De la imago materna a la función paterna

Ensayo para la obtención del Certificado de Estudios Clínicos del Instituto del Campo Freudiano, Sección Clínica de Barcelona

  • Publicado en NODVS XXIV, març de 2008

Paraules clau

complejo, familia, imago, objeto, angustia, fantasma

De la imago materna a la función paterna en Los complejos familiares en la formación del individuo. Ensayo de análisis de una función en psicología
(Jacques Lacan, "Encyclopédie Française", 1938)

1. Introducción

El interés por realizar este ensayo parte de mi primer encuentro con el texto de Jacques Lacan a partir de un Cártel sobre sexualidad femenina, iniciado con Rosa María Calvet, a quien pedí que dirigiera este estudio. Mi atención se centró en el inicio en la figura de la imago materna y el recorrido en torno a la figura de la madre que se realiza; esa nostalgia del todo, el fantasma de mantener la unidad con la madre, y la tendencia psíquica a la muerte en la que el sujeto intenta reencontrar esa imago, así como la afirmación de que el destino psicológico del niño depende de la relación que muestran entre sí las imágenes parentales. El problema que se señala es que si el sujeto permanece cautivo de las imágenes del complejo queda sometido tanto a su instancia letal como a su forma narcisista.

Tras haber hecho un primer recorrido por el escrito, ese interés inicial se liga inmediatamente al declive de la imago paterna que señala Lacan, el cual, apunta, podría estar vinculado a la aparición misma del psicoanálisis. Vemos dibujarse el origen a partir del cual trabajará sobre el superyó materno y desarrollará la teoría del Nombre del Padre.

Me he centrado en la primera parte del texto, "Le complexe, facteur concret de la psychologie familiale", tomando sólo algunos datos de la segunda parte, "Les complexes familiaux en pathologie". Para finalizar, he tomado algunas cuestiones analizadas por Jacques-Alain Miller en torno a la familia y sus componentes; como señala Lacan, "son familiares la forma de una psicosis o la fuente de una neurosis".

2. Recorrido del texto

El escrito aparece publicado en 1938, tras el trabajo de 1936 sobre El estadio del espejo como formador de la función del Yo, donde Lacan ofrece una interpretación del narcisismo y la pulsión de muerte freudianos. Óscar Masotta comenta que si "Tótem y Tabú" había entronizado en la teoría la función del Padre, Lacan propone en este texto que la función del padre no puede ser confundida con la fuerza de la amenaza paterna. Y subraya la importancia de un texto que remarca la inherencia del sujeto a la familia, que constituye siempre su acceso a la profundidad de lo real.i

Lacan introduce su análisis de la familia humana a partir de la observación de algunos rasgos de comportamiento instintivo en las primeras fases de las funciones maternas, pero señala que las instancias sociales dominan a las naturales; estamos, entonces, ante una estructura cultural de la familia humana, considerada como una institución, que gobierna los procesos fundamentales del desarrollo psíquico, marcados por prohibiciones y leyes que existen desde las formas primitivas de la familia.

Los complejos

La primera parte del texto está dedicada a analizar el complejo como factor concreto de la psicología familiar; este concepto aparece remitido a Freud, quien lo elaboró al descubrir los hechos edípicos en el análisis de las neurosis; así, el "complejo de Edipo" freudiano define las relaciones psíquicas en la familia humana, constituye su forma específica, quedando subordinadas todas las variaciones sociales de la familia. Aquí se lo señala como reproductor de una cierta realidad del ambiente; dominado por factores culturales, en detrimento de los factores naturales, no corresponde a funciones vitales sino a la insuficiencia congénita de estas funciones. Se define por su triple aspecto: como relación de conocimiento, como forma de organización afectiva y como prueba de confrontación con lo real; y se comprende en su referencia al objeto: su contenido es representativo de un objeto, y su forma está ligada a una etapa vivida de la objetivación; implica una relación de conocimiento y una relación con las leyes de un grupo social.

Freud había designado el complejo como un factor esencialmente inconsciente, causante de efectos psíquicos como los actos fallidos, los sueños o los síntomas; Lacan da una fórmula generalizada, que permite incluir los fenómenos conscientes de estructura parecida.

El complejo del destete

Un elemento fundamental del complejo es la representación inconsciente designada como imago. El complejo del destete fija en el psiquismo la relación de alimentación, y representa la forma primordial de la imago materna. Es el complejo más primitivo del desarrollo psíquico y da lugar a los sentimientos más arcaicos y más estables que unen al individuo con la familia.

Lacan sostiene que el destete "es a menudo un trauma psíquico cuyos efectos individuales, anorexias llamadas mentales, toxicomanías por la boca, neurosis gástricas, revelan sus causas al psicoanálisis"ii. Puede ser traumático o no, pero lo fundamental es que deja una huella permanente de la relación biológica que interrumpe, pues al parecer por primera vez una tensión vital se resuelve en intención mental: el destete es aceptado o rechazado, aunque la aceptación o el rechazo no puedan concebirse como una elección, dado que en ausencia de un yo que afirma o niega no son contradictorias; determinarán una actitud ambivalente por esencia, aunque una de las dos prevalecerá.

Además, el destete se liga a la imago más oscura de un destete anterior, más penoso y de mayor amplitud vital: aquél que separa al niño de la matriz, y que origina un malestar que ningún cuidado materno puede compensar.

El rechazo del destete funda lo positivo del complejo, esto es, la imago de la relación nutricia que tiende a restablecer. Aquí se introduce un punto muy importante: la ambivalencia respecto a la vivencia del amamantamiento, dado que el ser que absorbe, sostiene Lacan, es plenamente absorbido en un acto de "canibalismo" fusional, inefable, a la vez activo y pasivo, siempre presente en los juegos y palabras simbólicas "que, en el amor más evolucionado, recuerdan el deseo de la larva" y que nos permiten reconocer "la relación con la realidad en la que reposa la imago materna"iii.

Así, la imago del seno materno domina toda la vida del hombre. Sólo ella, que imprime en lo más profundo del psiquismo el destete congénito del hombre, puede explicar el poder, la riqueza y la duración del sentimiento materno: la relación orgánica de este complejo explica que la imago de la madre se retenga en las profundidades del psiquismo y que su sublimación sea particularmente difícil. Sin embargo, la imago debe ser sublimada para que nuevas relaciones se introduzcan con el grupo social y nuevos complejos las integren al psiquismo, lo que determina el progreso de la personalidad. De lo contrario la imago, saludable en su origen, deviene factor de muerte.

Lacan hace aquí referencia a que el análisis demuestra que la tendencia a la muerte es vivida por el hombre como objeto de un apetito; esta tendencia psíquica a la muerte, bajo la forma original que le da el destete, se revela en suicidios que califica como "muy especiales", y que se caracterizan como "no violentos", al tiempo que aparece en ellos la forma oral del complejo: huelga de hambre de la anorexia mental, envenenamiento lento de algunas toxicomanías por la boca, o el régimen de hambre de las neurosis gástricas. Y aquí señala un punto fundamental en relación a la imago materna: "el análisis de estos casos muestra que, en su abandono a la muerte, el sujeto intenta reencontrar la imago de la madre"iv.

Esta asociación, comenta, se refleja en algunas prácticas, como la sepultura, que muestran un sentido psicológico de retorno al seno materno, o en las conexiones establecidas entre la madre y la muerte de algunas técnicas mágicas o de las teologías antiguas; y se observa en toda experiencia psicoanalítica suficientemente profunda. Esta estructura de la imago permanece en la base de los progresos mentales que la han modificado; se la halla en su forma más abstracta como una asimilación perfecta de la totalidad al ser, una de las nostalgias de la humanidad: "ilusión metafísica de la armonía universal, abismo místico de la fusión afectiva, utopía social de una tutela totalitaria, salidas todas a la obsesión del paraíso perdido anterior al nacimiento y a la más oscura aspiración a la muerte".

Incluso sublimada, la imago del seno materno continúa jugando un papel psíquico importante para el sujeto. De hecho, el abandono de las seguridades de la economía familiar tiene el valor de una repetición del destete, y es frecuente que una vez llevado a cabo se liquide suficientemente el complejo. Todo logro de la personalidad, señala Lacan, exige este "nuevo destete".

El complejo de la intrusión

Este complejo representa la experiencia que realiza un sujeto ante un hermano que participa en la relación doméstica. Entra en juego en ese momento el reconocimiento de un rival, de un "otro" como objeto, a partir de una identificación mental. Partiendo de la constatación de que en el malestar del destete humano se encuentra la fuente del deseo de muerte, en el masoquismo primario se puede reconocer el momento dialéctico en que el sujeto asume, en sus primeros juegos, la reproducción de ese malestar, y de esta forma lo sublima y lo supera; así, la alegría que experimenta el niño al alejar un objeto del campo de su mirada para reencontrarlo después, significa que el sujeto se inflinge nuevamente lo patético del destete, pero triunfando sobre él, al reproducirlo de forma activa. La identificación con el hermano, y la imagen del mismo no sometido al destete suscita agresión porque repite en el sujeto la imago de su destete y el deseo de muerte que comporta.

El mundo que caracteriza esta fase es un mundo narcisista, que no contiene al otro; el sujeto no se distingue inicialmente de la imagen misma; antes de que el yo afirme su identidad se confunde con esta imagen, que lo forma, pero alienándolo. En el drama de los celos, el yo se constituye al mismo tiempo que el otro, ya que sustituye la confusión afectiva y la ambigüedad especular por la competencia de una situación triangular: preso de los celos por la identificación, el sujeto puede reencontrar al objeto materno y aferrarse al rechazo de lo real y a la destrucción del otro; o puede recibir al otro objeto como objeto comunicable, encontrando al mismo tiempo al otro y al objeto socializado. De este modo, los celos se revelan como arquetipo de los sentimientos sociales.

El grupo de la fratría familiar favorece las identificaciones más discordantes del yo, como el fantasma de la madre fálica, común a ambos sexos, o el doble fálico de la mujer neurótica. Las conexiones de la paranoia con el complejo fraternal se manifiestan por la frecuencia de los temas de filiación, usurpación, y su estructura narcisista se revela en los temas más paranoides de la intrusión, el desdoblamiento, el doble y todas las transmutaciones delirantes del cuerpo. Aquí Lacan apunta: "el grupo familiar, reducido a la madre y a la fratría, diseña un complejo psíquico en el que la realidad tiende a permanecer imaginaria o, a lo sumo, abstracta. La clínica demuestra que efectivamente el grupo así descompletado es muy favorable a la eclosión de las psicosis y que en él se hallan la mayor parte de los delirios de a dos."v

El complejo de Edipo

Freud puso al día el concepto de complejo al descubrir los hechos edípicos en el análisis de las neurosis, y consideró al complejo de Edipo como la forma específica de la familia humana, subordinándole todas las variaciones sociales de la familia. Lacan declara querer ofrecer aquí una revisión del complejo que permita situar en la historia a la familia paternalista y aclarar la neurosis contemporánea.

El deseo edípico aparece de forma mucho más intensa en el niño, y dirigido por tanto a la madre; la represión revela en su mecanismo rasgos sólo justificables si se ejerce del padre al hijo, lo que corresponde al complejo de castración. Esa represión se opera por un doble movimiento afectivo del sujeto: agresividad contra el pariente colocado en postura de rival; temor secundario al retorno de una agresión parecida. Un fantasma sostiene esos dos movimientos, dando lugar al complejo de castración, que consiste esencialmente en la mutilación de un miembro que sería realizada por el padre, lo cual constituyó para Freud el prototipo de la represión edípica. De ahí, a partir del reconocimiento que hace Frazer sobre el tabú de la madre como ley primordial de la humanidad, Freud establece la hipótesis de una familia primitiva concebida como horda, en la que el macho biológicamente superior acapara a las mujeres, y que es asesinado por los hijos; este asesinato conllevará una consagración póstuma de su poder sobre las mujeres ante los hijos, sumidos en la rivalidad. Se trata de un suceso primordial, del cual se derivaría, junto al tabú de la madre, toda una tradición moral y cultural.

El complejo de Edipo marca todos los niveles del psiquismo. Su movimiento se opera por un conflicto triangular en el sujeto, en el que la madre, objeto primero, alimento a absorber e incluso seno donde reabsorberse, se propone al inicio al deseo edípico; ese deseo se caracteriza mejor en el varón, y da ocasión a la reactivación de las tendencias del destete, es decir, a una regresión sexual. El complejo psicológico, retoma Lacan, influye sobre una relación vital, contribuyendo así a la constitución de la realidad.

Freud, al observar la existencia del fantasma de castración en la niña pequeña, o la imagen fálica de la madre en los dos sexos, se vio obligado a explicar estos hechos por las revelaciones de la dominación del varón, que conducirían a la niña a la nostalgia de la virilidad, y a ambos a concebir a su madre como viril. No obstante, aquí se sugiere otra interpretación: el fantasma de castración es precedido por una serie de fantasmas de despedazamiento del cuerpo (desde la dislocación y el desmembramiento, pasando por la eviración, el destripamiento, hasta la devoración y el amortajamiento), cuyo origen es materno (pág. 52). El examen de esos fantasmas, que apuntan al secreto del seno materno, permiten afirmar que no se relacionan con un cuerpo real, sino con un trofeo de miembros donde debe reconocerse al objeto narcisista, cuya génesis está condicionada por formas imaginarias que preceden al dominio del cuerpo, y que tienen un valor de defensa contra la angustia del desgarro vital provocada por la prematuración.

El fantasma de castración se origina con anterioridad a todo discernimiento del propio cuerpo y a toda distinción de una amenaza del adulto; no depende del sexo del sujeto; representa la defensa que el yo narcisista, identificado al doble especular, contrapone al resurgimiento de la angustia que lo quebranta en el primer momento del Edipo; crisis que no es causada tanto por la irrupción del deseo sexual en el sujeto, sino por el objeto que reactualiza, la madre. El sujeto responde a la angustia despertada por el objeto materno reproduciendo el rechazo masoquista que le permitió superar su pérdida primordial.

Esta génesis de la represión sexual se manifiesta en los ritos que buscan la reintegración afectiva en el Todo; o los ritos de circuncisión, en los que la madurez sexual se logra a costa de la mutilación corporal. En el fantasma de castración hay que reconocer el juego imaginario que condiciona la génesis de la represión, y en la madre el objeto que la determina; ella constituye, por representar la represión más masiva, el núcleo más arcaico del superyó. El superyó recibe marcas de la realidad de la represión maternal (de la disciplina del destete y los esfínteres), y dejará atrás su forma narcisista en el complejo de Edipo.

Aquí se introduce el papel de este complejo en la sublimación de la realidad, a partir del momento en que la solución del drama pasa por la identificación: la identificación del sujeto a la imago del pariente del mismo sexo. Lacan remarca que el objeto de la identificación no es aquí el objeto del deseo, sino aquél que se le opone en el triángulo edípico. La imago de la madre revela la interferencia de las identificaciones primordiales, marcando tanto al ideal del yo como al superyó: en la niña, al igual que la represión de la sexualidad impone más fácilmente a las funciones corporales el despedazamiento mental que define a la histeria, la sublimación de la imago materna tiende a convertirse en sentimiento de repulsión por su decadencia, y en preocupación sistemática por la imagen especular.

La imago del padre, a medida que domina, polariza en los dos sexos las formas más perfectas del ideal del yo, que realizan el ideal viril en el chico, el ideal virginal en la chica; contrariamente, en las formas disminuidas de esta imago se pueden señalar las lesiones físicas como motivo de desviación de la energía de sublimación y favorecimiento de su reclusión en algún ideal de integridad narcisista. La muerte del padre, cualquiera que sea la etapa del desarrollo en que se produzca, y según el grado de culminación del Edipo, tiende a frenar, paralizándolo, el progreso de la realidad; la experiencia contraría, por tanto, que el agente mayor de un gran número de neurosis sea la amenaza de la fuerza paterna. La experiencia muestra que en la interdicción de la madre se halla la forma concreta de la obligación primordial, y en la autoridad paternalista se produce un proceso real de apertura del vínculo social; a través del conflicto funcional del Edipo, la autoridad paterna introduce en la represión un ideal de promesa.

Crisis de la familia contemporánea y surgimiento del Psicoanálisis

Lacan sostiene aquí que el psicoanalista debe estudiar las relaciones de la psicología del hombre moderno con la familia conyugal, y comprenderlo dentro de la cultura que le impone las más altas exigencias: "si el psicoanálisis manifiesta en las condiciones morales de la educación un fermento revolucionario que sólo puede captarse en un análisis concreto, reconoce, para producirlo, que la estructura familiar tiene un poder que sobrepasa toda racionalización educativa" (60).

Llegados a este punto, se plantea el vínculo entre el surgimiento del psicoanálisis y la crisis de la familia contemporánea; señala como significativo que a medida que la familia integraba los más altos logros culturales se fue reduciendo al grupo biológico, y que un gran número de efectos psicológicos parecen proceder de un "declive social de la imago paterna", declive más íntimamente ligado a la dialéctica de la familia conyugal. "Cualquiera que sea el futuro, este declive constituye una crisis psicológica. Quizá la aparición del mismo psicoanálisis deba relacionarse a esta crisis"vi.

Las formas de neurosis dominantes a finales del siglo XIX revelaron que dependían íntimamente de las condiciones de la familia. Fue en Viena, entonces centro de un Estado en el que convivían las más diversas formas familiares, de las más antiguas a las más evolucionadas, donde "un hijo del patriarcado judío imaginó el complejo de Edipo". Esas neurosis parecen haber evolucionado en el sentido de un complejo en el que puede reconocerse la gran neurosis contemporánea, determinada, a partir de la experiencia psicoanalítica, en la personalidad del padre "siempre carente en cierto sentido, ausente, humillada, dividida o postiza". Carencia que deteriora la dialéctica de las sublimaciones, y que Lacan vincula a una frase enigmática: "Madrinas siniestras instaladas en la cuna del neurótico, la impotencia y la utopía recluyen su ambición, tanto si sofoca en sí mismo las creaciones que espera el mundo al que llega, como si, en el objeto que propone a su rebelión, ignora su propio movimiento".

En la segunda parte de este texto se analizan los complejos familiares en patología; Lacan parte de dos tesis en este apartado: los complejos familiares desempeñan una función formal en las psicosis, caracterizadas por la detención que constituyen en el yo y en la realidad; y una función causal en las neurosis, cuyos síntomas y estructuras están determinados por incidencias y constelaciones familiares, según las cuales las neurosis dividen, introvierten o invierten la personalidad. Califica aquí de "familiares" la forma de una psicosis o la fuente de una neurosis.

Al hablar de las neurosis familiares, se retoma la idea de que el refuerzo patógeno del superyó se da en función del rigor de la dominación patriarcal, y por la forma tiránica de las interdicciones que resurgen con la estructura matriarcal de todo estancamiento en los vínculos domésticos. En estas coyunturas se producen los casos más sorprendentes de neurosis; toda carencia de la imago formadora del ideal del yo tenderá a producir cierta introvesión de la personalidad, que se expresará como un estancamiento más o menos regresivo en las relaciones psíquicas formadas por el complejo del destete.

Lacan alude a que los analistas han insistido en las causas de neurosis que constituyen los problemas de la libido en la madre, y a que la experiencia revela en muchos casos de neurosis una madre frígida, cuya sexualidad, en las relaciones con el hijo, haya subvertido su naturaleza: una madre que cobija y mima con una ternura excesiva que expresa un impulso rechazado; o la madre de una sequedad paradójica, con una crueldad inconsciente que traduce una fijación mucho más profunda de la libido. Pero es preciso tener en cuenta una anomalía correlativa en el padre, lo que comporta el círculo vicioso de los desequilibrios libidinales entre los padres, cuyas desavenencias son siempre perjudiciales para el niño. Ante dicha coyuntura, "el sujeto estará condenado a repetir indefinidamente el esfuerzo de desapego de la madre (...) o bien queda prisionero de las imágenes del complejo, y sometido tanto a su instancia letal como a su forma narcisista"vii.

Para finalizar este ensayo de sistematización de las neurosis familiares, Lacan recuerda que los orígenes de nuestra cultura están ligados a la familia paternalista y a la prevalencia del principio masculino, cuyo revés es fundamentalmente la ocultación del principio femenino bajo el ideal masculino. Aquí se muestra el papel esencial de la relación entre los padres, y la clínica señala cómo el carácter de la madre se expresa en el plano conyugal por una tiranía doméstica, donde las formas que van de la reivindicación sentimental a la confiscación de la autoridad familiar reflejan su sentido básico de protesta viril (como muestra la satisfacción simbólica, moral y material de tener los "cordons de la bourse" -manejar el dinero, la economía-). Esta protesta viril de la mujer se puede ver como la consecuencia última del complejo de Edipo.

3. Conclusiones: lo que el texto abre

En 1938 Lacan va a establecer una serie de cuestiones que darán lugar a conceptos claves de su clínica psicoanalítica: hemos visto que queda apuntado el Padre simbólico, la función del Nombre del Padre, cuando comenta que el principal agente de un gran número de neurosis no es la amenaza de la fuerza paterna sino la falta del padre (la falta de su función, entendemos); que en la autoridad paternalista se produce el proceso de apertura al vínculo social y que el declive social de la imago paterna supone una crisis psicológica -a la que asocia la aparición misma del Psicoanálisis-. La "gran neurosis contemporánea" queda determinada por la personalidad carente, dividida, ausente, del Padre, y la psicosis quedará entonces desvinculada al rigor de la tiranía paterna y ligada a la ausencia, a una estructura matriarcal que estanca el desarrollo psíquico. Esta lógica se podrá aplicar por ejemplo al caso Schreber para entender que no se trata, como apuntan algunos autores, de que el padre fuera un tirano, sino de su falta de función.

Aquí Lacan vinculará la eclosión de la psicosis al grupo familiar "descompletado", reducido a la madre y a la fratría -a la ausencia de padre en lo real, cuya muerte tiende a frenar el progreso de la realidad, paralizándolo-; no obstante, queda apuntado que lo determinante es la falta simbólica.

Una de las cuestiones que más me llamó la atención de este texto, y quise reseguir, fue la afirmación de la necesidad de sublimar la imago materna, cuestión "particularmente difícil pero necesaria", y el abordaje de la forma oral del complejo, que parte de la idea de que en el destete humano se encuentra la fuente del deseo de muerte, muestra que la tendencia psíquica a la muerte es vivida como un apetito, y que en el abandono ante la muerte el sujeto intenta reencontrar la imago de la madre. Ese "intento de asimilación de la totalidad al ser", esa "ilusión de armonía universal" o "utopía de tutela totalitaria" son formas de nombrar la pérdida del objeto mítico, primario; son salidas para afrontar la angustia nacida con la vida; más tarde tendremos los elementos para decir que son salidas ante la división que comportará ser seres de lenguaje.

En esos párrafos se recoge la idea de la familia como fundamental para el ser humano, el más prematuro de los animales, y de la importancia de no quedar prisionero de las imágenes del complejo; de quedar fijado, el sujeto se expone a su instancia letal o a su forma narcisista (cuando no hay reconocimiento del otro, cuando se rechaza el objeto). En este contexto, la "tiranía doméstica materna" es sumamente dañina, ya sea porque la madre, como protesta viril, desautorice al padre confiscando la autoridad, o compita con la hija en plena reivindicación sentimental.

Otro punto a destacar es la afirmación de que la angustia es despertada por la reactualización del objeto de deseo sexual -la demanda materna que aplasta el deseo-; estárá presente en 1962, en el Seminario de la Angustia: es la inminencia del objeto lo que angustia, el exceso. Jacques-Alain Miller recuerda que es la falta de la falta lo angustiante; que la demanda del Otro y el deseo del Otro angustianviii.

En su lectura crítica de Los complejos familiares, Miller comenta que el texto fue, en el momento de ser escrito, una síntesis excelente de la teoría del desarrollo psíquico y de la clínica freudiana, y que actualmente se lo debe leer como precursor de la enseñanza de Lacan: sin que trate aún de la palabra, el lenguaje o el discurso analítico, ya hay una distinción entre el yo y el sujeto -distinción que supone un retorno a Freud y un rechazo por la Egopsychology, que rechaza la definición narcisista del yo-; la naturaleza aparece modificada por la cultura, la idea de instinto natural puro queda desechada, y entra en juego la función paterna, que no se puede deducir de la naturaleza. Falta el concepto de lo simbólico, pero se apela a él; "lo que llama objetivación (...) viene al lugar del término simbolización"ix. El concepto de imago va a nombrar de manera indiferenciada al objeto y al significante.

Y anticipa lo que serán las formaciones del inconsciente, al proponer que Freud hizo del complejo inconsciente la causa de actos fallidos, sueños y síntomas. Este segundo movimiento, que comprende el complejo como inconsciente, dará lugar a la idea del inconsciente estructurado como lenguaje.

El sujeto, sin estar definido aún, está ya dividido, sin que tal división pueda superarse; más tarde la castración, que nombra la división del sujeto como insuperable, se convertirá en un concepto clave para Lacan. Y esa "subversión de toda fijeza instintiva" dará lugar al Otro de la demanda, que modifica la necesidad pura.

También se anticipa el objeto perdido, al hablar de la "carencia frente a una situación actual" que determina al complejo; esta carencia tiene un triple aspecto -relación de conocimiento, forma de organización afectiva y prueba de choque con lo real-, que desembocará en la tripartición de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Y ese choque con lo real, señala Miller, anticipa lo real como imposible (es imposible reabsorber su choque).

Con el término imago paterna se anuncia además lo que será la función del padre, el punto de basta como presencia del Nombre del Padre, a partir de la consideración de la madre como primaria. Esta madre estará vinculada a la muerte, la tendencia al suicidio, pues presidirá la pérdida primitiva: la del pecho. "Diosa de las carencias", dice Miller, mientras que el padre tendrá una función de "sublimación", esto es, de reparación. La madre es también el factor desencadenante de la castración -considerada aquí como imaginaria-, pues lo que motiva el Edipo es la angustia que despierta la reactualización de la imago materna primitiva; la angustia no es provocada por el deseo genital, sino porque éste reactualiza a la madre como objeto fundamental del deseo. La identificación del niño es entonces al padre, quien obstaculiza la realización de ese deseo. La imago del padre se entiende como toda sublimación en relación a la satisfacción del deseo; se encarga de una función de idealización e idealizadora (lo que prepara el Nombre del Padre).

La recuperación del complejo de Edipo tiene valor en tanto permite pasar del Otro materno mortífero (aunque no se nombre todavía como Otro con mayúsculas), al otro sublime "que preside el acuerdo que puede haber entre el sujeto y su existencia".

En su Introducción a la clínica lacaniana, Miller comenta varios de los puntos que me han interesado en el texto de Lacan, desde la incidencia que tienen actualmente: aclara que la decadencia de la imago del Padrex en los tiempos modernos es un tema común, y se trata de una decadencia de la función del Padre, porque el padre real trabaja, mientras que lo propio del significante amo es no hace nada; de ahí se extrae que el analista se coloque en el lugar del objeto a, en una posición materna -no trabaja, pero hace trabajar-, elevándose a la dignidad de das Ding.

Ese das Ding era, para Freud, lo inasimilable del objeto, lo que se tratará de encontrar para hallar la satisfacción perdida; tomándolo así, en los suicidios no violentos que refiere Lacan, el intento de reencontrar la imago materna podría leerse como un intento de recuperar el das Ding -lo que completaría el goce, se formulará más adelante-. Entendido como el otro prehistórico para el sujeto, cuya ley es arbitraria, como lo no especularizable, que no pasa por la significación del falo, podría situarse en este texto como esa imago materna dañina a la que la función paterna equilibrará: el goce de la madre antes de convertirse en deseo por la metáfora paterna.

En esta metáfora, el Padre como significante funciona como obstáculo, como barra de la interdicción entre el niño y la madre; es lo que se entiende como el Nombre-del-Padre. El significante de la madre es el significante del objeto primordial, para ambos sexos. El sujeto se sitúa entre estos tres significantes: Padre-Niño-Madre.

Otra lectura de Miller nos retrotrae al texto de los Complejos: lo que cuenta la novela familiarxi es cómo el sujeto fue separado del objeto primordial, a través de qué traumatismos fue afectado de una pérdida de vida y qué significación, qué fantasma, surgió para el sujeto desde entonces; también, qué posición subjetiva, qué goce, ha sido recuperado de la catástrofe. La verdad de la proporción entre los padres, dirá, es que el Padre es la palabra y el sujeto es hijo de la palabra; el Padre es el Padre muerto -simbólico-, y la ley del Padre es la lengua misma. Éste es el Edipo freudiano, según el cual el Padre prohíbe a la madre, metáfora de que la palabra prohíbe el goce. De ahí se podrá sustituir a los padres por el término de "Otro" como lugar del despliegue de la palabra. En efecto, comenta que en psicoanálisis el lugar del Otro se encarna en la figura de la familia; ésta tiene su origen en el malentendido, en el desencuentro, la decepción, el abuso sexual o el crimen; está formada por el Nombre-del-Padre, el deseo de la madre y los objetos a. Y está unida esencialmente por un secreto, un no dicho, que es un deseo no dicho, un secreto sobre el goce: de qué gozan el padre y la madre.

Miller hace referencia a que Lacan buscó un fundamento biológico a la falta en ser, señalando que el ser humano está inacabado en el momento de nacer, de forma que necesita el cuidado del otro para satisfacer las necesidades; pero lo específico del ser humano es llamar al Otro, transformar sus gritos en llamadas. Si la familia se instala en el inconsciente del neurótico es por ser el lugar donde el sujeto ha experimentado el peligro; como lugar del Otro de la lengua, es el lugar del Otro de la demanda -traduce que la necesidad debe pasar por la demanda, que la demanda debe pasar por la lengua-; aunque hay un resto, lo que no puede pedirse porque no puede decirse (de ahí surgen el deseo y la pulsión). Y en esta dialéctica el sujeto empieza a descifrar el deseo, la pregunta sobre el deseo del Otro, pregunta que se hace de manera primordial en el seno de la familia: qué quiere el Otro diciéndome esto.

Y la familia como lugar del Otro de la lengua es también el lugar del Otro de la ley, donde está prohibido el goce supremo -gozar de la madre-; por ello las historias de familia son el cuento de cómo le ha sido robado al sujeto el goce que merecía (y por ello puede decirse que no es del todo sano el gusto por la familia). "En la familia el goce está prohibido y se propone un goce sustitutivo, el gozar de la castración, es decir gozar del robo mismo del goce. Cuando el paciente habla de la familia, habla por tanto del encuentro con el goce, con los medios de gozar, de la pérdida de goce, de la sustitución de un goce perdido; por ello se ha podido pensar la fórmula de cada sujeto a partir de las relaciones en la familia, porque esas fórmulas traducen la manera en que ha perdido el goce y la manera en que se ha sustituido por otro"xii. Lacan escribió esto como metáfora paterna, que para Miller se puede comparar a la encarnación de la sustitución de la naturaleza por la cultura.

 

Sole Bertran
Enero de 2008

Ensayo para la obtención del Certificado de Estudios Clínicos
Dirigido por Rosa María Calvet
Instituto del Campo Freudiano
Sección Clínica de Barcelona

Notes

  1. Óscar Masotta, en La familia, Editorial Argonauta, Barcelona, 1978.
  2. Jacques Lacan, "Les complexes familaux dans la formation de l'individu", en Autres Écrits, Éditions du Seuil, Paris, 2001, pág. 31.
  3. Jacques Lacan, op. cit., pág. 33
  4. Op. Cit., pág. 35.
  5. Op. Cit., pág 45.
  6. Op. Cit., pág. 61.
  7. Op. Cit., pág. 82.
  8. "El tiempo y el síntoma", en Introducción a la clínica lacaniana, RBA, Barcelona, 2006.
  9. "Lectura crítica de 'Los complejos familiares' de Jacques Lacan", en Freudiana, Número 47, Editorial Gredos, Madrid, 2006.
  10. "Observaciones sobre padres y causas", en Introducción a la clínica lacaniana, op. cit.
  11. "Los padres en la dirección de la cura", op. cit.
  12. "Cosas de familia en el inconsciente", op. cit.
Soledad Bertrán

De la imago materna a la función paterna

NODVS XXIV, març de 2008

Comparteix

  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Facebook