"Pegan a un niño". Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales (1919)

Comentario de la primera parte del texto de Freud Pegan a un niño, presentado en el Seminario de Investigación de la S.C.B. "Los objetos del fantasma", enero de 2003

  • Publicado en NODVS V, febrer de 2003

Paraules clau

Edipo (complejo de), satisfacción masoquista, fantasía de paliza, sexualidad perversa, fantasma fundamental

Este trabajo de Freud consiste en una minuciosa indagación clínica acerca de una clase particular de perversión como es el masoquismo. Su finalidad era ampliar el conocimiento de las perversiones en general. A esto se agrega un examen, de suma importancia para Freud, acerca de los motivos que llevan a la represión, tomando como referencia las teorías que propusieron Fliess y Adler. Pero nosotros, en este trabajo, solo nos vamos a dedicar al análisis de su elaboración teórica, a partir de su investigación clínica del masoquismo.

Freud comienza el artículo diciendo que la representación-fantasía “Pegan a un niño” es confesada con sorprendente frecuencia por personas que han acudido al tratamiento analítico a causa de una histeria o de una neurosis obsesiva. Pero no descarta la posibilidad de que esta fantasía se le presente también a personas exentas de padecer tales neurosis.

A esa fantasía se anudan sentimientos placenteros que propician una satisfacción onanista.

Freud ubica el origen de estas fantasías a una edad muy temprana, antes de la edad escolar, en el quinto y sexto año de vida. Luego cuando el niño co-presencia en la escuela cómo otros niños son azotados por el maestro, esa vivencia vuelve a convocar aquellas fantasías en el caso de haberse adormecido y modifica de manera apreciable su contenido. A partir de entonces “muchos niños” son azotados.

Hay una cuestión importante que lleva a Freud reformular la condición de goce, en cuanto a que la representación-fantasía “un niño es azotado” era investida regularmente con elevado placer y desembocaba en un acto de satisfacción autoerótica placentera; entonces, cabía esperar que también contemplar cómo otro niño era azotado en la escuela hubiera sido una fuente de parecido goce. No obstante, no sucedía así. Co-vivenciar escenas reales de paliza en la escuela provocaba en el niño espectador sentimientos de repulsión y en algunos casos se sentía como insoportable.

Lo que está planteando Freud aquí es que, para el sujeto neurótico el pasaje al acto del fantasma resulta intolerable, porque la condición de goce es justamente que el fantasma no llegue a hacerse efectivo en la realidad.

En este punto, la neurosis se distingue de la estructura perversa donde sí hay pasaje al acto del fantasma.

Luego Freud continúa diciendo que era forzoso indagar por el nexo que pudiera existir entre la significatividad de las fantasías de paliza y el papel que los correctivos corporales habían desempeñado en la educación hogareña del niño. No pudo probarse la unilateralidad del material, debido a que las personas que brindaron la tela de estos análisis muy rara vez habían sido azotadas en su infancia.

Freud perseguía averiguar algo más de aquellas fantasías tempranas, acerca de quien era el niño azotado, si era siempre el mismo o un extraño y quien lo azotaba o si era él mismo azotando a otro. Ninguna de estas preguntas tuvo respuesta, sus pacientes solo respondían: “No sé nada más sobre eso, pegan a un niño”

Luego Freud nos dice que: “De acuerdo con nuestras actuales intelecciones, una fantasía así, que emerge en la temprana infancia, quizá a raíz de ocasiones casuales y que se retiene para la satisfacción autoerótica, sólo admite ser concebida como un rasgo primario de perversión. Vale decir: uno de los componentes de la función sexual se habría anticipado a los otros en el desarrollo, se habría vuelto autónomo de manera prematura, fijándose luego y sustrayéndose por esa vía de los ulteriores procesos evolutivos, en tanto que atestiguaría una construcción particular, anormal de la persona”.

Es decir, con la emergencia de esta fantasía de paliza para la satisfacción autoerótica, Freud da cuenta de una sexualidad perversa, porque el fantasma plantea una desviación de la pulsión, en tanto que no hay objeto genital de la pulsión.

Luego, Freud continúa diciendo que “una perversión infantil de esta índole no necesariamente dura toda la vida, más tarde puede caer bajo la represión, ser sustituida por una formación reactiva o puede ser sublimada. Pero si estos procesos faltan la perversión se conserva en la madurez”.

El niño es un perverso polimorfo porque se satisface con nada que tenga que ver con el objeto genital. Entonces, lo que plantea Freud es la perversión como constitutiva en el sujeto y que luego dependerá del enfrentamiento con la castración para que devenga neurótico o de lo contrario, tal perversión infantil se conserva en la madurez.

Además de esto, se nos plantea otro rasgo y es que la perversión está en el núcleo mismo de la estructura del fantasma, en el sentido de que el fantasma viene al lugar del objeto perdido, con lo cual afirmará y negará al mismo tiempo. Por lo tanto, la estructura del objeto del fantasma es de objeto fetiche. Con el fetiche el sujeto se inventa un objeto para ponerlo en el lugar del falo de la madre, en tanto que viene a negar esa pérdida.

Freud nos dice que, el análisis enseña que las fantasías de paliza tienen una historia evolutiva nada simple, en cuyo transcurso su mayor parte cambia más de una vez, tanto su vínculo con la persona fantaseadora, como su objeto, su contenido y significado.

Podemos ver que, a partir de esta investigación clínica, Freud formula el fantasma como construcción, en tanto que, él habla del fantasma como un resultado final.

Seguido a esto, detalla las tres fases de la fantasía en la niña, porque es de pacientes mujeres de quienes obtiene el mayor material.

Dice que, la primera de las fantasías de paliza tiene que corresponder a una época muy temprana de la infancia, aunque no es determinable, pero lo que sí es determinable con certeza es que el niño azotado nunca es el fantaseador, lo regular es que sea otro niño, casi siempre un hermano. En esta fase, la fantasía tiene una dimensión sádica, aunque el niño fantaseador nunca es el que pega, lo que puede comprobarse es que no es otro niño, sino un adulto, luego se lo reconoce como el padre de la niña.

Esta primera fase de la fantasía de paliza se formula como: “El padre pega al niño”.

Entre esta fase y la siguiente hay grandes trasmudaciones, el niño azotado ha devenido otro, por lo regular es el niño fantaseador mismo. Entonces, su texto es ahora: “Yo soy azotado por el padre”. Ahora, su carácter es indudablemente masoquista. Para Freud, esta segunda fase es la más importante, aunque no haya tenido nunca una existencia real, porque se trata más bien, de una construcción del análisis.

La tercera fase se aproxima de nuevo a la primera en cuanto a que la persona propia del niño fantaseador ya no sale a la luz en la fantasía de paliza, si se les pregunta los pacientes dicen: “Probablemente yo estoy mirando”. En lugar de un solo niño azotado, casi siempre están presentes ahora muchos niños. El carácter esencial de esta fantasía es ser portadora de una excitación intensa, y como tal procura la satisfacción onanista.

Lo que Freud se pregunta aquí es: ¿por qué camino esta fantasía sádica se ha convertido en patrimonio duradero de la inspiración libidinosa de la niña pequeña?.

Freud le da significado a la satisfacción que provoca esta tercer fase de la fantasía diciendo que es una representación agradable que el padre azote al niño odiado (que estaría representando al hermano pequeño), porque ello quiere decir que: “El padre no ama a ese otro niño, me ama solo a mí”. Este es entonces, el contenido y el significado de la fantasía de paliza en su primera fase. Para Freud, en este momento, esa fantasía satisface a los celos y los intereses egoístas de la niña, inspirados por las mociones incestuosas de amor.

La fantasía de la época del amor incestuoso, había dicho: “El (padre) me ama sólo a mí, no al otro niño, pues a éste le pega”.

La conciencia de culpa no sabe hallar castigo más duro que la inversión de este triunfo: “No, no te ama a ti, pues te pega”. Entonces, la fantasía de la segunda fase, la de ser uno mismo azotado por el padre, pasaría a ser la expresión directa de la conciencia de culpa, ante la cual ahora sucumbe el amor por el padre. Así, pues, la fantasía ha devenido masoquista, esto siempre es así, en todos los casos es la conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo.

De todas maneras, hay además un punto de vista que no hay que resignar que es que en estos niños se ve particularmente facilitado un retroceso a la organización pregenital sádico-anal de la vida sexual, es decir la organización genital misma experimenta un rebajamiento regresivo. “El padre me ama” se entendía en el sentido genital y por medio de la regresión se muda en “El padre me pega (soy azotado por el padre)”. Este ser azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo; no es solo el castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta última fuente recibe la excitación libidinosa que desde ese momento se le adherirá y hallará descarga en actos onanistas.

Finalmente, Freud concluye que solo ésta es la esencia del masoquismo.

La fantasía de la segunda fase, la de ser uno mismo azotado por el padre, permanece por regla general inconsciente, probablemente a consecuencia de la intensidad de la represión.

Esta fantasía que permanece inconsciente debe reconstruírsela en análisis.

Luego, Freud agrega que hay pacientes que dicen recordar que en ellos ha emergido el onanismo antes de la fantasía de paliza de la tercera fase y que ésta se habría unido más tarde a impresiones de escenas escolares.

Acá podemos ver como la dimensión del otro pone en juego el fantasma del sujeto. El fantasma es simbólico, aunque el sujeto le dé estatuto de axioma real.

En la fantasía de paliza de la tercera fase, el niño aparece como espectador como en la primera fase y el padre se conserva en la persona de un maestro u otra autoridad. La fantasía, semejante a la de la primera fase, parece haberse vuelto de nuevo hacia el sadismo, es decir “El padre pega al otro niño, sólo me ama a mí”. Sin embargo, sólo la forma de esta fantasía es sádica, porque la satisfacción que se gana con ella es masoquista, debido a que los muchos niños indeterminados a quienes el maestro azota son sólo sustituciones de la persona propia.

Finalmente, con esto podemos decir que “Pegan a un niño” es un fantasma masoquista fundamental del sujeto.

La perversión ya no se encuentra más aislada en la vida sexual del niño, sino que es acogida dentro de la trama de los procesos de desarrollo familiares típicos. Es referida al amor incestuoso de objeto, al complejo de Edipo del niño; es decir, surge primero sobre el terreno de ese complejo y luego de ser quebrantado permanece, como secuela de él, como heredera de su carga libidinosa y gravada con la conciencia de culpa que lleva adherida.

Para Freud, este vendría a ser el origen de la fantasía, con lo cual el origen de la perversión infantil tiene su génesis en el complejo de Edipo.

Es decir, aunque el complejo de Edipo es el genuino núcleo de la neurosis, la fantasía de paliza, sería un precipitado del complejo de Edipo.

Claudia Viviana Quadraccia

"Pegan a un niño". Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales (1919)

NODVS V, febrer de 2003

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