Del goce

Texto desarrollado en el grupo de investigación Lo femenino en la clínica, el cine y la literatura.

  • Publicado en NODVS LXII, novembre de 2021

Resum

Se trata de un abordaje del primer capítulo del Seminario 20,  Aún , desde la perspectiva del trabajo realizado durante el curso 2020-2021 en el Grupo de Investigación de la Sección Clínica de Barcelona,  Lo femenino en la clínica, el cine y la literatura . Por eso, se ha buscado ponerlo en relación con los argumentos de la película  The Deep Blue Sea (Terence Davies, 2011)  y de la ópera  Madama Butterfly (Puccini, 1904) , obras tratadas en el grupo.

Paraules clau

Goce,sexualidad,diferencia,amor,femenino,objeto

En el Seminario 20, Lacan utiliza la lógica llamada cuantificada, de la que ya se había servido en los Seminarios 19 y 18, “con el propósito de dar cuenta de la sexualidad, o mejor dicho de la diferencia de los sexos en su relación con el goce”1. En su enseñanza, en ese período, Lacan sustenta lo simbólico en la estructura lógica.

Seguimos el eje de lo que da título a este primer capítulo, el goce, y recogemos lo que nos dice al principio: en el fondo de todos los derechos está el goce. Con el concepto de usufructo se pondrá en juego la relación del derecho y del goce al establecer la diferencia entre lo útil (l`outil) como utensilio y lo útil (l`utile) como productivo al goce. Repartir, distribuir, retribuir lo que concierne al goce es la esencia del derecho. Lacan parte de lo que queda velado por el amor para establecer “la serie de lo que a él se acerca” 2 y dar la topología de lo que concierne al goce.

En este punto podríamos detenernos a observar si nuestras mujeres, las que hemos venido trabajando, ponen en juego los derechos para poder rastrear así algo de sus goces particulares. Quizá Hester, la protagonista de The Deep Blue Sea, reivindica su derecho a disfrutar amando al hombre que no le conviene y renunciando a todas las comodidades que le ofrecía su marido; Butterflay, por su lado, rechaza todas las advertencias y manifiesta su derecho a disfrutar manteniendose en su posición de objeto a la espera de aquel al que ama y que vendrá a buscarla. Ambas nos muestran un goce sacrificial al que no pueden renunciar.

La respuesta a la pregunta de qué es el goce, es “lo que no sirve para nada”3; para nada más que para ser útil al imperativo del super yo: ¡goza!

Parece interesante mencionar ya en este punto aquello con lo que concluye Lacan este primer capítulo, dice: Entonces nada puede decirse de él [el ser] si no es con rodeos que terminan en impases, con demostraciones de imposibilidad lógica, donde ningún predicado basta. Lo tocante al ser, a un ser que se postule como absoluto, no es nunca más que la fractura, la rotura, la interrupción de la fórmula ser sexuado en tanto el ser sexuado está interesado en el goce” 4.

Lacan nos dice que El goce del Otro , del Otro cono mayúscula, del cuerpo del Otro que lo simboliza, no es signo de amor” 5. No es el signo, pero es la única respuesta dato en el nivel del amor y por eso el goce sigue siendo una pregunta.

Es el amor, que siempre es recíproco, lo que hace signo.El deseo es el deseo del Otro y el amor es una pasión que puede ser la ignorancia de ese deseo. Esto vendría a explicar que el goce del cuerpo del Otro no sea una respuesta necesaria ni suficiente porque el amor demanda el amor, lo demanda otra vez (encore). Es éste más, aún, el nombre propio de esa falla desde donde en el Otro parte la demanda de amor.

Qué mejor para ilustrar lo que venimos diciendo que las palabras de Carson McCullers, en su narración La balada del café triste:

"Es preciso reconocer que el amor es una experiencia compartida entre dos personas, pero que sea compartida no quiere decir que sea igual para los dos implicados. Existe el amante y existe el amado, pero son de países distintos. A menudo el amado no es sino el estímulo de todo el amor acumulado que el amante atesora en silencio desde hace tiempo. Y, en cierta manera, esto lo sabe cualquier amante. Siente dentro de su alma que su amor es cosa solitaria. Conoce entonces una nueva y extraña soledad y este conocimiento es el que le causa sufrimiento. Así que al amante solo le queda una opción: cobijar en su interior tan buenamente como pueda a este amor; hacer surgir un mundo interior totalmente nuevo: un mundo intenso, extraño y que se basta a sí mismo".6

En esta magnífica descripción se lee entre líneas lo que veníamos tratando, es decir, cómo se entrelazan el amor y el goce. 

¿Entonces, de dónde viene el amor? Viene, nos dice Lacan,del (a)mur (amuro) y con ello nos indica la falla en la relación entre los sexos. El amor es hacer Uno y aunque sea recíproco es impotente porque se sostiene en la ignorancia del deseo de ser Uno que conduce a lo imposible de la relación sexual.

Se entiende mejor esto al asociarlo con la escena de la boda en Madame Butterflay, especialmente cuando a la noche se quedan solos al marchar los invitados. Son dos enamorados que sienten amor recíproco, los dos son, al tiempo, amante y amado, pero cada uno en su propio goce. Él está prendado de las formas de ella, de su delicadeza de muñeca de porcelana; ella se embelesa con las palabras que él le dice y le pide que la ame como a una criatura. Si seguimos los diálogos en la ópera se aprecia la diferencia, la que llevaría a ese no encontrarse estando abrazados.

El amor, en su esencia, es narcisista. El amor no es el goce, por el amor el goce circula en el significante, pero el goce es del cuerpo. Dice Lacan el ser es el goce del cuerpo como tal, es decir como asexuado, ya que lo que se llama el goce sexual está marcado, dominado, por la imposibilidad de establecer como tal, en ninguna parte en lo enunciable, ese único Uno que nos interesa, el Uno de la relación proporción sexual7.Se refiere al objeto a minúscula, y también al prefijo a- como prefijo de privación, y a la preposición francesa à que, según el contexto, puede traducirse por “a”, “con”, “de”, “en”, “hasta”, “para”, “por”.

Es en el goce sexual donde el goce de los cuerpos tiene el privilegio de poder ser interrogado como estando especificado, al menos por un impase. “El goce, en tanto sexual, es fálico, es decir, no se relaciona con el Otro en cuanto tal”8.

Con la paradoja de Zenón, Aquiles y la tortuga, Lacan argumentará que el goce del Otro se promueve por la infinitud. El obstáculo a la existencia de relación sexual es que la intersección que supondría el encuentro sólo se encontraría en un infinito. La imposibilidad de la relación sexual es la imposibilidad de un punto de tope que el infinito no puede ofrecer.

Esa imposibilidad nos muestra que hay un lugar de un sexo como Otro. Es a partir de la sexualidad femenina que se puede ubicar al goce propiamente dicho en tanto que ella desborda al falo y a todo significante.

En lo sexual todo gira en torno del goce fálico, del significante imaginario del falo, pero el objeto no es el mismo en los dos sexos, no hay reciprocidad. El hombre está limitado porque su goce se halla localizado en el órgano; el sexo de la mujer no le dice nada si no es por intermedio del goce del cuerpo. Ella está en posición de Otro distinto del falocéntrico y representa el misterio absoluto. El falo, ese órgano que no existe, hace de la mujer, como ser sexuado no-toda en su cuerpo, de su deseo un enigma. Las mujeres pueden estar a un paso del sin límite del goce a causa de lo que no pasa por su cuerpo “sino por lo que se desprende de una exigencia lógica en la palabra”9 que reclama el una por una.

Recordemos la conversación de Hester y su marido, el juez, cuando pasado el tiempo de su rencor él se preocupa por el estado de ella. Le pregunta qué le ha pasado y ella responde “el amor, sólo eso”. El amor, se extraña él, te ha llevado a suicidarte. No, dice Hester, me he llevado yo sola. El marido no puede entender, pero quiere hacerlo, vemos el misterio que ella le representa; él insiste en ponerlo del lado del deseo sexual y ella le intenta explicar lo inexplicable: Freddy lo es todo para mí, dice, la vida y la muerte.

Antes de este encuentro, Hester viene de buscar a Freddy y suplicarle que vuelva con ella. También para Freddy ella es incomprensible. Enfadado le dice al amigo que presencia la escena, que se fije en ella, que se casó con el primero que se lo pidió y se enamoró del primero que la miró con ganas.

No podemos decir que Hester no sabía, dice que desde el principio sabe que Freddy no la ama como ella a él y que no ha cambiado nada porque cero menos cero sigue siendo cero.

Lacan dice que no hay límites a las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre, de su cuerpo, de su alma, de sus bienes. Eso significa, nos dice Miller, que cada una es capaz de ir hacia el no tener, y es capaz de realizarse como mujer en el no tener.

Con Hester y Co-Co san, las dos mujeres por las que he intentado circular para ilustrar las palabras de Lacan, vemos reflejado un fracaso. A las dos les falla la medida de su valor en relación a los semblantes de ellos, las dos son dejadas por esos hombres a los que se entregan. Se manifiesta en ellas un no tener derecho a que tiene mucho peso y que muestra ese supuesto agujero del menos femenino.

En los dos casos, en distinta manera, tenemos la cuestión de la maternidad como posible solución a la posición femenina. Esa solución por el lado del tener no ha funcionado en Butterflay. En cuanto a Hester, ella pregunta para quién hubiera cambiado algo si hubiera tenido un hijo. Con su final frente a la luz que entra por la ventana, podemos esperar que encuentre la solución del lado del ser, no queriendo colmar el agujero sino fabricándose un ser con la nada.

En el capítulo Goce, saber y verdad de Los signos del goce, J.A. Miller expone que desde el principio Lacan dijo que no gozamos sino de nuestros fantasmas y al final de su enseñanza con el nuevo término de sínthome englobó síntoma y fantasma, lo que le permitió enfatizar el goce del síntoma y seguir sosteniendo que no gozamos sino de nuestros fantasmas.

Podemos finalizar con esta cita de la novela Océano mar de Alessandro Baricco: Las mujeres hacen cosas, a veces, que lo dejan a uno de piedra. Podrías pasarte toda la vida intentándolo, pero no serías capaz de conseguir esa ligereza que ellas tienen algunas veces. Son ligeras por dentro. Por dentro”10.

Notes

1. Miller, Jacques-Alain. El ultimísimo Lacan . Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 207.

2. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 20, Aún . Paidós, Buenos Aires, 1972, p. 11.

3 . Ibíd., p. 11

4. Ibíd., p. 19

5. Ibíd., p. 12

6. McCullers, Carson. La balada del café triste. La otra editorial, Barcelona, ​​2016, p. 41.

7. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 20, Aún . Paidós, Buenos Aires, 1972, p. 14.

8. Ibíd., p. 17

9. Ibíd., p. 18

10. Baricco, Alessandro. Océano mar. Anagrama, Barcelona, ​​2019, p. 121.

Susanna Vendrell

Del goce

NODVS LXII, novembre de 2021

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