Cap. VII de "La interpretación de los sueños" de Sigmund Freud

Referencia presentada en el S.C.F. de Barcelona el 15.12.2001

  • Publicado en NODVS I, març de 2002

Paraules clau

censura, inconsciente, represión, conciencia , placer, resistencia, deseo, realidad

Tomamos este texto de Freud en relación al problema ético del fundamento de la acción humana que plantea Lacan ya en los primeros capítulos de su Seminario 7, la Ética del Psicoanálisis. Ahí plantea la relación entre el placer y el bien; relación en la que se han detenido los que se dedican a la ética. Freud trata de ello en el texto que presentamos hoy.

En este capítulo Freud da cuenta de sus investigaciones en relación al deseo. Para él la cuestión ética también estaba presente, al final del texto explicita su propia posición.

Freud ilustra la función del proceso onírico como cumplimiento de deseo y como producto provisto de sentido que puede insertarse en la trama del acontecer psíquico del soñante: el padre del niño muerto, sueña que el niño vive; en lugar de despertar que sería la respuesta más adaptada a los acontecimientos. Un resplandor en la habitación contigua a la del padre en la que yace el hijo, es ocasión para provocar el sueño y no para despertarle de inmediato.

Para él, este sueño no plantea conflictos por su interpretación y revela con claridad que se trata de un cumplimiento de deseo. Sin embargo la diferencia de su elaboración con respecto al pensamiento vigil le lleva a preguntarse por el modo de funcionamiento de lo anímico. La esperanza que conduce a Freud en su investigación es que del análisis de los sueños obtendrá algunas piezas para el edificio de los conocimientos sobre el proceso psíquico.

A. El olvido de los sueños

Freud procede a través de las objeciones supuestas o reales que se pueden hacer a sus teorías, a través de lo que para él son cuestiones que vale la pena responder. Respecto de la interpretación de los sueños toma aquella que dice que “en verdad no conocemos al sueño que pretendemos interpretar; más correctamente: que no tenemos certidumbre alguna de conocerlo tal como en la realidad fue”.(507)

A ello Freud responde que todas las desfiguraciones son producto de la censura psíquica.

“Tratamos como a un texto sagrado lo que en opinión de otros autores no sería sino una improvisación arbitraria”(508), refiriéndose al relato del sueño. Porque según él, nada tiene de arbitraria la reconstrucción del sueño, al contrario está sometida al “determinismo dentro de lo psíquico” (509).A sus reglas está sometida también la duda sobre la corrección del recuerdo.

El psicoanálisis postula que “todo aquello que perturba la prosecución del trabajo es una resistencia” y en una nota al pie aclara: “por más que el suceso perturbador sea real e independiente del paciente, a menudo depende de éste el grado de perturbación a que da lugar, y la resistencia se evidencia inequívocamente en el pronto y desmedido aprovechamiento de una oportunidad tal”(511). Freud admitía límites a la interpretación de un sueño, pero de índole distinta a la resistencia.

La pregunta que para él se sigue es “¿qué fue lo que en general posibilitó que el sueño se formara en contra de esa resistencia?”(520) e hipotetiza que la resistencia pierde poder durante el dormir.

La siguiente objeción que toma para proseguir su investigación es aquella según la cual “nada tiene de asombroso que desde un elemento singular del sueño lleguemos a alguna parte” (521). A ella opone “las sorprendentes conexiones con otros elementos oníricos que se establecen mientras se persigue a las representaciones singulares” y propone que nada de ello podría “alcanzarse si no es a remolque de conexiones psíquicas ya existentes”. Del mismo modo, nos dice, que procedemos a la interpretación de los síntomas histéricos.

Pero, sigue la objeción, “¿cómo es posible alcanzar una meta preexistente” tras unos pensamientos a la deriva. Es que no existe tal deriva más que en apariencia: ocurre que “con el abandono de las representaciones-meta conscientes se entrega a unas representaciones-meta ocultas el gobierno sobre el decurso de las representaciones” (525).

Por tanto que los sueños no se conserven fácilmente en la memoria es para algunos muestra de su escaso valor anímico. Pero no así para Freud que entiende esa dificultad como una característica propia del sueño que no ha de ser ajeno al resto de procesos psíquicos.

B. La regresión

Freud resume los resultados que hasta ahora ha obtenido. Dice así. “el sueño es un acto psíquico de pleno derecho”...” su fuerza impulsora es, en todos los casos, un deseo por cumplir; el que sea irreconocible como deseo, así como sus múltiples extravagancias y absurdos, se deben a la influencia de la censura psíquica que debió soportar en su formación; además del constreñimiento a sustraerse de esta censura, cooperaron en su formación un constreñimiento a la condensación del material psíquico, un miramiento por su figurabilidad en imágenes sensibles y – aunque no como regla – un miramiento por dar fachada racional e inteligible al producto onírico”.

Para avanzar en sus explicaciones toma de Fechner la conjetura de que “el escenario de los sueños es otro que el de la vida de representaciones de la vigilia”(529). Esta idea le permite concebir la de una “localidad psíquica” aunque advierte “pondremos el mayor cuidado en no caer en la tentación de determinar esa localidad psíquica como si fuera anatómica”(529).

Freud formula la hipótesis de un aparato psíquico. Para ello deja momentáneamente las referencias al sueño. Dice: “Nos mantenemos en el terreno psicológico y sólo proponemos seguir esta sugerencia: imaginarnos el instrumento de que se valen las operaciones del alma como si fuera un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo semejante. La localidad psíquica corresponde entonces a un lugar en el interior de un aparato, en el que se produce uno de los estados previos de la imagen. En el microscopio y el telescopio como es sabido, estas son en parte unas localizaciones ideales, unas zonas en las que no se sitúa ningún componente aprehensible del aparato”(529-530). Entre los elementos de este aparato “nos basta con que haya establecida una secuencia fija entre ellos, vale decir, que a raíz de ciertos procesos psíquicos los sistemas sean recorridos por la excitación dentro de una determinada serie temporal”. Y procede a la descripción de este aparato de ficción que nos ha de servir para comprender el funcionamiento de los procesos psíquicos, incluido el sueño.

En primer lugar, la constatación de que la actividad psíquica tiene una dirección: se inicia en un estímulo – externo o interno – y termina en una inervación. Entonces al aparato psíquico le va a asignar “un extremo sensorial y un extremo motor”(531). Entre esos dos extremos transcurre el proceso psíquico. Llamará sistemas a cada uno de sus componentes, así al extremo sensorial que es el encargado de recibir las percepciones del exterior le llamará sistema de percepción.

El reflejo será el esquema general de cualquier operación psíquica. A partir del reflejo introducirá las distinciones que constituirán la especificidad del aparato.

A cada percepción que reciba el sistema P (extremo sensorial del aparato) corresponderá una impresión que quedará registrada como “huella mnémica” . Esta huella se atiene a la función de la memoria. Considera Freud que el sistema P no guarda estas impresiones si no que “tras él” se localizará un sistema mnésico. Las huellas que sobrevengan van a relacionarse entre si, establecerán asociaciones de distinto tipo; la contigüidad temporal facilitará la asociación pero también hallaremos asociación por semejanza u otras.

Los recuerdos impresos son “en si” (532) inconscientes. Pero aunque inconscientes “despliegan todos sus efectos”(533), de este modo explica el carácter como fruto de las impresiones conservadas. En este punto hipotetiza que “en los sistemas psi memoria y cualidad para la conciencia se excluyen entre si”.

En 1925, veinte años después, añade en una nota “en realidad, la conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica” (533 n.9).

Para explicar el proceso psíquico Freud recurre a la hipótesis de un aparato psíquico en el que desde un extremo perceptivo a un extremo motor se ha de desarrollar tal proceso. Las huellas que dejarán las percepciones, aun siendo inconscientes, van a modificar al mismo aparato psíquico y por tanto a sus productos.

A partir de este punto Freud recurrirá al sueño como “fuente de prueba” de sus argumentos sobre el aparato psíquico. “Hemos visto [en otro apartado] que nos resultaba imposible explicar la formación del sueño si no osábamos suponer la existencia de dos instancias psíquicas, una de las cuales sometía la actividad de la otra a una crítica cuya consecuencia era la exclusión de su devenir consciente”(534). A esas dos instancias las incluirá en el aparato psíquico como sistemas a los que nombra preconsciente e inconsciente. Ambos situados del lado del extremo motor. El preconsciente tiene a su disposición la conciencia de las excitaciones bajo ciertas condiciones. Al inconsciente no se le concede acceso a la conciencia si no es a través del preconsciente que además es el que “posee las llaves de la motilidad voluntaria”(534). La conciencia tiene el papel de órgano de percepción .

El inconsciente es el punto de partida para la formación del sueño. Provee de su fuerza impulsora. La excitación onírica tiende hacia el preconsciente para desde ahí alcanzar la conciencia. Durante el día la censura impide ese curso.

Freud toma los sueños de contenido alucinatorio. En ellos “la excitación toma un camino de reflujo. En lugar de propagarse hacia el extremo motor del aparato, lo hace hacia el extremo sensorial, y por último alcanza el sistema de las percepciones”(536). Habla de regresión en el sentido de un proceso que toma el camino inverso al propio del aparato psíquico. También se puede considerar regresivo el recordar deliberado. Pero en el sueño esta regresión tiene la particularidad de que da como resultado la alucinación de una imagen sensorial.

Que se dé en el sueño es explicado por la interrupción durante el estado de dormir del flujo continuo en el sistema psi de las percepciones hasta la motilidad.

La alucinación se produce también en estados patológicos de la vigilia, en la histeria y en la paranoia. Del resultado de los “Estudios sobre la histeria” sabíamos que la comunicación de las escenas infantiles eliminaba el carácter alucinatorio bajo el que se presentaban. Freud reclama también para el sueño que se trate de “una reanimación de su infancia [del soñante] , de las mociones pulsionales que lo gobernaron entonces y de los modos de expresión de que disponía”.

Entonces, lo que Freud está diciendo ahora es que el sueño se distingue por el recorrido que realiza dentro del aparato psíquico. El sentido habitual de éste es la dirección sensitivo-motora, el sueño en cambio toma dirección del inconsciente hacia el extremo sensitivo, la percepción. Llama a este recorrido, regresión.

C. Acerca del cumplimiento de deseo.

Freud se hacía muchas preguntas acerca del deseo en relación al sueño, por ejemplo sobre la restricción nocturna del aparato psíquico a la producción de deseos. Esas preguntas orientaban su investigación.

De las diversas clases de deseos que puedan persistir después de la vigilia, consideró que sólo aquellos no conscientes en la vida diurna, inconciencia producto del dominio de lo pulsional en el adulto, eran aptos para la producción de un sueño. Ahora bien, un deseo de esa clase no puede acceder a la conciencia por si solo, para ello se vale de dos elementos: uno es el tránsito que le permite el dormir del sujeto por reducción de la censura y el otro, un deseo preconsciente de la vigilia.

Por lo general, al dormir cesan “las investiduras energéticas de nuestro pensamiento de vigilia”(546). Aunque “no siempre lo logramos, y no siempre por completo” (547). Los restos de la vida diurna, en especial de aquello no solucionado, intentan activar al aparato psíquico en su sentido regular, pero el dormir lo impide.

En general el dormir debe alterar las investiduras del sistema preconsciente, algo que preocupe al sujeto durante la vigilia podrá cesar su insistencia para procurar el estado de dormir. Pero dormir no altera nada fundamental en el inconsciente.

Entonces la excitación que resta en el preconsciente deberá asociarse a algún elemento del inconsciente, a algún deseo infantil sofocado, para surgir a la conciencia.

La pregunta por los sueños penosos, por aquellos sueños que no parecen revelar un deseo, halla la senda de su solución cuando Freud establece que el placer no se debe entender como vinculado exclusivamente al quehacer conciente. En una nota de 1919 es muy claro: “Un cumplimiento de deseo tendría sin duda que brindar placer, pero también cabe preguntar: ¿a quien?”(572 n.4). Esta pregunta señala muy precisamente el desplazamiento explícito de la supremacía de lo conciente a lo inconsciente.

En los sueños de angustia, es el yo indignado ante un deseo que no le satisface quien procura el surgimiento de la angustia para que con el despertar cese el proceso onírico.

Otra clase de sueños de displacer son los sueños punitorios en los que se cumple el deseo de un castigo a causa de un deseo no permitido. Con ellos demuestra que no solo lo reprimido sino también el yo participan en la formación del sueño.

Sobre el displacer sentido en algunos sueños volverá más ampliamente cuando hable de los sueños de angustia. En el apartado actual, continúa preocupado por la energía impulsora del sueño. Su respuesta es que siempre se trata de un deseo inconsciente que se vincula a uno preconsciente para tomar una apariencia inofensiva y así poder manifestarse.

Freud se pregunta, a mi manera de entender, qué ocurre con los deseos del inconsciente, por qué toman estos caminos, cuál es la naturaleza psíquica del desear.

Supone que el aparato psíquico tiene como objetivo “mantenerse exento de estímulos”. El arco reflejo permite una operación de descarga inmediata de una excitación. Pero existen “las grandes necesidades corporales”, “el apremio de la vida”(557). Esas necesidades causan una excitación; la vivencia de satisfacción que cancela el estímulo quedará fijada en la memoria, tendrá “consecuencias psíquicas”(588). Nuevas presentaciones del estímulo provocarán el recuerdo de la primera satisfacción y el aparato psíquico intentará restablecer esa vivencia. A eso Freud lo llamará deseo: al recuerdo y sugerencia de restablecimiento de la vivencia de satisfacción.

En un estado primitivo del aparato psíquico “el desear terminaba en un alucinar”. “La reaparición de la percepción es el cumplimiento de deseo”. Sin embargo la alucinación no produce el cese de la necesidad , entonces es preciso “introducir un “examen de la realidad””(558 n.22). Debe inhibirse la regresión y pasar la excitación a un segundo sistema: el de la motilidad voluntaria.

Pensamiento va a sustituir a alucinación. Que el aparato psíquico se ponga en funcionamiento a partir de un deseo, que sea la insatisfacción la que mueve a pensar, es para Freud argumento bastante para fundar al sueño en el cumplimiento de un deseo.

Por tanto, los sueños de displacer ponen en cuestión que en el sueño se trate de cumplimientos de deseo. Freud nos dirá que cumplen un deseo reprimido inconsciente. Esos deseos han sido reprimidos porque representan una amenaza para el yo, es decir que para el yo son displacenteros.

El deseo nace como consecuencia de la vivencia de satisfacción del aparato psíquico, es deseo de repetición de esa vivencia. Será el que pondrá en funcionamiento al aparato psíquico.

Que haya censura entre inconsciente y preconsciente preserva nuestra salud mental. Es más sano el sentido progresivo del aparato psíquico, el que conduce a la motilidad a ejercer una actividad que permita alterar el mundo para la satisfacción del deseo, que no el sentido regresivo que lo alucina. Pero entonces ¿por qué se descuida el guardián durante la noche? El descuido no es tal, dirá Freud: se ha interrumpido el curso a la motilidad, es decir en el estado de dormir el sistema motor no se pondrá en marcha sea cual sea el deseo que se manifieste, cuando al mismo tiempo que se libera de cierta tensión al inconsciente.

D. El despertar por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia.

El sueño, al igual que los otros productos psíquicos es un compromiso entre varios sistemas. En el caso del sueño se satisface al inconsciente por el curso que obtiene uno de sus elementos y se satisface al preconsciente que desea dormir. Entonces Freud sitúa su interés en los sueños capaces de producir el despertar en mitad del dormir, en contra del deseo de una de las instancias.

El inconsciente no duerme jamás, para él “a nada puede ponerse fin, nada es pasado ni está olvidado” (569). Lo que varía es la censura pero el inconsciente siempre está dispuesto a circular.

Las excitaciones inconscientes tienen dos salidas: la descarga motriz o la ligazón a una excitación del preconsciente. Soñar permite una cierta homeostasis del sistema psi : “fue realmente más adecuado a fin y más económico tolerar el deseo inconsciente, despejarle el camino de la regresión, a fin de que se formase un sueño, y después, con un pequeño gasto de trabajo preconsciente, ligar este sueño, darle trámite, que no mantener enfrenado al inconsciente durante todo el tiempo que se dormía”(570).

El sueño es, ya lo hemos dicho, una formación de compromiso: sirve de válvula de escape al inconsciente al tiempo que preserva el descanso para el preconsciente. Pero a veces este compromiso fracasa, se produce el despertar. Se trata del sueño de angustia.

La sofocación de lo inconsciente proviene del displacer, para eso precisamente existe la represión. Existe en tanto que existen deseos con los que el yo no está conforme. Cuando el aparato psíquico tolera al sueño existe peligro de producción de displacer.

Sigue a esto la indicación de que la angustia se relaciona con el estudio de las neurosis y no del sueño, pero aún el comentario de que se trata por lo general de “mociones sexuales no comprendidas y repelidas”(576).

E. El proceso primario y el proceso secundario. La represión.

En la formación del sueño “participan dos procesos psíquicos de naturaleza diferente; uno crea pensamientos oníricos de perfecta corrección, de igual valor que el pensamiento normal; el otro procede con estos de una manera extraña en grado sumo, incorrecta” (586-587). Este último es el “genuino trabajo del sueño”.

El aparato psíquico tiende a alucinar o conseguir por respuesta motriz la satisfacción anhelada. La vivencia de satisfacción tiene como consecuencia el investimiento de esa vivencia y el deseo de que se repita en cada ocasión. Contrariamente las experiencias o percepciones dolorosas, penosas, tenderán a ser evitadas. Es decir, no “quedará inclinación alguna a reinvestir por vía alucinatoria o de otra manera la percepción de la fuente de dolor” (589). Freud llama a eso “contraparte de la vivencia primera de satisfacción” y “vivencia de terror frente a algo exterior”. La inclinación frente a ello será a abandonar el recuerdo y cualquier evocación del mismo. Este proceso es el modelo de lo que Freud llama esfuerzo de desalojo psíquico o represión.

“A consecuencia del principio de displacer, entonces el primer sistema psi es incapaz de incluir algo desagradable en el interior de la trama de pensamiento. El sistema no puede hacer otra cosa que desear.”

Por otro lado “El segundo sistema sólo puede investir una representación si está en condiciones de inhibir el desarrollo de displacer que parta de ella”(590).

El proceso primario tiende a la descarga de toda la excitación pues la precisa para producir la alucinación o identidad perceptiva. En cambio el proceso secundario debe obviar las cantidades de excitación porque su tarea consiste en alcanzar vía motriz la satisfacción anhelada. Ya no se trata de identidad de percepción, sino de identidad de pensamiento. “El pensar tiene que tender a emanciparse cada vez mas de su regulación exclusiva por el principio del placer”(592).

El proceso primario se da en el psiquismo desde el inicio de la vida, no así el secundario que se constituirá posteriormente. Los deseos que se constituyen en el núcleo del ser van a contradecir en algunos casos a las expectativas del proceso secundario y caen bajo la represión. “El cumplimiento de tales deseos ya no provocaría un efecto placentero, sino uno de displacer, y justamente esta mudanza de afecto constituye la esencia de lo que llamamos “represión” ”(593).

En los sueños y en los síntomas histéricos se trata de que “pensamientos que se constituyen como resultado del trabajo de pensamiento secundario caen bajo el proceso psíquico primario”(592).Así nos explicamos los dos procesos psíquicos que participan en el sueño y que citábamos más arriba. Los que llamábamos incorrectos sólo se desarrollan con los pensamientos reprimidos. No es que sean incorrectos, se trata del modo habitual de realización del proceso primario.

Según la teoría de las psiconeurosis, lo reprimido debe consistir siempre en mociones de deseo sexuales que proceden de lo infantil. La introducción de lo sexual es lo que permite completar la teoría de la represión. Freud en este punto dice que no va a resolver en este momento la cuestión de si es eso mismo lo que complete la teoría del sueño.

Pero de la analogía entre los procesos de formación del sueño y los del síntoma histérico y guardando la diferencia de que el sueño no entra en el terreno de lo patológico – concluye que “ el mecanismo psíquico de que se sirve la neurosis (...) ya se encuentra dispuesto dentro del edificio normal del aparato anímico”(596).

El sueño da cuenta de ello y para Freud es la prueba de que “lo sofocado persiste también en los hombres normales y sigue siendo capaz de operaciones psíquicas”(596). De ahí que la “interpretación del sueño es la vía regia hacia el conocimiento de lo inconsciente dentro de la vida anímica”.

F. Lo inconsciente y la conciencia. La realidad.

Ahora Freud va a corregir la noción de “dos sistemas” y propone la de “dos procesos o modos en el decurso de la excitación”. La noción de sistema presupone una localización. Y desde ella que algo pueda ser “reprimido”, es decir, “desalojado”.

Freud se inclina por una versión dinámica: es la investidura energética la que se impone o retira de un producto psíquico, no se trata de que este se mueva de un lugar a otro. “Evitaremos cualquier abuso de este modo de figuración si recordamos que representaciones, pensamientos y, en general, productos psíquicos no pueden ser localizados dentro de elementos orgánicos del sistema nervioso, sino por así decir, entre ellos, donde resistencias y facilitaciones constituyen su correlato”(599). Podemos entender este párrafo como el consejo de una desimaginarización y deslocalización del aparato psíquico en favor de una organización de la red de productos psíquicos en la cual es su correlato el que asigna las diferencias de valor, al modo que ocurre con el sistema significante. Lacan dirá que “el inconsciente mismo tiene como única estructura, en último término, una estructura de lenguaje”(45).

Por último reclama para lo inconsciente la denominación de lo psicológico, desmereciendo la primacía que se ha dado a lo consciente. La conciencia queda para Freud como órgano sensorial de lo psíquico.

Para acabar, Freud se pregunta por el valor ético de los deseos que mueven los sueños. Propone la distinción entre realidad psíquica y realidad material o fáctica. Con ello aboga por trasladar el juicio moral sobre las obras y manifestaciones conscientes de los hombres, no sobre sus deseos inconscientes. No sin dejar de recordar, lo dice claro, que “será instructivo tomar conocimiento de tan trozado suelo sobre el que se levantan, orgullosas, nuestras virtudes”.

Araceli Teixidó

Notes

En las citas, la cursiva y entrecomillados interiores son del autor del texto citado. Las anotaciones entre corchetes son de la autora del presente resumen.

Bibliografia

Freud, S. “La interpretación de los sueños” cap.VII. O.C. T.V. Ed. Amorrortu. Buenos Aires,1984.
Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 7. La ética del psicoanálisis.1959-1960. Ed.Paidós. Barcelona, 1988.

Araceli Teixidó

Cap. VII de "La interpretación de los sueños" de Sigmund Freud

NODVS I, març de 2002

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