Referencia a Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta

Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, febrero de 2019, en función del Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, de Jacques Lacan

  • Publicado en NODVS LIV, abril de 2019

Resum

Breve recorrido por la obra Moisés y la religión monoteísta de Freud. El texto desgrana paso a paso las tesis de cada uno de los tres ensayos que conforman la obra, en vistas a la comprensión de los capítulos 7 y 9 del Seminario 17 de Jacques Lacan.

Paraules clau

Moisés y la religión monoteísta, Seminario 17, Tótem y tabú, religión, parricidio, culpa trágica, deseo de Dios.

“La conciencia es una invención judaica; es
como la circuncisión, una mutilación del hombre.”
Adolf Hitler

Moisés y la religión monoteísta es la última gran obra de Freud. Se publica en 1939. Freud comienza a redactarla en Viena en el 34 y la acaba en Londres en el 38. En circunstancias durísimas. Durante la redacción de este texto, el cáncer de Freud se agrava; le intervienen varias veces; padece dolores intensos; no sabe si seguirá vivo cuando se publique. Por otro lado, el nazismo irrumpe en Europa. En palabras de Freud, “todo se torna cada vez más sombrío y amenazador”1. “Vivimos en una época harto extraña –escribe Freud en el Moisés–. Comprobamos, asombrados, que el progreso ha concluido un pacto con la barbarie”2. Luego agrega con su sentido del humor habitual: solo Alemania es un alivio, porque muestra que se puede caer en la barbarie sin invocar ninguna idea progresista.


Freud está cautivado por el personaje de Moisés. Exclama en una carta a Arnold Zweig en diciembre del 34: “¡Déjeme tranquilo con Moisés! Este hombre y lo que pretendí hacer con él me persigue constantemente”2. De hecho, ya en 1914, veinte años antes, Freud había escrito un texto sobre el Moisés de Miguel Ángel, escultura que lo subyugaba y que había ido a visitar todos los días durante tres semanas a la Iglesia de San Pietro in Vincoli, que había estudiado, medido y hasta dibujado4.

Por otro lado, Lacan dice, en este capítulo VII del Reverso, que el Moisés y la religión monoteísta es “absolutamente fascinante”5. Pero dice a continuación que no tiene “ni queue ni tête”, ni pies ni cabeza”6.

Así que tenemos de entrada estas dos fascinaciones peculiares: de Freud por el personaje de Moisés, que lo “persigue constantemente”, y de Lacan por el Moisés y la religión monoteísta que, sin embargo, no tiene “ni pies ni cabeza”.

La obra se compone de tres ensayos. Los primeros dos fueron publicados en la revista Imago; luego quedaron subsumidos, junto con un tercer ensayo, bajo el título que conocemos. ¿Qué dice Freud en cada uno de estos ensayos?


En el primer ensayo, Freud sostiene que Moisés era egipcio y no judío. Y esto es grave. Porque Moisés no es un profeta cualquiera. Según la tradición hebrea es el libertador del pueblo judío, el que consigue que pueda abandonar Egipto donde está esclavizado. En segundo lugar, Moisés es el legislador, el que dota al pueblo judío de la Ley. Le da los diez mandamientos. Pero no solo eso. Además, en tercer lugar, se supone que Moisés es quien escribe los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. Es el supuesto autor del “Génesis”, del “Éxodo”, del “Levítico”, etc., conjunto que se titula en hebreo Torah, es decir, literalmente “La ley”, y que en la tradición cristiana se denomina de una forma más sencilla Pentateuco –de penta, cinco, teuco, rollos–. La religión judía es la religión de la Ley. Y es la religión del Libro. Así que Moisés, que da el Libro y da la Ley, es en el fondo el fundador de la religión judía, aunque la tradición judía no lo plantee así y pretenda recular a una época anterior. Freud lo dice: “Fue este único hombre, Moisés, quien creó a los judíos”7. Por eso Freud duda, tiene inicialmente cierto reparo en poner en tela de juicio, en plena efervescencia nazi, la figura de Moisés.


Freud sostiene que Moisés era egipcio con los siguientes argumentos. El nombre de Moisés procede del léxico egipcio: mose significa niño en el antiguo egipcio y es natural que el portador de un nombre egipcio sea egipcio8. En segundo lugar, Freud retoma de Otto Rank El mito del nacimiento del héroe. Normalmente los mitos atribuyen al héroe un origen encumbrado. Sin embargo, a Moisés el mito le atribuye un origen humilde: una madre judía lo abandona en un meandro del Nilo y una princesa egipcia lo saca del agua y lo adopta. El mito está al revés. Pero en los mitos del héroe, dice Freud, la familia que abandona al niño es la ficticia. Luego Moisés era egipcio y fue el pueblo judío quien quiso transformarlo en judío9. Ésta es la tesis del primer ensayo.

En el segundo ensayo, Freud hace referencia a un paréntesis que hubo en el prolongado transcurso del politeísmo del Antiguo Egipto. En el siglo XIV a. C., el faraón Amenhotep IV abandonó el politeísmo, impuso una nueva religión, monoteísta, en torno a un único dios solar, llamado Atón. Fue una conmoción cultural. El faraón adoptó el nombre de Akhenatón, el que agrada a Atón, y reinó con su esposa Nefertiti. Pero murió tras solo diecisiete años de reinado y el monoteísmo que él había sostenido fue barrido por la hostilidad de la clase sacerdotal que se había resistido desde un principio a la reforma. El politeísmo fue restablecido en el acto.
Freud sostiene que probablemente Moisés perteneciera a la familia real de Akhenatón, fuera príncipe o sacerdote, que fuera prosélito del monoteísmo y se viera relegado. Habría pretendido procurarse un nuevo pueblo que rindiese culto a la religión desdeñada por Egipto. Es decir, fue Moisés quien eligió a los judíos como su nuevo pueblo. Así que el monoteísmo judío desciende del monoteísmo egipcio10.


Freud utiliza los siguientes argumentos: en primer lugar, el parentesco fonético entre Atón, dios egipcio y Adonái, dios de la religión judía; en segundo lugar, el hecho de que la circuncisión fuera una costumbre egipcia y únicamente egipcia antes del judaísmo, en la cuenca del Mediterráneo, como señala Heródoto y ha sido verificado en las momias; en tercer lugar, el hecho de que el monoteísmo egipcio y el judío coincidan en una postura poco frecuente: el rechazo de la idea de más allá, idea a la cual era tan aficionado el politeísmo egipcio y lo son, en general, todas las religiones.


Freud, en diálogo con historiadores, arqueólogos y exégetas, como Meyer, Sellin y Gressmann, acaba elaborando una nueva versión de la prehistoria judía. Dice que si hay dos nombres distintos en el Antiguo Testamento para nombrar a Dios, Yahvé y Adonái, que se superponen, es porque primitivamente fueron dos dioses distintos. El pueblo judío se constituyó a través de la fusión de dos tribus semitas distintas, hebreos y madianitas, y la fusión de sus dos dioses. Por un lado, Yahvé, divinidad de la tribu madianita, un dios volcánico, “local, violento y mezquino, brutal y sanguinario”11 –son los adjetivos que utiliza Freud–, que promete a sus prosélitos la tierra de Canaán, donde mana leche y miel y de la cual hay que apoderarse pasando a sus habitantes por el filo de la espada; por otro lado, un dios mosaico, de la tribu hebrea, Adonái, mucho más espiritual, un dios único y universal, omnipotente, omnibondadoso, adverso a toda magia y que exige una vida dedicada a la verdad y la justicia. El dios madianita Yahvé, dominante inicialmente, fue finalmente subordinado al dios mosaico Adonái 12. O sea, hubo un progreso desde el henoteísmo al monoteísmo13. El henoteísmo es la creencia en un solo dios; pero no niega que existan otras divinidades; sólo que los considera muy inferiores al único digno de ser adorado. En cambio, el monoteísmo afirma la existencia de un solo Dios; por tanto, introduce la problemática de la verdad.


El monoteísmo de Moisés es aún más depurado que el egipcio, dice Freud, porque prescinde del disco solar que representaba a Atón. Prohíbe cualquier representación de Dios. Al exigir venerar a un Dios que no se puede ver, al desmaterializar a Dios, exige el triunfo de la abstracción y la intelectualidad sobre la sensualidad; en definitiva, exige “la renuncia a los instintos”, dice Freud14, la renuncia al goce.

En el tercer ensayo, Freud coge del sugerente libro de Sellin que, por cierto, ha sido reeditado en francés15, la hipótesis de que Moisés fue asesinado16. ¿Por qué fue asesinado? Freud atribuye ese asesinato a lo insoportable que debía resultar aquel monoteísmo tan espiritualizado a la tribu hebrea que, al fin y al cabo, debía ser tan primitiva o más que la sociedad egipcia. Hubo recaídas en la idolatría, apostasías, como el episodio del becerro de oro, sublevaciones contra la autoridad de Moisés que fueron reprimidas con extrema dureza por los levitas, clan sacerdotal, séquito egipcio de Moisés. Moisés habría sido asesinado en su intento de imponer el monoteísmo.


Cuando, más tarde, tiene lugar la fusión de las tribus y los dioses, la línea adonaísta, es decir, mosaica, tardará en dominar sobre la línea yahvista17, y no lo hará más que gracias al trabajo llevado a cabo durante generaciones por los profetas (como Oseas al cual menciona Lacan) que taladraron a los judíos con preceptos éticos de la doctrina mosaica, avivando en ellos sentimientos de culpa.


Ahora bien, el asesinato de Moisés fue reprimido en el judaísmo, dice Freud; no es mencionado en ningún texto sagrado18.

Entonces Freud retoma Totem y tabú. Cuando Moisés trae a su pueblo la idea de un Dios único, no le trae nada nuevo, dice Freud, sino algo de una vivencia arcaica, la vivencia de un protopadre castrador, que exige la renuncia al goce. Freud sostiene que el asesinato de Moisés no fue en el fondo más que la repetición de un crimen anterior: habían matado al padre de la horda primitiva, mataron también a Moisés. Fue una especie de acting out : en lugar de recordar repitieron. Parece como si esa protohistoria de parricidio se desplegara en bucle19. Freud dice que el parricidio es el verdadero origen de la culpa trágica. El héroe es siempre el que se subleva contra el padre, lo mata y luego asume la culpa. Eso sería válido también para el teatro griego: el coro en la tragedia sería la horda fraterna.


¿Qué consecuencias tiene el asesinato de Moisés y su represión? Surgen sentimientos de culpa insaciables. “Un sordo malestar” se apodera progresivamente, en un proceso dilatado, de los semitas, dice Freud, y de todos los pueblos del Mediterráneo. Freud habla de “raptos de ascetismo moral”, “renuncias instintuales constantemente renovadas”20. Hay como un envejecimiento de la cultura antigua, una especie de “distimia colectiva”, dice Freud21. Pablo de Tarso lo habría formulado explícitamente: “Nosotros somos tan desgraciados, porque hemos matado a Dios Padre”22.


Finalmente lo reprimido retorna. Un asesinato solo puede ser expiado con una muerte sacrificial: “era preciso que fuera la muerte de un Hijo, pues debía expiarse el asesinato de un Padre”, dice Freud23. ¡De allí la figura de Jesús! Así que el cristianismo no es más que el retorno de lo reprimido por el judaísmo –ésta es la tesis del tercer ensayo.

En definitiva, Freud dice en esta obra: “cuanto nos parece grandioso, enigmático y místicamente obvio en la ética debe tal carácter a su vínculo con la religión, a su origen en la voluntad del padre”24. Así Freud anuda padre, ética y religión, y eleva la religión, en esta su última obra, a un lugar que desde luego no tenía en El porvenir de una ilusión. Es ante el deseo de un Dios, el Dios de Moisés, donde finalmente se ha detenido la pluma de Freud, dice Lacan en su “Introducción a los nombres del padre”25.


Éste es más o menos el contenido de Moisés y la religión monoteísta.

Notes

1. Freud, S. & Zweig, A. (1968/2000). Correspondencia 1927-1939. Barcelona: Gedisa, p. 183.

2. Freud, S. (1939/1981). Moisés y la religión monoteísta. En Sigmund Freud: Obras Completas, Tomo III. Madrid: Biblioteca Nueva, p. 3272.

3. Carta del 16 de diciembre de 1934, op. cit., pp. 130-131.

4. Gay, P. (1988/1989). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Barcelona: Paidós, pp. 357 y ss.

5. Lacan, J. (1991/1992). El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis. Barcelona: Paidós, p. 121.

6. Ibid., p. 122.

7. Op. cit., p. 3305.

8. Como Ramsés, Ra-mosé, niño de Ra; o Ahmosé, niño de Amón; Tutmosé, niño de Toth, etc.

9. Cabe tomar en cuenta que Freud no es el primero ni el único en afirmar que Moisés era egipcio. Esta idea aparece muy tempranamente en historiadores de la Antigüedad helenística y romana, como Manetón, Estrabón o Flavio Josefo.

10. La idea del parentesco entre el monoteísmo egipcio y judío es retomada en la actualidad por egiptólogos como Jan Assmann de la Universidad de Heidelberg (Moisés el egipcio, Madrid: Oberon, 2003) o Erik Hornung de la Universidad de Basilea (El uno y los múltiples. Concepciones egipcias de la divinidad, Madrid: Trotta, 2016).

11. Freud, op. cit., p. 3269.

12. Cuando un judío lee –lo mismo da que sea en voz alta o en silencio– el Antiguo Testamento y se topa con el significante Yahvé –lo cual ocurre bastante a menudo– debe leer y lee: Adonái. Adonái queda como superpuesto a Yahvé. Lacan retoma todos los nombres de Dios en la Biblia en una reflexión preciosa en su “Introduction aux Noms-du-Père”, en Des noms-du-père (2005). París : Seuil.

13. Freud, S., op. cit., pp. 3318-9.

14. Ibid., p. 3309.

15. Sellin, E. (1922/2015). Moïse et son importance dans l’histoire de la religion israélo-juive. París : Le Félin. Sellin, cuyo libro ansía y finalmente consigue Lacan, según comenta en el Seminario de El Reverso, parece haber sido un personaje interesante. Doctor en filosofía por la Universidad de Leipzig, teólogo por la Universidad de Erlangen (Baviera), Sellin fue además arqueólogo. Hizo excavaciones en tres ocasiones en diferentes yacimientos en lo que actualmente es Cisjordania (Tell Taanach, Tell Balata y Jericó). Hizo una tesis doctoral, escrita en hebreo sobre “La doble naturaleza verbal y nominal de los participios y de los infinitivos de la lengua hebraica y su construcción”. Llegó a ser profesor en la Universidad de Viena, decano de la Facultad de Teología Protestante (siendo Austria mayoritariamente católica). Fue experto en el texto hebraico y un apasionado de Moisés y del profeta Oseas en particular. De hecho la primera frase de su libro es: “L’ultime et la plus importante question posée à toute recherche sur la religión judéo-israélite restera toujours celle-ci: qui fut Moïse?” En 1914, en la I Guerra Mundial, con 47 años Sellin se alista voluntariamente y pasa dos años en las trincheras. A principios de los años 30 se opone a las doctrinas arias. Luego se le pierde la pista; no sabemos si tuvo dificultades con el nazismo o no. Lo último que se sabe es que hizo un discurso en la Universidad de Berlín, en 1931, sobre “El problema de Job”.

16. Cabe tomar en cuenta que antes de Sellin, Goethe sostuvo que Moisés había sido asesinato. Ver nota 1493 de Freud, en op.cit., p. 3295.

17. Freud, op. cit., p. 3277. Respecto a la prevalencia de Adonái sobre Yahvé, ver también nota 12.

18. Por eso Lacan dice, en el capítulo 7 del Seminario del Reverso, que Moisés vuelve en los profetas por la vía de la represión.

19. Freud, op. cit., p. 3294. Dice Miller: “hay algo de la religión que no deja de escribirse” –“Religión y psicoanálisis. La lógica del gran hombre”, en Freudiana 41 (2004), p. 8.

20. Freud, op. cit., p. 3222.

21. Ibid.., p. 3223.

22. Ibid.

23. Ibid., p. 3293.

24. Ibid., p. 3315.

25. Lacan, J., op. cit., pp. 90-91.

Alín Salom

Referencia a Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta

NODVS LIV, abril de 2019

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