Presentación del Taller de Lectura "Introducción a la clínica lacaniana"

Intervención en la presentación del Taller de Lectura "Introducción a la clínica lacaniana" el 20 de noviembre 2006 en la Sección Clínica de Barcelona, Instituto del Campo Freudiano-Europa

  • Publicado en NODVS XXVI, novembre de 2008

Presentación del Taller de Lectura "Introducción a la clínica lacaniana"
¿Cómo hacer para que aprender lo que no se sabe no sea triste?

Tal vez no tenemos la distancia suficiente para hablar de Miller. Pero lo que sí es incontestable, es que Miller elucida la enseñanza de Lacan.

Lacan hizo pasar la obra de Freud a otro discurso, con otro vocabulario. Capturó la obra de Freud en esquemas, relaciones lógicas, matemas. Miller descifra todo eso, elucida a Lacan. Pone luz en la oscuridad. Hace mucho más que un comentario; encuentra la significación del discurso a veces intricado, oscuro, moebiusano de Lacan. Sigue paso a paso sus vacilaciones, sus idas y sus vueltas, sus rodeos, extrae la inteligencia profunda de la significación. Revela su enunciación, y para ello, desplaza, puntúa, decide mostrar más aquello, y menos esto otro. Discierne lo esencial de lo accesorio. Atrapa al vuelo algunas palabras que Lacan sólo pronunció una vez, de paso, y los convierte en brújulas, en conceptos fundamentales, dedicándoles incluso en ocasiones un Curso entero

En su Curso de 19941, Miller retoma el aforismo de Coleridge, un poeta inglés, para ilustrar su modo de leer a Lacan: Hasta que no entiendas la ignorancia de un autor, considérate como ignorante de su comprehensión. Y allí Miller dice que es gracias a esta relación que él tiene con la ignorancia de Lacan que puede entender algo de su enseñanza. Capta por donde se pierde y, de esta forma, encuentra el camino que sigue.

Hay dos tipos de comentarios: el que consiste en repetir lo que un autor sobre un tema, lo que sigue diciendo, y cómo se articula, y otro tipo de comentario que requiere alguna idea de la ignorancia del que se comenta. Miller dice que habremos comentado suficientemente a Lacan el día que tengamos una idea de su ignorancia. Los que mejor me leen son los que más me odian decía Lacan , y eso ocurre por el efecto de desuposición de saber. No hay que suponer demasiado saber a alguien para poder leerlo. O dicho de otra forma, hay que agujerearlo para poder leerlo.

Descompletar al Otro para poder leerlo no significa agujerearlo de cualquier modo. Hay un modo de agujerearlo que es lo que hace la histérica con el Otro, y precisamente porque está convencida de que no tiene este agujero. Lo supone completo, y por eso quiere descompletarlo. Cuando hablamos de descompletar, no significa gozar buscando los fallos del Otro para ubicarlo en menos y ponerse a uno mismo en más. Sino que es tener en cuenta que el Otro no es completo y que, por lo tanto, uno también va a tener que trabajar para elaborar algo del saber analítico. Tampoco significa: Ah, pues si el Otro no es completo, si el Otro no existe, entonces hagamos las lecturas que nos de la gana. Sino que es aprender a servirse de ese Otro para elaborar un saber. No porque el Otro no sabe todo entonces no sabe nada, y me igualo a él.

Agujerear al Otro del saber de la buena manera significa reconocer que hay un saber imposible. Hay un imposible de saber que es estructural, para todos. Y la cuestión es la posición subjetiva que toma cada uno respecto a este saber imposible. Para poder construir un saber hay que poder bordear este saber imposible, y para ello es indispensable aprehenderlo como imposible, y no desde la propia impotencia. La impotencia es lo que lleva al goce de la desesperación que paraliza el deseo, que mortifica al sujeto. Se trata de, siguiendo al objetivo que Lacan daba de un recorrido analítico, pasar de la impotencia a lo imposible.

En el acto de leer un texto siempre hay momentos de desorientación, de perplejidad. Uno no entiende y eso acarrea un cierto malestar. Lacan invitaba a sostener esta perplejidad, que de hecho su estilo entretenía. Nos alentaba a no salir corriendo en búsqueda de un S2, un saber, para taponar rápidamente el agujero. Cuando se habla de agujerear un texto para poder leerlo, en realidad esto está mal dicho. Una formulación más acertada sería: no taponar en seguida con el saber los agujeros que el texto ya tiene. Dicho de otro modo, sería consentir en dejarse agujerear por el agujero del texto.

Donde hay un Otro tachado, un A barrado, se necesita la invención y no el descubrimiento, puesto que no hay nada que descubrir, salvo el vacío de A barrado. Por esta razón, en lugar de descubrir, se debe inventar. Y podemos decir que Miller construye, inventa. Inventa no en el sentido de construir ficciones sino de encontrar algo nuevo.

Miller lucha por mantener vivo el invento de Lacan dentro de la misma comunidad analítica. Combate la institucionalización de la enseñanza de Lacan que transforma lo nuevo del invento en una mera repetición. Lacan inventó términos que matamos a fuerza de repetirlos. Miller no lo cita sin más. La cita es un recurso a la autoridad de un autor para colmar el agujero de lo imposible de decir. Miller demuestra, problematiza, se confronta con este imposible de decir.

El propio Lacan no desconocía el peligro de repetir lo qué él decía. Y precisamente por eso animaba a que cada analista reinventara el psicoanálisis. Alentaba a los analistas a saber ignorar -que también llamó docta ignorancia- como agujero que permitiera el invento. Lacan intentó restablecer en el saber el lugar de la ignorancia, para que pudiera inscribirse lo nuevo. Lo nuevo sólo puede inscribirse si hay un agujero. El saber ignorar, que no hay que confundir con el no saber previo a todo aprendizaje, es el hueco necesario para poder acoger el saber nuevo. Este agujero en el saber es lo que Lacan escribe con el matema S (A barrado). S (A barrado) significa que hay ignorancia en el saber, que hay una falta en el Otro.

Ahora bien, inventar viene de venir, encontrar, y uno no encuentra si no busca. No sé quien dijo la inspiración siempre me encontró trabajando. Hay un trabajo previo al goce del encuentro, de la elucidación, que es el esfuerzo de sostener una búsqueda. Hay que poner las coordenadas para que algo salga al encuentro.

Dos obstáculos pueden interferir en el camino de la búsqueda: la desesperación ó la pereza, aunque a menudo se trata de la misma cosa: a veces la desesperación (o el goce del no puedo) se reviste de pereza (el goce del no quiero); otras, es la pereza que se esconde tras la desesperación. La pereza se nutre a menudo de un sentimiento de inferioridad. Cuando uno se encuentra con algo que no sabe, puede acarrearle un sufrimiento. Esto queda ilustrado en la queja de un niño que decía: El colegio no me gusta porque sólo me enseñan cosas que no sé.

Es sólo atravesando estas barreras que uno puede divertirse comentando a Lacan, inventar, plantearse problemas2.

Plantearse problemas es hacerse preguntas y, como dice Miller3, una pregunta es también una afirmación: la afirmación de una falta en el saber. Es un agujero, un vacío necesario para avanzar. Y el problema de la pregunta, y sobre todo en el neurótico, es que espera que la respuesta le venga del Otro, de un Otro completo que su pregunta sostiene. La pregunta del neurótico es una forma de hacer trabajar al Otro. Y en el saber analítico, que no es el saber universitario, la respuesta no se recibe del Otro, sino que se construye, con un Otro que causa y orienta, pero que cada uno tiene que construir.

El saber analítico no es una cosa que, al ponernos en contacto unos con otros, fluya de lo más lleno a lo más vacío de nosotros, o sea del que más sabe al que menos sabe4. Cada uno tiene que construir sus respuestas que, como dijo Lacan, anteceden a sus preguntas. En efecto, Lacan dice que sólo nos hacemos las preguntas cuyas respuestas ya tenemos. Es una tesis que al nivel de la experiencia parece sorprendente. En todo caso en esta tesis de Lacan, el tener la respuesta no impide que se tenga que producir. Y de hecho es lo que hacemos en un análisis: producimos unas respuestas que estaban antes de la pregunta.

Pero eso no significa que todo valga y que, retomando lo que dice Miller, cada cual pueda leer como quiera. Sólo se puede leer sirviéndose de algunas claves muy precisas. Y es porque existe una dirección, una lógica, por lo que hace falta una orientación, una brújula. Miller, en este libro, en estas conferencias, aporta esta brújula al darnos las coordenadas de su lectura. Sólo tiene un principio, un imperativo: leer con lógica es, para él, la única forma interesante, válida de leer a Lacan. Su implacable rigor tiene que ver con esta necesidad de coherencia.

Este libro Introducción a la clínica lacaniana recoge conferencias, algunas de ellas realizadas en el marco de la Escuela, y otras en el marco del Instituto del Campo Freudiano en España.

En una conferencia de 19865, Miller haciendo la distinción entre una conferencia y un curso, dice que un curso es una enseñanza a largo plazo, donde la palabra está determinada por lo que se ha dicho antes, por el tesoro, más o menos rico, acumulado en las lecciones anteriores.

Por el contrario, en una conferencia siempre hay algo del orden de un primer encuentro, de un resumen, un tratamiento más condensado de un tema único. Un curso que dura un año suele ser digresivo, y una digresión en la que nace lo nuevo podrá ser el tema de una conferencia.

Por todo eso podemos decir que estas conferencias, que constituyen un segundo nivel de elaboración, son unas verdaderas perlas producidas por capas de lo más precioso de la enseñanza de Miller.

Notes

  1. Miller, J.-A., Curso inédito de 1993/1994, Donc, Clase del 11 de mayo de 1994, p. 230.
  2. Miller, J.-A.,2006, Introducción a la clínica lacaniana, Ed. ELP-RBA, Barcelona, p. 249.
  3. Miller, J.-A., 2006, Introducción a la clínica lacaniana, op. cit., p. 65.
  4. Platón, 1997, "El banquete", Diálogos, Obra completa, tomo III, Ed. Gredos, Madrid, p. 193.
  5. Miller, J.-A., Revista El analiticón," Extimidad", p. 13.
Isabelle Durand

Presentación del Taller de Lectura "Introducción a la clínica lacaniana"

NODVS XXVI, novembre de 2008

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