos más “sobrenombres”, lo que prueba, concluye Lacan, que “trata al nombre propio como un nombre común”.[1]

Tenemos aquí una tesis sobre la escritura de Joyce. Pero también quisiera argumentar que es la confrontación de Lacan con Joyce la que compele un cambio, una corrección, un complemento, un suplemento a su propia obra. Joyce, podríamos decir, le “precede […] le abre el camino”.[2] Esto es, si hasta cierto momento – el final mismo del Seminario XXII, diría – la interrogación de la cuestión de la nominación se centra exclusivamente en el nombre propio, entonces el Seminario XXIII representa, contra eso, un viraje fundamental; un viraje por medio del cual Lacan es forzado a reconocer la importancia nominativa del nombre común. Si Lacan habla en el Seminario XXII: R.S.I. – y éste es un punto teórico y clínico absolutamente crucial, creo – sobre su defensa de un “realismo del nombre”, opuesto a un “nominalismo de lo real”,[3] mi tesis sería que una consideración del nombre común se convierte en algo esencial a la articulación de este realismo. En otras palabras, mi tesis es un intento de extraer las consecuencias de algo que Miller dice, no por casualidad, en su texto “Lacan con Joyce”: que “hay algo en el nombre propio que convoca siempre un complemento”.[4] Este “complemento” es, diría – y algunos textos de Eric Laurent lo dejan claro[5] – el nombre común, o los nombres comunes (en plural) en su imbricación indisoluble con el goce.

Estas son preguntas difíciles, sin embargo, y para comprenderlas tenemos que pasar por la trayectoria de lo que Lacan dijo del nombre propio – y por implicación también del nombre común – antes del Seminario XXIII. Esto es lo que quiero hacer aquí, y procederé en tres partes.

 

I. La metáfora, el insulto y el nombre propio

Quisiera comenzar con la primera referencia de Lacan al nombre propio en los Escritos, en “La instancia de la letra” (1957). Lacan está hablando de algo con lo que, supongo, estamos todos familiarizados, la famosa metáfora de Hugo en Booz Endormi: “su gavilla no era avara ni odiosa”. Con respecto a esto, dice que “es entre el significante del nombre propio de un hombre y el que lo cancela metafóricamente donde se produce la chispa poética”. El nombre propio Booz es reemplazado metafóricamente por el significante “gavilla”, el cual es también, deberíamos añadir, un nombre común; un significante, un nombre, que apunta, como enfatiza Lacan, al “misterio paterno”.[6] Si el significante metafórico “cancela” el nombre propio, lo hace solo para imponer, como dice Lacan en el Seminario III, una “identidad literal”[7] entre los dos, una identidad que crucialmente sirve como índice, en el ejemplo escogido por Lacan, de la idea de la paternidad. Estamos en el ámbito de la metáfora paterna.

Pues bien, para proceder rápidamente, lo que me interesa es la relación entre todo esto y el insulto. Por dos razones: primero, porque, en “De una cuestión preliminar”, Lacan insinúa que los peores insultos tienen algo que ver con el nombre propio[8] (al final del Seminario X también dice que la única cosa que amamos es un nombre[9]); y, segundo, porque en “La metáfora del sujeto” (contenido como un apéndice a los Escritos) dice que la metáfora “se origina” en la “dimensión de injuria”.[10]

Mi primera pregunta, por tanto, se refiere a la relación entre el nombre propio y el insulto. Y merece la pena mencionar brevemente aquí dos referencias muy interesantes.

La primera es un texto corto de Giorgio Agamben llamado “El amigo”,[11] donde Agamben echa mano de la tradición de la lingüística para mostrar que el insulto funciona como un nombre propio. Lo que es interesante del texto de Agamben es su afirmación de que al llamar a alguien nuestro amigo estamos realizando algo estructuralmente homólogo a un insulto.

La segunda referencia es otro texto corto de Benveniste, “La blasfemia y la eufemia”.[12] Benveniste dice aquí que la blasfemia “viola la interdicción bíblica de pronunciar el nombre de Dios. Es un proceso de palabra que reemplaza este nombre por su ultraje. La interdicción no cae sobre el “decir alguna cosa”, que sería una opinión” – algo que claramente podemos situar más en el lado del nombre común – “sino sobre el “pronunciar un nombre”, que es pura articulación vocal”[13] – situado más en el lado del nombre propio.

Más allá de estas dos referencias, sin embargo, lo más interesante es lo que dice Miller sobre el insulto, el nombre propio y el nombre común en dos clases de El banquete de los analistas, las clases “Ignorancia, trabajo, pereza, producto” y “El deseo del padre”.[14]

Comienza con la indicación de Lacan en “El atolondradicho” de que el insulto es “la primera como la última palabra” del diálogo.[15] Y podemos recordar también que en una charla en Milán en 1973 Lacan definió el insulto como “la base de todas las relaciones humanas”.[16]

El insulto está dirigido, dice Miller, al ser fundamental del sujeto, su objeto a, y dado que este objeto escapa al significante, el insulto intenta obtenerlo de un flechazo. Trata de capturar lo que es indecible sobre el sujeto, la cosa misma, su Dasein, mierda, abyección. Si el insulto ocupa el lugar de A/, lo hace como un epíteto fosilizado. Lacan también dice que el insulto implica algo de un juicio final, posee un elemento de eternidad, algo de ese “tú eres eso” que esperamos encontrar al final de un análisis.

Miller también se refiere a lo que llama “el saber del lingüista”,[17] un libro de Jean-Claude Milner de 1978 con el título “De la sintaxis a la interpretación”.[18] Según Milner, podemos hacer una distinción entre nombres o calificativos comunes y lo que denomina, de forma algo irónica, nombres de cualidad. Un nombre común sería “profesor”; un nombre de cualidad “imbécil”. Los nombres comunes constituyen una clase con características objetivas y comunes; los nombres de cualidad no, son lo que Milner llama performativos puros, análogos a los nombres propios.

Miller, sin embargo, critica esta distinción, critica el supuesto “saber del lingüista”, porque, para decirlo de manera sencilla, las palabras completamente inocentes claramente pueden adquirir, según el contexto, un sentido insultante. En los términos algo más sofisticados que Miller también emplea aquí, las clases tanto de los nombres comunes como de los nombres de cualidad constituyen conjuntos abiertos, no-todos.

Sobre la base de esta crítica, Miller proporciona su propia “doctrina del insulto” (la cual es, obviamente, en el contexto de lo que Lacan dice sobre Joyce – que “se trata al nombre propio como un nombre común – lo que aquí me fascina): “que alguien merezca ser insultado es exactamente lo mismo que si mereciera ser alabado”, dice Miller, “se trata de hacer de su nombre propio un nombre común”.[19]

Asociando un poco con estas ideas, y para concluir esta sección, me gustaría recordar una escena muy conocida del caso del Hombre de las Ratas, a la que ahora le podemos otorgar una importancia añadida. Cuando era un niño muy pequeño, el Hombre de las Ratas hizo algo travieso y su padre comenzó a pegarle. Con rabia, y sin conocer ninguna palabrota, llamó a su padre “todos los nombres de objetos que se le iban ocurriendo, y decía: “¡Eh, tú, lámpara, pañuelo, plato!”“ El padre dejó de pegarle y llegó a la conclusión de que el niño se convertiría o bien en un gran hombre o bien en un gran criminal.[20]

En el Seminario V Lacan dice que el objetivo de estos insultos es “hacer descender al Otro a la categoría de objeto, y destruirlo”.[21] Pero, más allá de esto, ¿qué está ocurriendo aquí? Quisiera sugerir rápidamente tres respuestas.

Primero, podemos observar el claro vínculo – que Miller destaca en El banquete – entre el insulto y el Nombre del Padre. Porque el neurótico está tan firmemente atado al Nombre del Padre, dice Miller, le es difícil encontrar su “nombre de insulto”, su “tú eres eso”.[22] Aquí ya podemos ver al pequeño Hombre de las Ratas concernido con este nombre a través de los insultos que arroja a su padre.

Segundo, podemos discernir una inversión lógica de la metáfora de Booz Endormi. Si la “gavilla”, como nombre común, simultáneamente reemplaza e identifica el nombre propio y apunta a la paternidad – y en última instancia a la metáfora paterna – entonces los insultos del Hombre de las Ratas funcionan para separar al Padre – y en última instancia al Nombre del Padre – del nombre propio por medio del nombre común.

Tercero, podemos ya anticipar que el tratamiento de Joyce del “nombre propio como un nombre común” va a ser muy diferente de lo que ocurre aquí. Si el Hombre de las Ratas responde a su “paliza” con estos insultos y, como dice Freud, con una cobardía subsecuente y duradera, Joyce de manera célebre no responde a su “paliza”. Y, en el lugar del insulto, que está – diría yo, y es una tesis que hay que verificar – virtualmente ausente de su obra, emerge lo que Lacan llama un “ser hereje de la buena manera”.[23]

 

II. El nombre propio: Kripke y más allá

Quisiera concentrarme aquí en la más o menos clásica reflexión de Lacan sobre el nombre propio en “Subversión del sujeto” (1960), una reflexión que anticipa en doce años la definición de Saul Kripke de ese nombre en tanto que “designador rígido” – en su libro de 1972 Nombrar y Necesidad[24] – al tiempo que, de forma crucial, se mueve más allá del campo estrictamente lingüístico y lógico de esta definición. Quisiera leer estos pasajes de Lacan con la ayuda de dos clases más de Miller, esta vez de De la naturaleza de los semblantes. Son las clases “Los nombres del padre” y “El seminario inexistente”.[25]

Podemos introducir la reflexión de Lacan diciendo, con Miller, que la teoría del Nombre del Padre constituye un elemento de la teoría general del nombre – y especialmente del nombre propio – en la lingüística y la lógica matemática. El Nombre del Padre es dividido entre una teoría del padre y una teoría del nombre, tal vez resultando ser la segunda, en última instancia, mucho más interesante.

Bien, lo que es distintivo del nombre propio, por supuesto, es que no es traducido, sino más bien repetido o, por lo menos, transliterado. En este sentido, se aproxima al matema, y hace emerger la delicada pregunta de en qué medida de hecho pertenece al lenguaje.

Esta es la pregunta que Lacan se esfuerza en responder en “Subversión del sujeto”. Hablando del S(A/), sobre su formulación de que “no hay Otro del Otro”, un lugar – o no-lugar – en el que previamente había localizado al Padre muerto en el mito freudiano, Lacan dice que esta abreviatura (S(A/)) articula, en primer lugar, un significante: es el “significante de una falta en el Otro”. Pero este significante no es un significante como todos los otros, que solo “representan para”, que, en la frase bien conocida de Lacan, solo “representan al sujeto para otro significante”. La batería de estos significantes es, en tanto que tal, completa. Y el S(A/) es “un trazo que se traza de su círculo sin poder contarse en él”. Indica la inherencia de un -1 en el conjunto de los significantes. Es “impronunciable”, dice Lacan, “pero no su operación”, porque – y aquí llegamos al núcleo de la cuestión – “es lo que se produce cada vez que un nombre propio es pronunciado”. La definición de Lacan del nombre propio prosigue inmediatamente: “su enunciado se iguala a su significación”.[26]

Si pasamos ahora al comentario de Miller de esta definición, podemos decir que el nombre propio es un significante puro que no significa nada, lo que Kripke llama un “designador rígido”. El nombre propio definitivamente no es la abreviatura de una lista de propiedades (esto es, por supuesto, la base de la crítica de Kripke a Bertrand Russell, sobre la que no quiero entrar ahora). La significación de los nombres propios es solo relevante en relación a su referencia. En los términos lógicos de Frege, si los nombres propios pueden tener un Sinn (un sentido) – y a los neuróticos ciertamente les gusta dar a sus nombres propios un sentido, “hacerlos descender” a nombres comunes, como dice Miller en “Lacan con Joyce”,[27] distinguiendo implícitamente esto del tratamiento de Joyce del “nombre propio como un nombre común” – lo que es no obstante fundamental es su Bedeutung (su referencia).[28] Como afirma Lacan en “La significación del falo” – y debemos recordar que el título original alemán de esta charla fue “Die Bedeutung des Phallus” – “el sujeto solo designa su ser poniendo una barra en todo lo que significa”.[29] En suma, el nombre propio requiere un tratamiento lógico especial porque resiste la presentación bajo la forma F(x), bajo la forma lógica de función y variable. La x del nombre propio es esencialmente insustituible.

Volviendo ahora a “Subversión del sujeto”, podemos ver que tan pronto como Lacan ha introducido, avant la lettre, esta definición kripkeana del nombre propio, ya está avanzando en el campo de su más allá. El sujeto del cogito, dice, elide lo “impensable” designado por el nombre propio. Pero el “ser” del sujeto como tal – en tanto que vivo y no muerto – está “faltando” incluso de lo que Lacan llama “el mar de los nombres propios”, es decir, tiene que ser localizado en su más allá. “Soy en el lugar donde se vocifera”, dice Lacan, citando a Paul Valéry, “que el universo es un defecto en la pureza del No-Ser”“. Este lugar, que “hace languidecer al Ser mismo”, es el del “Goce” (ésta es la primera vez que Lacan utiliza esta palabra en los Escritos, y la única vez con una J mayúscula).[30]

Retomando el comentario de Miller, el sujeto – el sujeto neurótico – podría creer que el nombre propio identifica su ser. Pero, de hecho, al ser pronunciado, este nombre, como el significante de A/, se transforma en el significante de A, en un magister dixit. Siguiendo a Lacan, el nombre propio tan solo fija al ser del sujeto como muerto, es el nombre de la lápida. Más allá del semblante del nombre propio, sin embargo – o, volviendo a los términos de Lacan en “Subversión del sujeto”, más allá de la problemática del neurótico “Sin-Nombre”, “importunado” por su nombre propio[31] – hay el campo del goce. Lacan describe el goce como “faltando en el mar de los nombres propios”, dice Miller, porque – en este momento de su enseñanza – concibe la tierra lingüística del Otro como una tierra de gramática y sintaxis. Los nombres propios se batían contra esta tierra sin realmente nunca pertenecer a ella. El goce mismo es el ultramar. Y como nombre para este goce que falta, concluye Miller, podríamos escoger – y también deberíamos recordar que esto es en cierto momento de su enseñanza – el objeto a. El objeto a no es un nombre propio, dice, pero es algo similar. Miller define lo que llama “verdaderos nombres propios”[32] como incluyendo, en la clínica, el plus-de-gozar del sujeto.

Para concluir esta sección, quisiera sugerir que en vez de encontrar aquí una solución, Miller lo que hace es plantear un problema. De hecho, el problema podría ser – y esto es algo que hemos aprendido de Miller mismo – que está pensando en los términos de problema y solución: la solución de invocar un nombre para el goce que no es un nombre propio, pero que es algo parecido, el así llamado “verdadero nombre propio”. Es significativo que los nombres que propone, Hombre de las Ratas, Hombre de los Lobos, etc., no son para nada nombres propios, sino que contienen nombres comunes; y que permanece al nivel del objeto a, que Lacan en última instancia reducirá al estatuto de un semblante.

Es precisamente este problema, esta cuestión, planteado por Miller, sobre lo que quiero continuar trabajando en este espacio: el problema de la nominación del goce más allá del nombre propio. Y esta es la razón por la que me interesa tanto el tratamiento de Joyce del “nombre propio como un nombre común”.

 

III. Interrogar el goce como más allá

Tengo poco tiempo, por lo que daré tres apuntes rápidos sobre el tratamiento de Lacan del nombre propio después de “Subversión del sujeto” hasta el Seminario XXII.

Primero, en el Seminario IX: La identificación, Lacan sitúa el nombre propio en términos del rasgo unario, la letra y, especialmente, la escritura. Sin embargo, admite que esta escritura no llega a nombrar lo que el sujeto es en tanto que sujeto enunciador, e implícitamente también como sujeto gozante. En el acto de la enunciación, dice Lacan, hay una cuestión latente de la nominación que el nombre propio no agota.[33]

Segundo, en el Seminario XII: Problemas cruciales del psicoanálisis, Lacan ya introduce una perspectiva más topológica. El nombre propio es definido aquí como una función que ocupa el punto de sutura entre el adentro y el afuera (Lacan habla de ello empleando la banda de Moebio, la botella de Klein y el toro). Más precisamente, es el punto de sutura entre el lenguaje y su más allá, el goce, diríamos; entre el sentido y su vaciamiento.[34] El nombre propio denomina lo que Lacan llama un “irremplazable” que puede estar faltando. Se refiere, dice, no a un individuo, sino a un agujero. La falta que indica funciona para recubrir otra falta; una falta, podríamos especular de nuevo, de goce.[35] Este es el motivo por el que Lacan dice en “La ciencia y la verdad” que tan solo los nombres propios pueden poner un vendaje en la herida de la falta de “lo verdadero sobre lo verdadero”.[36]

Tercero, del Seminario XVIII al Seminario XXII, Lacan vincula de manera consistente el nombre propio al falo.

Toda esta trayectoria representa un viraje fundamental porque, habiendo vinculado el nombre propio al falo, Lacan ya no lo situará, en el Seminario XXIII, en relación con la escritura, sino – y en un modo absolutamente contrario – en relación con la función de fonación.[37] La escritura estará relacionada implícitamente al nombre común o, de nuevo, al tratamiento de Joyce del “nombre propio como un nombre común”. Éste es el territorio que quiero explorar la próxima vez.

Notes

[1] Lacan, Jacques. Seminario XXIII: El sinthome. Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 86.

[2] Lacan, Jacques. “Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein”, Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 211.

[3] Lacan, Jacques. Seminario XXII: R.S.I. (seminario inédito).

[4] Miller, Jacques-Alain. “Lacan con Joyce”, Introducción a la clínica Lacaniana”. Barcelona, RBA, 2006, p. 494.

[5] Laurent, Eric. “Síntoma y nombre propio”, Síntoma y nominación. Buenos Aires, Diva, 2002, pp. 97-123; Laurent, Eric. “El “nombre de goce” y la repetición”, Síntoma y nominación. Buenos Aires, Diva, 2002, pp. 125-41.

[6] Lacan, Jacques. “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, p. 488.

[7] Lacan, Jacques. Seminario III: Las psicosis. Buenos Aires, Paidós, 1984, p. 314.

[8] Lacan, Jacques. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, pp. 513-64.

[9] Lacan, Jacques. Seminario X: La angustia. Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 365.

[10] Lacan, Jacques. “La metáfora del sujeto”, Escritos 2. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, p. 869.

[11] Agamben, Giorgio. “El amigo”, ¿Qué es un dispositivo?. Barcelona, Anagrama, 2015, pp. 35-51.

[12] Benveniste, Émile. “La blasfemia y la eufemia”, Problemas de lingüística general II. Buenos Aires, Siglo XXI, 1977, pp. 256-9.

[13] Ibid., p. 257.

[14] Miller, Jacques-Alain. El banquete de los analistas. Buenos Aires, Paidós, 2000, pp. 79-117.

[15] Lacan, Jacques. “El atolondradicho”, Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 512.

[16] http://www.lacanterafreudiana.com.ar

[17] Miller, El banquete de los analistas, p. 96.

[18] Milner, Jean-Claude. De la syntaxe à línterprétation. Quantités, insultes, exclamations. Paris, Le Seuil, 1978. Lacan hace referencia a este texto en su seminario inédito El momento de concluir.

[19] Miller, El banquete de los analistas, p. 98.

[20] Freud, Sigmund. “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, Obras completas X. Buenos Aires, Amorrortu, 1980, p. 161.

[21] Lacan, Jacques. Seminario V: Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 480.

[22] Miller, El banquete de los analistas, p. 110.

[23] Lacan, Seminario XXIII: El sinthome, p. 15.

[24] Kripke, Saul. El nombrar y la necesidad. Ciudad de México, UNAM, 1995.

[25] Miller, Jacques-Alain. De la naturaleza de los semblantes. Buenos Aires, Paidós, 2002, pp. 25-53.

[26] Lacan, Jacques. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Escritos 2. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, p. 799.

[27] Miller, “Lacan con Joyce”, p. 497.

[28] Frege, Gottlob. “Sobre sentido y referencia”, Ensayos de semántica y filosofía de la lógica. Madrid, Tecnos, 2013, pp. 84-111. Lacan retoma la distinción de Frege, usada por Freud para hablar sobre los dos lados del síntoma, en su “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, Intervenciones y textos 2. Buenos Aires, Manantial, 1988, pp. 125-30; véase también Miller, Jacques-Alain. “Seminario sobre las vías de formación de los síntomas”, Introducción a la clínica lacaniana. Barcelona, RBA, 2006, pp. 453-86.

[29] Lacan, Jacques. “La significación del falo”, Escritos 2. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, p.672.

[30] Lacan, “Subversión del sujeto”, pp. 799-800.

[31] Ibid., p. 806.

[32] Miller, De la naturaleza de los semblantes, p. 36.

[33] Lacan, Jacques. Seminario IX: La identificación (seminario inédito).

[34] Para otra exposición, más fregeana, del nombre propio como cumpliendo la función de la sutura véase Miller, Jacques Alain. “La sutura”, Matemas II. Buenos Aires, Manantial, 1988, pp. 53-65.

[35] Lacan, Jacques. Seminario XII: Problemas cruciales del psicoanálisis (seminario inédito).

[36] Lacan, Jacques. “La ciencia y la verdad”, Escritos 2. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, pp. 846.

[37] Lacan, Seminario XXIII: El sinthome, p. 73.

Bibliografia

Agamben, Giorgio.“¿Qué es un dispositivo?”. Barcelona, Anagrama, 2015.

Benveniste, Émile.“Problemas de lingüística general II”. Buenos Aires, Siglo XXI, 1977.

Frege, Gottlob. “Ensayos de semántica y filosofía de la lógica. Madrid, Tecnos, 2013.

Freud, Sigmund. “Obras completas X”. Buenos Aires, Amorrortu, 1980.

Kripke, Saul. “El nombrar y la necesidad”. Ciudad de México, UNAM, 1995.

Lacan, Jacques. “Escritos 1”. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984.

Lacan, Jacques. “Escritos 2”. Buenos Aires, Siglo XXI, 1984.

Lacan, Jacques. “Seminario III: Las psicosis”. Buenos Aires, Paidós, 1984.

Lacan, Jacques. “Seminario IX: La identificación” (seminario inédito).

Lacan, Jacques. “Seminario V: Las formaciones del inconsciente”. Buenos Aires, Paidós, 1999.

Lacan, Jacques. “Seminario X: La angustia”. Buenos Aires, Paidós, 2006.

Lacan, Jacques. “Seminario XII: Problemas cruciales del psicoanálisis” (seminario inédito).

Lacan, Jacques. “Seminario XXII: R.S.I”. (seminario inédito).

Lacan, Jacques. “Seminario XXIII: El sinthome”. Buenos Aires, Paidós, 2006.

Lacan, Jacques. Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012.

Laurent, Eric. “Síntoma y nominación”. Buenos Aires, Diva, 2002.

Milner, Jean-Claude. “De la syntaxe à línterprétation. Quantités, insultes, exclamations”. Paris, Le Seuil, 1978.

Miller, Jacques-Alain. “El banquete de los analistas”. Buenos Aires, Paidós, 2000.

Miller, Jacques-Alain. “Introducción a la clínica Lacaniana”. Barcelona, RBA. 2006.



Howard Rouse

"Tratar al nombre propio como un nombre común": Lacan precedido por Joyce

NODVS LI, març de 2018

Comparteix

  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Facebook