Desinterpretación

3er Coloquio Internacional de la Red del Campo Freudiano del TyA, llevado a cabo el 14 de mayo de 2022, en formato online

  • Publicado en NODVS LXIV, juny de 2022

Resum

En una lógica binaria de elección o rechazo del inconsciente -que ponemos en cuestión-, aplicada al campo de las toxicomanías, el trabajo que presentamos propone un problema en lo que se corresponde con la interpretación, es decir, el modo que tiene el psicoanálisis de responder a este (y otros) malestares de la civilización. Si en la solución toxicómana como solución de ruptura, encontramos esa especie de razón absoluta, cortocircuito de la castración, llegamos a vernos obligados a proponer como respuesta más bien una suerte de “desinterpretación”.

Paraules clau

Toxicomanías, Adicciones, Interpretación, Rechazo del inconsciente, Droga, Coloquio

 

"Elige una vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un puto televisor bien grande. Elige lavadoras, coches, equipos de Compact Disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige una hipoteca a interés fijo y tu primera casa. Elige a tus amigos; [...] elige tu futuro; elige tu vida... ¿Pero por qué iba yo a querer algo así? Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa. ¿Las razones? No hay razones... ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?"1.

 

Tiempo 

El comienzo del mítico film "Trainsppoting" plantea la heroína como el summum de la interpretación: es la razón absoluta. Es el objeto absoluto a partir del cual todos los demás toman el camino de la exclusión, incluido el Otro que los podría proporcionar. Es un significante amo, un organizador que, a poco que las cosas vayan algo lejos, organiza tanto la vida del individuo como el funeral del sujeto. Es lo que nuestra experta de cabecera, Ann Marlowe define como "la búsqueda de una manera atractiva de organizar cada hora de sus vidas"2. Es decir, la tasación del tiempo en tanto "[...] una droga en tu organismo permite identificarte con una entidad exterior estable y previsible. El tiempo, concretado en forma de polvo, se vuelve fungible y por lo tanto inocuo"3. Y eso a condición de no olvidar que para Marlowe el tiempo es un representante de la castración.

 

Es también el tiempo de una operación por medio de un “real” (un tóxico), sobre un goce insoportable en el cuerpo que lo excede sin dialéctica por el lado de la palabra.

 

Sinsíntoma 

Una operación contrapuesta a la que ofrece el psicoanálisis y que, como señala Mauricio Tarrab, “cuando funciona no hay quien la detenga [...] porque su funcionamiento se basa en la certeza de un goce a partir del cual tratar el vacío del sujeto”4. Un sujeto atrapado en una imposibilidad de hacer un síntoma, una formación de compromiso sustituta de una satisfacción prohibida. El par verdad-reprimida/retorno-del-goce se desconecta acentuándose el acto repetitivo/iterativo que frecuentemente va dibujando la imagen de un cuerpo finado. Desde este punto de vista, lejos de considerar al toxicómano como un hombre del placer, acordamos con Javier Giner -un contumaz ex-toxicómano-, en cuyo libro reitera la figura del adicto como alguien "acostumbrado a vivir en el malestar"5.

 

Angustia 

Por tanto, en el lugar de la secuencia juanítica: erección->angustia->fobia -es decir, la erección como un exceso a la vez que como una falta, la angustia como respuesta y el síntoma fobia como un nudo que ata y da sentido a aquella falta en exceso-, nos encontramos con la secuencia: erección->angustia->tóxico. El tóxico, no como placa giratoria con sus posibles modalidades, sino el tóxico como placa rígida, una soldadura iterativa, que suele sellar separando la relación del sujeto con ese matrimonio decepcionante como lo es con el falo. 

 

Y como el fracaso de esta solución tóxica está desde el inicio llamando a la puerta del sujeto, (el malestar) cuando el llamado adicto decide buscar ayuda, lo primero que hará será entregar el cuerpo -y ninguna otra cosa- en manos de los que más saben de sus intrincados circuitos tóxicos y contra-tóxicos, es decir, en las manos de otro cuerpo, el cuerpo médico, que le ofrecerá la alquimia necesaria para restablecer el equilibrio perdido. Y esto se puede considerar también otra interpretación.

Ante esto, el psicoanalista ha de asegurarse un lugar que permita -lo cual no siempre es posible-, un diálogo para un acompañamiento que posibilite, no tanto la interpretación en su vertiente de desciframiento, muchas veces inadecuada por la estructura misma del caso, sino como mínimo, propiciar una interpretación del sujeto. Es decir, que eso que ocurre puede querer decir otra cosa que un mero trastorno, que en ello está comprometido, y que no hace comunidad con nadie ni con nada. Como señala Gil Caroz6, se trata de establecer un diálogo con lo que no se dirige al Otro: trazar circuitos pulsionales, establecer redes significantes -muchas veces institucionales- que plurifiquen al Otro; ayudar a construir bordes a un goce que no tiene bordes; restablecer los conectores fálicos dañados, o inventárselos como forma de suplirlos ya que ni los hay ni nunca los habrá porque no se inscribieron en su historia de sujeto. De esta forma, el psicoanalista deviene lo que siempre ha sido, un artesano que prioriza más la vertiente pragmática -conectar, desconectar, aflojar, cimentar, recortar, etc.-, que la vertiente descifradora, sin que por ello ésta quede en absoluto eliminada.

 

Pulsátil 

Llegados a este punto, más que responder aquí a la pregunta de si en las adicciones se trata de rechazo o no de lo inconsciente, por el contrario, podemos decir que se trata de una elección.

 

En efecto, si el inconsciente lacaniano no es tópico, como lo era el freudiano, sino pulsátil, en las adicciones -que podemos emparentar a la pulsión- de lo que se trata es de pulsación. De un movimiento de apertura y cierre, de un movimiento entre rechazo y elección. Esto atañe al inconsciente, hace a su estructura.

 

Por tanto, en la interpretación -que no es sino del inconsciente-, el analista presta su cuerpo para que el inconsciente y, por tanto, el Sujeto supuesto Saber, opere la interpretación. Si hay interpretación es en tanto que alguna dimensión del inconsciente está en juego, se ha producido en algún movimiento de apertura. Por tanto, la interpretación del inconsciente va a tocar la identificación toxicómana, dado que la interpretación lo que va a conmover es la relación entre el sujeto y el objeto, la determinación que el sujeto supone entre él y el objeto droga. La droga es el tapón que vela otro tapón, que vela al objeto a.  

 

Definitivamente, interpretar es introducir un vaciamiento. Este movimiento no es de una vez y para siempre, sino que, por el contrario, se va cerniendo en la pulsación. ¿Sería entonces algo del lado que plantea Lacan en el Seminario 19, y que es el abreboca a una modalidad de trabajo que nos permite entrar en contacto con una serie de sujetos que de otra manera serían dejados de lado: esto es, la del discurso psicoanalítico como el de la creación de un dispositivo en el que "lo real toca lo real”7? ¿Cómo se puede tocar lo real con lo real, al tiempo que eso esté sostenido por un posicionamiento orientado psicoanalíticamente, tal como lo concebimos? ¿Cómo se puede hacer eso sin caer en la brutalidad de las intervenciones que solo ofrecen muros de piedra, muros de palabras -como una avalancha comecocos-, o intervenciones directas sobre el cuerpo que van directamente a preguntar no al sujeto, sino a lo que corre por las venas, por la verdad de ese organismo? ¿Está usted intoxicado? ¿Qué toma? ¿Cuánto tiempo le queda?

 

¿Cómo sostenernos en una clínica que sea respetuosa con esa posición refractaria de la identificación, e incluso de los asuntos de las novelas familiares, y al mismo tiempo, que no sea brutal y devastadora de cualquier posibilidad de que el sujeto aparezca? Y vamos a dar un paso más, un salto, para introducir aquí a la escritura, a la letra, como ese real que el psicoanálisis plantea, en esa intersección del organismo y el cuerpo-hablante…

 

Holofrásico 

Es aquí, entonces, donde puede incidir la formación analítica del llamado terapeuta, ya que la primera interpretación sería la de poner en acto la abstención del sentido. Como, en principio, no nos oponemos a los arreglos que el sujeto haya ido encontrando, por más extraños o bizarros que nos parezcan, tampoco nos posicionamos como el que se une al corifeo -a veces siniestro- de voces que compiten con teorías de la adicción, alimentando la actual manía del sentido. Es decir, le toca al analista posibilitar un lugar en la institución en el que la transferencia instituya una interrogación al consumo. Una interrogación que mantenga en el horizonte una imposible respuesta al no-hay-saber-sobre-la-sexualidad, el objeto es una inadecuación. Es decir, a la solución por la adicción, el analista le contrapone la in-solución por una palabra que invita a decir, pero que el analista no dice, ni impone.  

 

Sería mantener contra viento y marea lo genuino de la interpretación en su acentuación de enigma; de una enunciación que no se corresponde a ningún enunciado de saber. Es apuntar siempre a algo que excede lo dicho. Sin olvidar, además, que el psicoanálisis no opera como ciencia del objeto, ya que el objeto siempre está perdido. El objeto es siempre un semblante. Es también apuntar a la zona donde el sujeto no se reconoce ahí donde esperaba encontrarse. Hacer surgir un pero y esto ¿qué quiere decir?, en un campo, como el de la toxicomanía, donde ¡¡¡todo quiere decir todo!!!, incluso donde cada palabra tiene su correspondencia y su objeto en forma de saber holofrásico y donde se demuestra (y aquí continúan las dificultades) que lo que hace norma es el goce autoerótico, por lo tanto, separado del Otro. En este punto, la interpretación es el reverso de aquellas identificaciones (todo con todo), que capturan, como S1, el vacío del sujeto para realizar una sutura mortífera. En el horizonte, apuntaría, por tanto, a la opacidad irreductible de la relación del sujeto con su lalengua, justo lo que la sustancia tóxica viene a puentear.

 

Es la diferencia entre una clínica bajo medicamento, donde la interpretación ofrece un

objeto, a nuestra clínica bajo transferencia donde la interpretación recorta un vacío.

Notes

1. Trainspotting. Dir. Danny Boyle. Film4 Productions / Figment Film / The Noel Gay Motion Picture Company, 1996. Fílmico.

2. Marlowe, Ann. Cómo detener el tiempo. La heroína de la A a la Z. Anagrama, Barcelona, 2002, p. 58.

3. Ibíd, p. 60.

4. Tarrab, Mauricio. “Una experiencia vacía”. AMP blog, 2017. Disponible en https://uqbarwapol.com/una-experiencia-vacia-por-mauricio/

5. Giner, Javier. Yo, adicto. Ed. Planeta, Barcelona, 2021.

6. Caroz, Gil. Boletín #33 TEXTOaCUERPO – Presentación del VI PIPOL europeo. Enapol, 2013. Disponible en: https://www.facebook.com/Enapol2013/photos/a.320413568067858/394232824019265/?type=3&eid=ARBiwfLsFlqu_vRq0kUoai4jrj4tb3Oe4eY9HBmXd_IRK1efPJBfJ4GhGBNzcL7PqpRfqSI7_hawo90-.

7. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 19 …o peor. Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 237.

José Manuel Álvarez, Irene Domínguez Díaz, Erick González, Fernando Juárez García., Nicanor Mestres

Desinterpretación

NODVS LXIV, juny de 2022

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